Me asombra y hasta admiro el desparpajo de Tezanos al frente de un organismo público y a pies de un partido. Cada difusión de la última encuesta supone una embestida de la ciencia barométrica al capote de la razón. El caso es que los resultados que arrojan siempre sus previsiones encajan como un guante a los deseos del gobierno. Como el sastre que vestía al conde de Romanones que, para disimular su cojera, le ajustaba las perneras sin simetría alguna.
Dicen que Romanones, responsable como ministro de Gobernación de la seguridad de Alfonso XIII el día de su boda, dormía plácidamente en el momento del atentado al monarca en el paso de la carroza nupcial por la calle Mayor. Algo parecido a lo que le sucedió a Carlos Arias Navarro cuando el Dodge de Carrero Blanco voló literalmente en la calle Claudio Coello. Tanto Romanones como Arias fueron premiados con sendas presidencias de Gobierno, aunque como persona me quedo mil veces antes con el conde que con el notario, triste donde los hubiera frente a la simpatía de don Alvaro de Figueroa y Torres.
Tezanos será premiado con cualquier bicoca, porque en su faceta de modisto gubernamental, el tiro del pantalón lo carga a la izquierda inmaculadamente, así que Sánchez, al que hay que reconocerle su buen palmito, eleva su ya notoria vanidad hasta la altura del Dodge.
Con la precisión de un alquimista, la última encuesta del CIS es como el traje impecable que viste al mismo Quasimodo. O los tres deseos frotando la lámpara de Aladino: que el PSOE aumente su ventaja sobre el PP, que UP crezca y Cs también. Y el principal partido de la oposición, en principio el que tendría que ser beneficiado por la peor gestión sanitaria y económica de Europa, a verlas venir. El soberbio patinazo de los últimos resultados electorales frente a sus previsiones, en las que daba al PSOE hasta 150 diputados y limitaba los de VOX a 21, no han minado un ápice sus osadas interpretaciones del voto de los españoles. Da igual, su premio lo tiene ya reservado. O predestinado.
Deduzco que el líder del PP, entretenido en su particular catarsis, relativizará conociendo la ficción calculada del CIS. De hecho, hasta El País la considera de coña (la ficción). Pero entre tela y tela bordó este traje, que tan bien le sienta al conde. Al menos éste, dicen, tuvo lo osadía de organizar un Consejo de Ministros en la Alameda de Sigüenza. Le reto, don Pedro, aunque no se lo crea ni usted.
Emilio Fernández-Galiano