Siempre cometo la errata, el error, la confusión a propósito, nombro la parte por el todo, llamo Inglaterra al Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y no solo porque el segundo sea más largo que un día sin agua, casi eterno, ni por su muchísima más numerosa población, sino porque el motor histórico y político de esa gran nación es Inglaterra. Desde Enrique VIII y sobre todo Isabel I, Inglaterra ha tenido muy claro que le convenía, dónde estaban sus intereses y cómo defenderlos y defenderse. Aún en su estrepitosa decadencia acelerada por la Primera Guerra Mundial, consagrada como un hecho sin vuelta atrás por la Segunda, consigue ganar esos conflictos que destruyen Europa y encontrar un singular acomodo en la nueva situación a la sombra o quizás del brazo de la nueva potencia dominante, Estados Unidos.
David Cameron no es el primer ministro favorito de los anglomaníacos como yo, me espeluznó la jugada de póker que fue el referéndum escocés, los referenda son impropios de su sistema y herramientas favoritas de dictadores, estaba y está en claro conflicto con su constitución interna y estuvo muy cerca de salirle mal. Y nos afectaba. El mimetismo negativo es uno de los deportes políticos preferidos de mucho españolito que confunde el folclore mediático con las decisiones de Estado.
Pero incluso un primer ministro al que pudieran ponérsele serios reparos puede exhibir sabiduría de siglos y utilizar el talento colectivo de ese admirable pueblo para conseguir el acuerdo ventajoso, casi una situación de privilegio permanente, con la Unión Europea. Tenía un problema interno, de su país, o más bien de su partido y ha sabido convertirlo en un problema europeo en el que hasta la Grecia de Tsipras y Syriza ha cedido. Con este acuerdo no estamos seguros si comienza el distanciamiento definitivo entre Inglaterra y Europa o el abandono de Francia y Alemania de su ruta y ritmo de integración. Sí que estamos seguros de que a partir de este momento nada será igual. E Inglaterra se ha salido con la suya a fuerza de talento político, preparación estratégica y su admirable y admirada conciencia de sí misma. Y una oposición de izquierdas que piensa primero en su país que en las encuestas, por muchas diferencias que tengan en política exterior siempre caminaran juntos. A veces revueltos, pero juntos.
El ahora para mi más admirable Cameron celebra sus éxitos y en España, la otra gran nación histórica europea, la única que tuvo en el mundo moderno y contemporáneo otro imperio incluso mayor y durante mucho más tiempo (Francia y Alemania quisieron, pero no pudieron por muchas causas pero fundamentalmente por su falta de dominio de los mares que les permitiera una expansión ultramarina en condiciones) discutimos cuatro partidos de los cuales habrá que ver, y en tres de los casos asustarse, de qué trata su política exterior si es que la tienen.
A Ciudadanos, en Asuntos Exteriores, ni está ni se le espera, tiene las mismas contradicciones e iguales balbuceos que en Educación. No sabe si quiere la concertada o no, parece que más bien no; Sanidad, no sabe si quiere la gestión indirecta de determinadas actividades ligadas como la lavandería o los comedores o quiere convertir en funcionarios a los camareros de las cafeterías de los hospitales; y Hacienda donde no están seguros si quieren subir o bajar los impuestos. En Exteriores es peor: no hay conocimiento cierto de casi nada de sus creencias, propuestas o convicciones.
El PSOE ha pasado del europeísmo más claro de la época González, donde España era un gran aliado de Francia y Alemania, como hoy lo es el gobierno Rajoy, a unas declaraciones muy enfáticas y vacías contra lo que Europa espera que haga España para salir de la crisis. Contra Alemania y Francia. Sobre Rusia, China e incluso Estados Unidos se desconoce su posición real aparte de alguna manifestación menor, como es ahora, tipo asamblea de facultad, puede depender de sus pactos de gobierno para espanto del común de los mortales.
Podemos es capítulo aparte, casi una novela nueva. Por entregas. De terror. No voy a recordar sus vínculos natales con la Venezuela Bolivariana, ahora me interesan y me preocupan cómo al parecer, según la policía que ha investigado el asunto, sus campañas tienen una sospechosa y posible financiación ilegal que pasaría por Irán y Bielorrusia. Es como para preguntarse si es un partido español, se dudaba ya por sus alianzas con muchas marcas separatistas y antiespañolas, o es un elemento de inteligencia de otros países para someter la política y las instituciones españolas y condicionar su posición en el concierto europeo y mundial. Sobre Podemos vuela la sospecha de ser una suerte de agente extranjero disfrazado de partido. Sobre sus vínculos con dictaduras e inframundos ajenos a la cultura occidental hay que hacer una expedición espeleológica muy profunda. Asusta pensar lo que podríamos encontrar. Seguro que cosas que ni sus propios diputados conocen.
Del Partido Popular hablaré poco porque es el mío, ha estado en el gobierno los últimos cuatro años y ahí están su política y sus hechos: refuerzo de los vínculos con Europa donde está el futuro, y una política mucho más que exitosa en comercio exterior, cooperación atlántica y buenas relaciones de Cooperación para el desarrollo con África, de donde viene la inmigración, esto último es de lo poco que Zapatero hizo y no fue una barbaridad, sino al contrario, estuvo muy bien.
Y mientras Inglaterra en su espléndido aislamiento concertado con Europa y su 'special relationship' con Estados Unidos, su hijo listo y triunfador, disfruta de sus éxitos, España se encuentra en una melée de partidos que tuercen el rumbo de un país hacia la recuperación para conducirlo a la nada más tenebrosa. Para aprender siempre nos quedará Inglaterra. Sería bueno que nuestra oposición aprendiera. Algo.
Juan Soler
Senador de España
Juan Soler