viernes, noviembre 22, 2024
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Consejos a un joven poeta

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Ese excelente escritor, muy poco conocido en España, que fue Max Jacob, nos dejó una valiosa obra, a la vez elegante, erudita y tremendamente actual que, en estos tiempos que para nuestra desgracia tanto comienzan a parecerse a los siniestros años de la primera mitad del siglo XX, conviene no dejar caer por completo en el olvido.

Max Jacob murió en un campo de concentración a las afueras de París, sin que su precaria salud le permitiera siquiera seguir el infame viaje sin retorno que le hubiera llevado a los campos de exterminio.

Además de su obra poética y de sus narraciones, nos ha quedado el retrato que le hizo Vázquez Díaz, en el que se adivina un hombre afable, tolerante, quizás algo irónico. Hay que recordar que Max Jacob fue también uno de los primeros descubridores de Picasso y defensor apasionado, en una sociedad que ni siquiera era capaz de reconocer que estaba transformándose, del cubismo y posteriormente del surrealismo.

Sus novelas y sus versos surgen, de alguna manera, como un adelanto de esas transformaciones necesarias, en paralelo, curiosamente, a un proceso personal de evolución mística que se acentúa tras su conversión, desde un judaísmo más o menos latente, a un catolicismo renovador y marcadamente militante. De hecho, no olvidemos que su padrino de bautismo fue el propio Picasso.

También nos ha legado una obra, Consejos a un joven poeta, algo menor pero no por ello menos interesante, que conviene leer despacio. En las pocas páginas de este bello opúsculo, Max Jacob redacta a vuelapluma, con un estilo casi lapidario, las máximas, advertencias y guiños cómplices para responder a la pregunta que esa misma noche le había lanzado un joven de dieciocho años a los postres de una cena en casa de sus padres: ¿qué es un verso lírico? En ese momento, Max Jacob le respondió, quizás ya con la intención de remitirle luego esos acertados consejos en forma de greguerías, que de cosas semejantes no debe hablarse delante de los padres.

Entre los muchos consejos que dirige Max Jacob a ese joven inquieto, hay uno que en estos días quizás convenga recordar todavía con más detenimiento. Le indica, y no sólo al futuro poeta, que un verso lírico es el resultado de una conflagración, también le pide que no preste oídos al mal que le atribuyen, de modo que al oírlo desatienda sus máximas: puede que no haya sabido abrir las puertas que le indica, pero esas puertas verdaderamente existen, de tal manera que corresponde al joven poeta conseguir abrirlas de par en par.

Ignacio Vázquez Moliní

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