El pasado viernes la Asamblea de Madrid celebró un Pleno Extraordinario para conmemorar sus 40 años de existencia, así como el cuarto de siglo transcurrido desde el traslado de la Cámara desde su sede original, en el viejo Caserón de San Bernardo, a su actual sede en el distrito de Puente de Vallecas. Un acto solemne, que contó con la participación de presidentes y expresidentes, tanto del parlamento autonómico como de la propia Comunidad de Madrid, así como con los actuales portavoces de los Grupos Parlamentarios con representación, Partido Popular, Más Madrid, PSOE-M y Vox.
Dentro del marco de los importantísimos cambios políticos y sociales que vivió nuestro país con la vuelta de la democracia y la aprobación de nuestra Constitución, se sitúa el Título VIII por el que se sentaban las bases de un nuevo modelo territorial, el Estado Autonómico. Sobre este pilar, el Congreso de los Diputados aprobó el Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Madrid el 22 de febrero de 1983, entrando en vigor el 1 de marzo de ese mismo año. Toda la arquitectura institucional de la Comunidad de Madrid se constituye a partir del Estatuto y se fue desarrollando tras las primeras elecciones autonómicas celebradas el 8 de mayo de 1983 en las que el PSOE obtuvo la mayoría absoluta. Entre estos organismos destaca la Asamblea de Madrid, que como definen los artículos 8 y 9 del Estatuto es la primera de las instituciones de autogobierno de la Comunidad de Madrid, siendo el órgano representativo y legislativo del pueblo de Madrid.
Desde aquel lejano 1983 hasta el 2023 de ahora se ha desarrollado el modelo autonómico que configura nuestro Estado, consolidando a las Comunidades Autónomas mediante el fortalecimiento de sus instituciones propias y ampliando su marco competencial. La Comunidad de Madrid y la Asamblea de Madrid no han sido ajenas a esta evolución. Desde Joaquín Leguina como presidente del Ejecutivo y Ramón Espinar al frente de la Cámara hasta los actuales Isabel Díaz Ayuso y Enrique Ossorio, ambas instituciones han experimentado importantes transformaciones hasta llegar a nuestros días en los que nos encontramos con la gran paradoja de tener una Comunidad de Madrid plenamente asentada dentro del Estado de las Autonomías y una Asamblea de Madrid, su institución más importante, cada vez más debilitada en sus funciones y en su imagen pública por expreso deseo del Gobierno Regional, quien día tras día se afana en vaciar y ningunear al Parlamento Autonómico.
Hace semanas ya me referí a esta situación en otro artículo. Señalaba entonces como la responsabilidad de un Gobierno de dar cuentas ante un Parlamento es la verdadera piedra angular del parlamentarismo, ya que sin responsabilidad no se puede difundir la legitimidad democrática desde el Poder Legislativo hacia el Ejecutivo, tal y como lo recoge nuestra Constitución. Además de legislar, el Parlamento tiene entre sus funciones (casi diría entre sus obligaciones) la de controlar la acción del Gobierno, disponiendo para ello de diferentes herramientas e instrumentos. Sin embargo, tal y como denunciaba entonces, en la Comunidad de Madrid nos encontramos con el obstruccionismo y bloqueo que practica permanentemente el Gobierno de Díaz Ayuso y el Partido Popular en la Asamblea de Madrid, cercenando iniciativas, limitando el control al Gobierno y el debate político. En definitiva, debilitando nuestro Parlamento regional y haciendo que el intento de los representantes madrileños de ser útiles a la ciudadanía se convierta en poco menos que una misión de audaces.
A ese debilitamiento en las funciones de la Asamblea de Madrid hay que unir el descrédito institucional ocasionado a la Cámara con la proliferación de descalificaciones, y falta de respeto institucional y personal que están a la orden del día. La pasada semana ya me referí a ello, otra vez, cuando decía que las instituciones son la piedra angular del Estado democrático de derecho y que por eso es fundamental para la buena salud de nuestra democracia que todos los ciudadanos las respeten y crean en ellas. Las continuas controversias en las que se ve envuelto el Gobierno de la Comunidad de Madrid, no hacen sino aumentar ese descredito institucional, inédito en otras regiones.
De los discursos del pasado viernes, durante el Pleno Extraordinario conmemorativo, me llamó la atención las palabras del expresidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. «Aquí no hay discursos identitarios, aquí hay un sentido de servicio público a los ciudadanos. Eso es lo que nos da sentido y hemos cumplido en estos 40 años». Palabras acertadas pero equivocadas en el tiempo. En el Madrid de Isabel Díaz Ayuso y su “forma de vivir a la madrileña”, precisamente se usa el discurso identitario para separarnos y diferenciarnos no sólo de otras regiones, sino también entre madrileños, estableciendo dos categorías, los nuestros y los otros. Mal camino para que una sociedad avance y progrese.
Es imprescindible recuperar el respeto en política, tal y como señaló Juan Lobato el pasado viernes. Y eso pasa por respetar y por cuidar a nuestras instituciones. La Comunidad de Madrid necesita que el Parlamento Regional recupere su vigor a través del pleno desarrollo de sus funciones, que sea esa Cámara de representación del pueblo de Madrid, símbolo de su autogobierno. Cuarenta años después de su nacimiento la Asamblea de Madrid es más necesaria que nunca.