Habrá que reconocer que no es muy habitual que un político dimita de sus responsabilidades públicas y menos que lo haga y anuncie un domingo a la hora de comer. Pero Esperanza Aguirre, la «lideresa» madrileña siempre ha tenido una habilidad especial para buscar el momento político que le dé un cierto realce y protagonismo a todo lo que hace. Y su dimisión como presidenta del PP de Madrid no ha sido una excepción a esa norma de conducta de esta mujer que lleva en política más de treinta años y donde lo ha sido prácticamente todo: concejal, ministra, Presidenta del Congreso y Presidenta de la Comunidad de Madrid. Únicamente se le ha resistido la Alcaldía de la capital de España, que el pasado mes de mayo se le escapó por unos miles de votos.
La dimisión de Aguirre hay que interpretarla como lo que es: un abandono del barco que está a la deriva merced a los numerosos casos de corrupción que afectan fundamentalmente a las siglas populares en Madrid y en Valencia. Aguirre podía haber dimitido hace ya tiempo, por ejemplo cuando quien fuera su número dos, Francisco Granados, fue detenido e ingresado en prisión preventiva por presuntos delitos de corrupción. Pero lo ha hecho ahora, seguramente porque Aguirre, que tiene mucho olfato político, es consciente que el PP ha entrado en un proceso de descomposición, con un líder que da toda la impresión de estar noqueado y fuera de la realidad.
Es obvio que la dimisión de Esperanza Aguirre afecta y señala muy directamente a Mariano Rajoy. El argumento para ello es muy sencillo: si ella dimite para asumir las responsabilidades políticas derivadas de los casos de corrupción que afectan al PP de Madrid, ¿por qué no lo va a tener que hacer Rajoy, en su calidad de Presidente nacional del PP, por todos los casos que afectan a su formación política y que se extienden por diversos puntos del suelo patrio?
El PP necesita una regeneración a fondo y eso pasa, entre otras medidas, porque todos sus actuales dirigentes den un paso atrás
La corrupción ha hecho mucho daño al PP. Se podrá decir que en el PSOE también ha habido corrupción, y es verdad. No hay más que mirar a Andalucía. Pero, de alguna manera, una inmensa mayoría de ciudadanos nunca pensaron que ese partido que en 1996 ganó las elecciones generales teniendo como una de las principales banderas la regeneración política -habrá que recordar los últimos años de los gobiernos del PSOE de Felipe González salpicados continuamente por casos de corrupción- iba a verse afectado con el paso del tiempo por ese cáncer de la democracia que es la corrupción. El PP necesita una regeneración a fondo y eso pasa, entre otras medidas, porque todos sus actuales dirigentes den un paso atrás. Eso es lo que hizo este domingo Esperanza Aguirre, señalando a Rajoy el camino a seguir. Otra cosa es que el político gallego esté dispuesto a hacerlo de forma voluntaria.
Redacción