“Que los árboles no te impidan ver el bosque”. Este dicho que probablemente usted habrá escuchado o pronunciado en más de una ocasión es a día de hoy el mejor de los consejos que los españoles deberíamos aplicarnos a tenor de los acontecimientos políticos que están ocurriendo a día de hoy y de los que, mucho me temo, sufriremos en no demasiado tiempo si no vira el panorama. Intento explicarme. Con la que está cayendo, llevamos casi un mes centrando buena parte de nuestros comentarios en el doblete de posados que la ministra Irene Montero ha realizado en sendas revistas de moda y socialité: que si imita a ‘la Preysler’, que si le faltan los bombones y el mítico Ambrosio, que si esto, que si lo otro… Este hecho no pasaría de anécdota o nimiedad en un país occidental mínimamente desarrollado que respete sus instituciones y cuya gestión de gobierno se centre en la búsqueda incansable del bien común.
Sin embargo, en España estos episodios no son sino un eslabón más en la cadena propagandística del Gobierno de Sánchez e Iglesias, esa obsesión gubernamental de la que subyace un más que meditado y anhelado cambio de régimen. Y ese bosque es el que no quieren que veamos, mediante el que se perpetuaría en el poder la izquierda más rancia y sectaria, una suerte de Unión Soviética 4.0 que bajo la excusa de la pandemia no es que ya esté en marcha, sino que ha puesto la directa con la destrucción y alienación de los cuatro pilares sobre los que se sustenta un Estado de Derecho como es, por el momento, España.
El primero de ellos es una potente clase media. Un país con un importante y sólido tejido empresarial, con recursos para emprender, competir, invertir e innovar es un país mucho más libre y eso, claro está, choca de frente con la concepción de este Gobierno. Es por ello que, con motivo del Covid-19, en lugar de estimular a los negocios, dar facilidades a los empresarios o reducir la asfixiante carga fiscal, el Ejecutivo ha preferido desde el pitido inicial ahogar a aquellos que generan riqueza y empleo con los escasísimos recursos propios de los que disponen, no ha dado ningún estímulo con tal de favorecer la contratación y ha dejado a su suerte a sectores puntales como el turismo y la hostelería. Eso sí, de tocar la elefantiásica estructura del Consejo de Ministros, ni mu. Y todo ello responde a la clásica estrategia de convertir al Estado en el gran proveedor de paguitas y subsidios varios con los que una ciudadanía ya rehén de esa visión ultrapaternalista se pueda llevar algo a la boca. Más viejo que el hilo negro.
Paralelamente a esta achicadura de las clases medias, estamos sufriendo un muy preocupante zarpazo en la independencia de algo tan básico como la Prensa. A nadie se le escapa que con el confinamiento y la hibernación económica, las empresas dejaron de publicitarse en el Medios abruptamente. Frente a ello, el Gobierno, bajo la tutela de Iván El Terrible diseñó una batería de acciones para regar indiscriminadamente a televisiones, periódicos, radios y demás con millones y millones en concepto de publicidad institucional. Con esta maniobra, al igual que con el ciudadano medio, los Medios también acaban convertidos en esclavos, en este caso de los mensajes y consignas dictados desde la planta noble de Moncloa. Pocos fueron y son los periodistas que no se plegaron y optaron por seguir respetando el oficio aunque por ello se les señala, amenaza y amedrenta. Ya saben lo que escribió Iglesias: “hostigamiento, estigmatización y destrucción del enemigo”. Todo un ejemplo de concordia. De RadioTelevisión Espantosa, más de lo mismo…y a peor.
El tercer pilar que están erosionando a destajo es la Justicia. Si lo de la Prensa es impresentable, esto clama al cielo. La intervención e intromisión en todos los aspectos que afectan al Gobierno o alguno de sus partidos es tan constante como intolerable. ¿Cómo es posible que tengamos una Fiscal General del Estado que ha sido ministra de Justicia hasta dos días antes de ser propuesta para el cargo y que se presentó a las elecciones como candidata del PSOE? ¿De verdad alguien puede creer que va a ser imparcial cuando lo primero que hizo al llegar a ministra fue ordenar a la Abogacía del Estado cambiar la acusación de rebelión a sedición en el juicio del procés para contentar a los nacionalistas? Y no olvide usted que esta señora es la que compartía guateques con Villarejo en los que soltaba epítetos como “Marlaska es maricón” y en los que le decía al excomisario que montar prostíbulos para extorsionar con “información vaginal” era “éxito asegurado”.
Cualquier cambio de régimen que se preste tiene que venir aparejado por la prostitución de la Justicia, su desnaturalización, la imposición de un criterio ideológico y político como dogma y su correspondiente parcialidad. Solo desde esa perspectiva se puede llegar a entender la orden de que no se investigue ninguna de las querellas que se le interponga al Gobierno por su gestión de la pandemia. Ninguna. Sin ni siquiera estudiarlas. Más que Fiscal General del Estado, España sufre una Fiscal Particular del Gobierno.
Sin clases medias, sin Prensa libre y con una Justicia al servicio de los intereses de Sánchez, Iglesias y los suyos, ¿qué le queda a España? El cuarto pilar: la Corona. El Rey, como símbolo de la unidad nacional, de la Constitución, heredero de la Historia y garante del futuro, es el último bastión que le queda a España como nación libre. Para los que están perpetrando el cambio de régimen, hacer caer a Felipe VI es básico, si bien sabían que también era lo más difícil, pero la pandemia todo lo ha acelerado y el proceso de deslegitimación de la Monarquía ha entrado en un escenario sin vuelta atrás. Los presuntos errores protocolarios de Sánchez, sus continuos desplantes, la sustitución de los habituales despachos con el Rey de los viernes por llamadas o mensajes de texto, no defenderlo ante los furibundos ataques y amenazas del independentismo catalán, vetarle en actos como el de Barcelona, las acusaciones por parte de los ministros comunistas Iglesias y Garzón y el respectivo silencio cómplice del presidente dejan muy a las claras que el cambio de régimen ha empezado.
Por tanto, quitémonos la venda de la propaganda y el eslogan y seamos conscientes de todo lo que nos jugamos, porque la Historia nos ha enseñado que siempre decimos “eso aquí no pasará” y siempre acaba pasando.
Carlos Latorre Font
Carlos Latorre Font