Hoy martes 26 comienza el debate de investidura de la XV legislatura de nuestra democracia.
A ella concurre, tras el encargo de SM El Rey Felipe VI, el candidato que venció en las elecciones (137 escaños frente a 121 del PSOE), dato que no dejaremos de repetir, y que ha sumado más apoyos para su elección (172 diputados de hasta 4 partidos diferentes).
Sin embargo, esta investidura de Feijóo no tiene posibilidades de salir adelante, pues por primera vez, no será presidente del gobierno el candidato del partido más votado, tal y como había sucedido a lo largo de toda nuestra democracia.
Y esta tradición se alterará en esta ocasión, debido a la falta de barreras políticas y éticas por parte de Pedro Sánchez, pues como consecuencia de su falta de límites, pacta con quienes no desean un futuro mejor para los españoles, y es que por mucho poderío que tenga su VI Flota Mediática, a nadie van a convencer de que ERC y Bildu Batasuna quieren algo para España salvo que sea su ruptura e implosión.
Acusar a Sánchez de falta de límites, de principios y hasta de dignidad política no es una crítica política, sino un hecho constatable sobre cómo concibe el ejercicio de la política.
A Sánchez no le interesa poner en marcha políticas que ayuden a los ciudadanos a mejorar su vida, sino resistir como sea en La Moncloa.
Para ello ahora está dispuesto a pactar con un personaje iluminado, resentido, y lo que es más importante, prófugo de la Justicia, ante la que no ha respondido aún, por ser causante de un golpe de estado en 2017. Y el pacto no son sólo más transferencias competenciales, o aumentar partidas económicas a financiar su autonomía, que también.
El apoyo para su elección pasa porque Sánchez, y lo que es peor, España, acepten dos cuestiones que hasta para el propio Sánchez y su banda sanchista, eran temas inaceptables hace sólo un mes: una amnistía para todos los causantes del golpe de estado, y una consulta de autodeterminación/independencia para Cataluña.
Ambas cuestiones son inconstitucionales, no nos cansaremos de denucniarlo en las tribunas y en las calles, y supondrían una violación de nuestro Estado de Derecho, de la Constitución del 78 y del propio ser íntimo de la nación española.
Lo que eran barreras que “jamás traspasarían” los socialistas, ahora alegremente van a sobrepasadas con tal de seguir “pisando moqueta”. De nada valen las profundas críticas de todos aquellos socialistas dotados de un sentido de estado. Felipe González, Guerra, Almunia, los ex presidentes autonómicos, y todos aquellos que han sido algo en nuestra democracia, salvo el inefable Zapatero, están denunciando esta tropelía contra nuestra Constitución.
Pero a Sánchez y los suyos les da todo igual, y defienden con vehemencia la amnistía ahora, cuando se habían comprometido a impedirla durante la campaña electoral, lo cual además supone una estafa y un grave fraude a sus propios electores.
Por ello, observaremos hoy el discurso de Feijóo con ilusión y cierta nostalgia de lo que podría ser un gobierno por fin centrado en los problemas de España y los españoles.
Un programa articulado en 6 propuestas de grandes Pactos sobre lo que realmente nos mejoraría la vida institucional y ciudadana a los españoles: una regeneración democrática y de las instituciones; una mejor Sanidad y unos mejores servicios públicos para todos; unas medidas económicas que ayuden a las empresas e inversores, sin olvidar el alivio en los precios e impuestos que hoy martirizan a los ciudadanos; un Pacto territorial, también del Agua, sin olvidarnos de garantizar que todos los españoles tenemos los mismos derechos; y unas políticas familiares favoreciendo la conciliación y la natalidad, dos grandes problemas olvidados para el actual gobierno.
De la España ilusionante que podía ser con Feijóo presidente, a la España inconstitucional, dolida en su alma, y con incierto futuro que nos propondrá Sánchez.