Leyendo el libro “Discurso y verdad en la antigua Grecia” de Michel Foucault, me ha entrado prisa por escribir sobre la Verdad con mayúsculas, especialmente, después de asistir a un webinar con mi amigo Antonio Garrigues Walker el pasado miércoles, organizado por el Club Liberal 1812 de Málaga, al que asistimos más de 30 destacados liberales, de toda España (Rafael O´Donnell, Enrique Agulló, Esteban Goti, Lorenzo Soriano), y otros muchos que habían liderado, como yo mismo la operación liberal en los años 80, que dio como resultado el Partido Demócrata Liberal y el Partido Reformista. Antes lideraba en 1979 el Partido Liberal, con el emblema de la Gaviota, que acabó sin mi presencia en el Partido Popular. Después de crear la UCD y abandonarla en 1977, porque no había un átomo de verdad en Adolfo Suárez. Incluso voté en contra de la Constitución de 1978, por no parecerme suficientemente liberal.
Según Foucault, la relación entre discurso, verdad y praxis política ha sido continuamente problematizada a lo largo de la historia de Occidente. Hoy, más que nunca, el poder de los medios de comunicación y la tecnificación de la política hacen necesaria una profunda reflexión sobre las formas que adopta el lenguaje como instrumento de control de masas, y sobre las posibilidades que ofrece como arma contra los abusos de los gobernantes. Foucault, embarcado durante años en la tarea de llevar a cabo una ontología del presente, recorre en estas conferencias, parte viva de su última filosofía, la génesis y el desarrollo de la parresía, de la libertad de palabra, principal mecanismo de relación entre discurso y política en la antigüedad clásica, desde las primeras apariciones del término en la tragedia ática hasta la patrística grecolatina. El acto parresiástico nos lleva a cuidarnos de nosotros mismos y de los otros, es una tarea de recreación del sujeto que implica tanto una terapéutica del deseo como un pacto con la verdad, aun a riesgo de la propia vida. En el espacio que abre la práctica de la parresía se pone en juego, la libertad del gobernado frente al gobernante, se crean nuevas relaciones de poder que van más allá del binomio sumisión-dominación, se fundan nuevos modos de vida. Pero la parresía no alcanza sólo a la praxis política, sino que involucra igualmente a la cualidad moral, al éthos y al autodominio, sin los cuales no es posible llevarla a cabo.
En la Ética actual. Las principales organizaciones Institucionales como Rotary Internacional, se plantean en una prueba cuádruple: ¿Es la VERDAD? ¿Es EQUITATIVO para todos los interesados? ¿Creará BUENA VOLUNTAD y MEJORES AMISTADES? ¿BENEFICIARÁ a todos los interesados? La Verdad se mezcla aquí con la Ética, lo que demuestra que, aunque haya diversas verdades, según el punto de vista de cada una de las personas, se advierte también que existe un concepto universal sobre lo que es verdad, es decir lo contrario a la mentira, por eso, se están hoy en España creando diversas asociaciones de tipo profesional como Médicos para la verdad etc.. ¿Será que existe desconfianza en nuestra sociedad en la palabra, especialmente la de los políticos, sobre todo en el poder?
De otra parte, el Gobierno de Pedro Sánchez, ha decidido crear la nueva normalidad, como un nuevo clima de estado social, donde es aceptable, no solo la mentira, sino la contradicción entre lo dicho en cualquier momento, constatable por las hemerotecas, y hoy día, repetido y demostrado, hasta la saciedad, por comentaristas en las redes
sociales. Es más, según cambian las circunstancias, vale cambiar de Verdad. Donde dije digo, digo Diego. Lo que se traslada a toda la sociedad, hasta el punto de que ya no sabemos cuál es la verdad, por ejemplo, en la Transición o en la dictadura de Franco o en la Guerra civil. Especialmente, a través de la llamada ley de memoria histórica.
El Consejo de Ministros, ha dado este martes luz verde al anteproyecto de la nueva Ley de Memoria Democrática, que sustituirá a la aprobada en 2007 por José Luis Rodríguez Zapatero. El Gobierno impulsa así algunas de las demandas históricas de asociaciones memorialistas y organismos internacionales, que han exigido a España
avances en la materia, y supone una nueva hoja de ruta para corregir y reparar las violaciones de derechos humanos del franquismo. El texto prevé, entre otras cosas, la activación de un plan estatal de exhumaciones de fosas, la creación de una Fiscalía para investigar los crímenes de la Guerra Civil y la dictadura o la «resignificación» del Valle de los Caídos que se estudiará, pero que «de momento» se convertirá en un «cementerio civil». En el fondo de lo que se trata es de reescribir la historia, en vez de dejársela a los historiadores y de crear una nueva verdad, diferente a la de los que hemos vivido y protagonizado la Transición, que se olvida como si no hubiera existido.
Esto es lo que se llama nueva normalidad, concepto de marketing para vender nuevas ideas a los votantes, contribuyendo hacer más compleja la comprensión de nuestra situación actual y nuestro futuro. Ante esto, no cabe otra solución que plantearnos ante toda propuesta ¿Es la Verdad? O nos están vendiendo lo que le conviene al poder
político. Especialmente, cuando los principales medios televisivos, son no solo levógiros, sino que como RTVE están en manos de Unidas Podemos 5 consejeros, PSOE 4 y 1 el PNV. Este medio público, en manos de quien está, plantea la pregunta si lo que dice ¿Es la verdad? O ¿bien es la mentira? O ¿se parece a la verdad de conveniencia?.
Bernardo Rabassa