La sociología no es una ciencia exacta. Aplicada a la política y a los partidos se aproxima a la exactitud cuando las series históricas de estudios demoscópicos señalan una dirección con terquedad.
Estaba cantada la crisis del bipartidismo, que se ha extendido a todos los partidos del establishment. PP y PSOE, pero también Izquierda Unida y UPyD, han recibido una bofetada de su electorado considerado natural. Lo que decían las encuestas se ha confirmado en las urnas: los ciudadanos, una parte importante de ellos, no se fían ni creen en los partidos existentes. Eclosionan nuevos tipos de organización.
En la mayor parte del resto de Europa hay un fenómeno diferente; la materialización de un rechazo a la Unión Europea instigada por planteamientos racistas, populistas y xenófobos. Pero con causas muy precisas en la existencia de una oligarquía alemana que gobierna la Unión y unas políticas de austeridad que han sembrado el descontento. El resultado es una profunda crisis del modelo europeo que el comisario Joaquín Almunia se ha apresurado a nominar: «sería suicida no hacer nada». Y hacer algo requiere voluntad y coraje para desmontar las tesis neoliberales de apretar las tuercas a los más pobres para crear una Europa de dos clases.
No parece que el PP ni el PSOE se hayan dado por enterados, una vez más, de la gravedad de la crisis del sistema de partidos. Mariano Rajoy se ha conformado con ganar esta primera carrera aunque haya llegado a la meta hecho trizas. Ahora promete lo que luego no cumplirá para tratar de ganar las próximas elecciones generales y atemperar la catástrofe de las autonómicas y municipales. Es una historia sabida porque él cree que es legítimo incumplir las promesas para «cumplir con su deber».
En el PSOE buscan otro caballo ganador sin reparar en la calidad del pienso, en las sesiones de entrenamiento y en la maquinaria del partido. Más de lo mismo con dos años de retraso.
Como en el cuento, se ha gritado mucho y alertado de que venía el lobo de la deconstrucción de los partidos. Y ninguno de los pastores hizo otra cosa que cuidar sus equilibrios de poder internos. Ahora, el lobo ya está aquí.
Carlos Carnicero