El martes 24 de octubre pasará a la historia de nuestra democracia como una de las fechas que más nos han conmovido. Todo el mundo recordará qué estaba haciendo aquel día cuando el PSOE y SUMAR se dijeron el “sí quiero”, al igual que se recuerda qué hacíamos cada uno de nosotros cuando el atentado de las Torres Gemelas o cuando Iniesta metió el gol de nuetras vidas contra Holanda. Una fecha para la posteridad y para transmitir de hijos a nietos.
Esta es la épica con la que se nos intenta presentar un pacto que estaba más que hecho por la necesidad de ambos partidos, derrotados en las urnas, por seguir “pisando moqueta”.
Porque si algo era sabido desde antes de las elecciones, era que PSOE y SUMAR irían juntos si les daban los números. Por tanto, el teatrillo de estos días previos, sinceramente, no ha inquietado ni a los izquierdistas más cafeteros.
De la misma manera, como nos temíamos, el Pacto presentado hoy es profundamente negativo para los españoles y para el tejido productivo nacional, es sectario y contiene todas las obsesiones ideológicas de ambas formaciones políticas, y desprende un tufo intervencionista propio de la filiación comunista de Yolanda Díaz, y un aroma regresivo para las libertades individuales, marca de la casa del PSOE sanchista, el único PSOE que ya queda.
Veamos algunas de las medidas anunciadas hoy.
Se anuncia la regulación de los alquileres, una medida que donde se está aplicando provoca que menos personas pongan su segunda vivienda en alquiler, es decir, menos oferta, y en consecuencia, alquileres mas caros. Esto es tremendamente perjudicial, especialmente para los jóvenes y quienes menos posibilidades tienen.
Además, invade el Estado las competencias de las Comunidades Autónomas (cabe recordar que Madrid, entre otras, ha recurrido al Tribunal Constitucional la Ley de Vivienda).
De la misma manera, respecto a otra de las competencias propias de las CCAA como es la sanidad, en un canto al sol, también seguramente inconstitucional, se pacta intervenir en la Atención Primaria de dichas autonomías y, en supuestamente, reducir las listas de espera hospitalarias, cuando son, oh casualidad, las comunidades gobernadas por los socialistas las que demoran más la atención hospitalaria.
Por otra parte, se apuesta por la reducción de la jornada laboral con el objetivo final de trabajar 4 días a la semana (como en el poema: ¿y tú me preguntas qué es populismo? Populismo eres tú), eso sí, percibiendo los mismos salarios. Evidentemente, quizás las grandes corporaciones puedan aguantar esto, pero a ver qué pequeña empresa familiar puede soportar esta disparatada medida, todo ello sabiendo que España es un país con un más del 90% de Pymes en su tejido productivo.
Y ya para acabar dos medidas propias también del populismo de extrema izquierda: la restricción a viajar en libertad prohibiendo los vuelos de más de dos horas (cuando ellos van en Falcon hasta a los cumpleaños o eventos familiares), así como la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana, mal llamada ley mordaza, precisamente una ley que protege y salvaguarda las libertades en la calle; además, una ley que ha cumplido con su papel de garantizar la paz social y una ley que protege a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y Policías Locales de quienes precisamente no creen en la pacífica y armoniosa convivencia entre todos. En definitiva, una ley que al PSOE de estado le sirve, pero que a este PSOE sumiso con extrema izquierda, ERC y herederos de ETA, no le conviene lo más mínimo.
En definitiva, que podríamos decir, que como en la fábula de Esopo, “la montaña parió un ratón”. Eso sí, con todos los perjuicios que las ratas tienen para nuestras defensas, para el bienestar de nuestros organismos, y en resumen, para nuestra vida.
Nada bueno traerá esto, y no dirán que no les avisamos.