En el poema Hogar de la escritora Warsan Shire hay una frase que deja helada la sangre, el poema dice “tienes que entender que nadie pone a sus hijos en un barco a no ser que el agua sea más segura que la tierra”. Todos aquellos que somos padres sabemos que, por encima de nuestras necesidades, siempre pensamos en las necesidades de nuestros hijos. La certidumbre ante un futuro inexistente donde, además de acuciar el hambre también hay situaciones de guerra, llevan a muchos padres a asumir que es más seguro el mar, que hay más fiabiliad y esperanza en un arriesgado viaje, pese a que puede conducir a la muerte, que en afrontar la realidad cotidiana en el país de origen.
Hay muchas causas que pueden explicar la migración, desde cuestiones de seguridad y demográficas hasta violaciones de los derechos humanos, pobreza, hambre o cambio climático. Pero no hablamos de un fenómeno nuevo, que haya surgido en los últimos años. La historia de la humanidad está llena de grandes desplazamientos de personas de un lugar a otro para establecerse nuevamente, afectando de una u otra manera a la práctica totalidad de los países. España no es una excepción. Lo que nos hace distintos es nuestra ubicación geográfica, que nos convierte en puerta a Europa desde África y Sudamérica.
Gestionar eficazmente la migración, protegiendo las fronteras exteriores y atendiendo a los solicitantes de asilo es una prioridad para la UE. El pasado mes de abril, el Parlamento Europeo aprobó su posición sobre el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo, que tendrá que estar concluido en febrero de 2024. Este Pacto establece procedimientos mejorados y más rápidos en todo el sistema de asilo y migración de la UE. El sistema propuesto fomenta la contribución flexible de los países de la UE y comprende desde la reubicación de los solicitantes de asilo desde el país de primera entrada hasta el retorno de las personas que se considere que no tienen derecho a quedarse. Aquí en España, a la espera de ese Nuevo Pacto, la manera de actuar es la siguiente: si la comunidad autónoma a la que llegan los migrantes no puede asumirlo, el Gobierno distribuye por todo el país a los inmigrantes, según la disposición de plazas y las necesidades de los que acaban de llegar. Esa labor se hace en colaboración con cerca de una veintena de ONGs que son contratadas para aportar su conocimiento y experiencia en este tema tan sensible.
Como podemos apreciar, la política migratoria es una política global que requiere del esfuerzo y compromiso de todos y que debe desarrollarse con perspectiva humanitaria. Los inmigrantes vienen porque no existe futuro en su país de origen. Y no hay fórmula mágica que ningún gobierno tenga para afrontar esta situación, sólo el rigor, el compromiso, la solidaridad y la empatía. Tratar a los que vienen como nos gustaría que tratasen a nuestros hijos e hijas si algún día, por desgracia, tuvieran que vivir esa situación. Ponerse en los zapatos del otro.
No hay magia para gestionar estas mal llamadas crisis, pero una potente política global de ayuda al desarrollo ayudaría a que la tierra de dónde vienen los migrantes dejara de ser un lugar inseguro donde no se puede vivir. La cooperación al desarrollo tiene que ser un pilar fundamental en las políticas que se implementan para afrontar este fenómeno, si aspiramos a regularizarlo algún día. Así lo vieron los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, que hicieron una decidida apuesta por esta. Desgraciadamente, durante los posteriores Gobiernos del PP el gasto en cooperación sufrió un recorte del 70%, unido además a un desplome en la ejecución del presupuesto, pasando del 86% en el periodo de 2007 a 2011, con el PSOE en el gobierno, al 55% con el PP.
Por si esto fuera poco, en España estamos asistiendo en las últimas semanas a un espectáculo lamentable y bochornoso, en el que algunos dirigentes del Partido Popular, encabezados por la Presidenta de la Comunidad de Madrid, están tratando de utilizar de manera oportunista la llegada de inmigrantes africanos a Canarias para atacar al Gobierno de España. Mientras Feijóo guarda un clamoroso silencio sobre esta cuestión, Ayuso ha desplegado un discurso similar al de Abascal y la extrema derecha, hinchando artificialmente el asunto, llegando a decir que el Gobierno de Pedro Sánchez está enviando inmigrantes ilegales de Canarias a la Península «con nocturnidad» y con el objetivo de «quitárselos de encima», o que el Gobierno de España “se dispone a repartir a miles de inmigrantes entre las comunidades autónomas en un momento de máximo temor por la seguridad nacional”.
Estas manifestaciones e intentos de instrumentalización oportunista del asunto por parte de algunos dirigentes populares capitaneados por Ayuso contrastan con la actitud que tuvieron hace año y medio con la llegada de miles de refugiados provenientes de Ucrania. ¿Acaso la solidaridad con quienes de manera desesperada vienen huyendo de la guerra y el hambre depende del color de la piel? Mejor harían en hablar con sus compañeros de Partido de Canarias, de Ceuta o de Melilla, para que les expliquen lo que sucede allí y entiendan realmente que es España y así, quizás, dejen de anteponer sus ansias de atacar a Pedro Sánchez por encima de ser solidarios con quienes llegan a nuestro país y con los ciudadanos españoles que viven en estas regiones y localidades de especial presión migratoria.
Usar este tema como arma arrojadiza con un discurso con tintes xenófobos y aporofóbicos, lejos de ayudar lo único que hace es fomentar el miedo y el odio al diferente. No es justo, ni es ético ni es moral. Es una indignidad.