Siempre entendí que el poder legislativo tenía como misión “crear” las leyes que luego el poder judicial tenía por cometido hacer cumplir. Ahora resulta que no. En esta nueva era política capitaneada por el “mudador de opiniones”, Pedro Sánchez, y “servilizada” por el (tri)ministro Bolaños –háganse cuenta de que en la administración Sánchez se puede ser ministro sin oficio o diplomático sin carrera– todo es posible por inverosímil que a un (in)sensato pudiera parecer. Pues bien, el ministro Bolaños en una nueva filigrana comunicativa nos ha dicho que el supuesto terrorismo del ‘procés’ no puede ser comparable con el terrorismo de ETA, esto es, «lo que todos entendemos por terrorismo”. Lo ha dicho tras acordar con Junts la inclusión de los acusados por delitos de terrorismo durante el “proces” en la Ley de Amnistía y después de que el Gobierno hubiera dicho por activa y por pasiva que “los delitos de terrorismo no tenían cabida en la Ley de Amnistía y que esa era una línea roja que no se podía traspasar”. Pues se ha traspasado.
Que el Gobierno traspase sus propias líneas rojas ya no sorprende a nadie después de haberlas desdibujado, pisoteado o vilipendiado; “no pactaré con Bildu”, “no habrá Ley de Amnistía”, “no voy a permitir que la gobernabilidad de España descanse en partidos independentistas”, “no permitiré que políticos indulten a otros políticos”… Pero que nos trate –a los españoles– por imbéciles empieza a ser una constante insoportable.
Dice ahora el hiperbólico ministro que “el terrorismo está (sigue) exceptuado de la Ley de Amnistía… cuando sea una violación grave de Derechos Humanos (…)”, y de esta manera nos queda una Ley campanuda –hasta la próxima exigencia del señor Puigdemont– porque supera a la “impecable” Ley anterior y se adecua al derecho internacional. En definitiva, lo que nos está diciendo el ministro es que hay “categorías” de terrorismo, quedando así los “malos” –excluyo por oxímodo el terrorismo bueno–, los “muy malos” y los “malísimos”: los malísimos –lease el terrorismo de ETA– quedan excluidos de la Ley, está claro; los muy malos –los que supongan una violación de Derechos Fundamentales que no Humanos– estarían incluidos dentro de la Ley, no vaya a ser que alguno de los condenados pudieran haber atentado contra éstos; y, por último, los sólo malos, que deben referirse a esos que practicaban “los chicos de la gasolina” –que decía Arzallus– y que quedarían incluidos en la Ley. Yo supongo que, después de esta conspicua categorización de tan ilustre jurista, aproveche el Gobierno para adjuntarla –trámite de urgencia mediante– al artículo 573 del código penal no sea que por un defecto de forma se lleve al traste una Ley tan pacificadora como la que está en trámite parlamentario. Solo le pido al ministro que no le dé por categorizar más delitos del código penal no sea que categorice también la violaciones sexuales en malas, muy malas y malísimas y la tengamos de nuevo con la Ley del solo sí es sí.
Aprovecho para agradecerle al sr. ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con la Cortes la constatación de lo que todos entendemos por terrorismo al tiempo que nos haya ahorrado la explicación de lo que significa que se nos trate por imbéciles. Máxime cuando lo más relevante en la vida y en la política es saber que la verdad es la realidad. Es muy de agradecer.
Rábago