viernes, noviembre 22, 2024
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14 de abril: los valores republicanos viven

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Ayer fue 14 de abril, y en España esa fecha evoca moral, ética y dignidad. Nadie puede negar que el régimen que se instauró aquel 14 de abril de 1931 convirtió a nuestro país en un estado verdaderamente moderno. Somos muchas las personas que tenemos meridianamente claro que los valores de la República Española fueron imprescindibles para la modernización, democratización y regeneración de un país analfabeto, clerical, caciquil y corrupto. Observando la deriva actual de la derecha española no estaría de más recurrir al ejemplo moral que nos brindó la República en tantos sentidos.

Aquello era demasiado bonito para ser cierto, los avances eran demasiado importantes y el fascismo tuvo que reaccionar con los cómplices de siempre provocando un baño de sangre, sufrimiento y represión en julio de 1936. Tres años después, tras una dura defensa de la democracia, España se convirtió en una cárcel con olor a negra sotana, mujeres en casa con la pata quebrada y miedo. Miedo a todo…

Somos muchas las personas que nos sentimos herederas de aquellos valores republicanos. Evidentemente no todo fue perfecto. 

 

También somos muchas las personas que nos sentimos herederas de aquellos valores republicanos. Evidentemente no todo fue perfecto, la quimera había que llevarla a la realidad y se cometieron los errores que surgen cuando se crea algo nuevo. Quizá hubo exceso de inocencia cuando se creyó que toda España quería libertad, tolerancia y respeto.

El primer artículo de la Constitución de la República dejaba claro el reconocimiento de los derechos sociales y económicos al proclamar que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo. La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones…”

Hay que recordar que muchas mujeres republicanas sembraron la semilla de la igualdad.

Aquel 14 de abril se instauraría el sufragio universal y se iniciaron políticas sociales que más  tarde definirían el Estado del bienestar, que tanto costó reinstaurar durante la Transición y que tenemos que defender ante los nuevos ataques que padece desde el neoliberalismo. Un ejemplo muy cercano y evidente es la defensa de unas pensiones públicas y dignas, que el capitalismo extremo quiere adelgazar hasta el extremo, con la complicidad de la derecha política en beneficio de las entidades financieras privadas.

Cuando el pasado 8 de marzo España dio un ejemplo internacional de movilización feminista hay que recordar que muchas mujeres republicanas sembraron la semilla de la igualdad. En el magnífico libro “La conspiración de las lectoras”, de María Teresa Rodriguez de Castro y José Antonio Marina, se extracta un artículo del filólogo Juan Aguilera Sastre que narra los primeros momentos de la República:

“…Y luego, cuando la República fue proclamada, estas mismas mujeres llevaron a la calle su alegre y estentóreo grito de triunfo, su confiada esperanza en un nuevo estado de cosas. Orgullosa puede estar la República de esta colaboración de la mujer, que, además de su consciencia, pone en el ambiente una seguridad de paz, de tranquilidad, que responde tranquilamente a la conducta del pueblo, que supo respetarse, no empañando el triunfo de sus ideales con el más pequeño desmán”.

También en “La conspiración de las lectoras” se relata el intenso trabajo realizado en red por mujeres de diferentes procedencias. La República reguló el acceso de las mujeres a cargos públicos, reconoció el matrimonio civil, el divorcio de mutuo acuerdo, suprimió el delito de adulterio aplicado sólo a las mujeres, reguló la equiparación salarial…

Relacionado con el feminismo, el frente fundamental que abordó la República fue el de la educación combatiendo el analfabetismo, apostando decididamente por la universalización de la cultura, implantando escuelas mixtas y nocturnas para la clase trabajadora y tantas iniciativas, desde las misiones pedagógicas y las colonias escolares, hasta la relevancia de la Institución Libre de Enseñanza, pasando por la unificación de la escuela para acabar con el clasismo y el clericalismo.

 

En un ilustrativo artículo publicado en “El País”, en abril de 2006, su autora, Carmen Morán relata cómo la República proyectó la creación paulatina de 27.000 escuelas, pero mientras, los ayuntamientos adecentaron salas donde educar a los niños. Y a los mayores. “Hubo incluso alguna escuelita en las salas de autopsia de los cementerios. Donde se podía”. Entonces las maestras desempeñaron un papel primordial: enseñaban en sus casas con la subvención del ayuntamiento.

Con orgullo docente puedo afirmar que los maestros se convirtieron en los intelectuales de los pueblos.

El problema también era la falta de maestros y los exiguos sueldos de éstos. Pues bien, en una actuación de la que habría que tomar nota en la actualidad, los raquíticos salarios de los maestros se subieron a 3.000 pesetas y se puso a su disposición cursos de reciclaje. Con orgullo docente puedo afirmar que los maestros se convirtieron en los intelectuales de los pueblos. Se convirtieron en las personas más cultas y admiradas para odio de los curas y caciques como relata José Luis Cuerda en la película “La lengua de las mariposas”, protagonizada por Fernando Fernán Gómez.

En 1931 España entera se puso en el disparadero de la modernidad. Después, cientos de miles de personas lucharon por defender esos nuevos valores. Hubo muerte, represión y exilio para acallar la democracia, la alegría y el color de la igualdad que llenó las calles de nuestro país. No podemos olvidar ni esos valores de la República, ni a esas personas cuyo sacrificio no fue en balde.

Jaime Cedrún

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