¿Por qué gritan las cañas junto al río si están serenas las aguas?… se preguntaba un loco aprovechando que estaba solo y lejos.
El eco respondía:
Pues las cañas gritan porque están crucificadas las orillas. Astillas en los pechos de los peces que antes no pagaban tantos impuestos o no se enteraban de que alguien abría la mano detrás de los espejos.
Más astillas de cruz en los colegios, donde los niños aprenden lo que no saben los maestros porque en cada legislatura les cambian pensamiento.
Y por si fueran pocas las astillas, echarán abajo la Cruz Del Valle para que algunos comiencen a pisar, sin darse cuenta, la sangre de las cruces caídas.
A la par De la Cruz florece el viento: intrigas, rencores, memorias fatigadas, gentes sin trabajo, ausencia de sueños… van y vienen según las bocas interesadas que soplan por los cañaverales.
Y las astillas de cruz que más nos duelen se clavan, secretas, en el ojo que no mira. Y que termina siendo, por no ver, el ojo que más sufre.
Al fin, el loco seguirá quejándose del grito de las cañas. Pero gritan poco para lo que debieran.
Sabed, mientras tanto, que mientras haya estrellas, aunque digitales, no nos ha de faltar la luz indispensable.
Emérito