jueves, noviembre 21, 2024
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La verdad siempre será la mejor opción

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Pedro Sánchez –en un alarde epistemológico– nos advirtió con solemnidad que “lo más relevante es saber, en la vida como en la política, que la verdad de las cosas es la realidad”. Al tiempo de tan notable aseveración, debió de advertir que aplicada esta teoría a Feijóo respecto a su posición con la ley de amnistía, le obligaba a asumir la verdad de que Feijóo no había accedido al chantaje de Puigdemont para investirse Presidente. Esta irremisible realidad le conducía a que, si Feijóo no había aceptado el chantaje, él si lo había hecho.

Siendo esto una realidad insoportable, según su reciente descubierta virtud filosofal –una verdad desvelada–, Pedro Sánchez se convertía en un chantajeado, Puigdemont en un chantajista y Feijóo en alguien que no se ha dejado chantajear. Es muy posible que adentrado en tal encrucijada filosofal se planteara la negación de la Ley de Identidad de Parménides que afirma que lo que es es y lo que no es no es, pero debió de suponerle una enorme traición a tan insigne presocrático, máxime en su actual estado de excitación filosófica. Así que siendo un hombre con recursos –como es nuestro Presidente– tiró ya no de viejos apriorismos filosóficos, sino de modernas técnicas de manipulación para transformar una verdad incómoda en una realidad distorsionada. Tiró de posverdad.

La posverdad es un neologismo que se define como una distorsión de la realidad primando las emociones y las creencias personales frente a los datos objetivos. También se la conoce como mentira emotiva: “cambio de opinión” emotiva para el caso de Sánchez. Bajo este principio –poco filosófico, hay que decir– encontró recurso a su encrucijada afirmando “su convicción de que si Feijóo no dependiera de Vox habría aprobado la amnistía”. El ardid no funcionó como él esperaba pues la afirmación la hizo a primeros de diciembre del año pasado y no tuvo el eco mediático esperado. Pero hombre taimado, como se presume al Presidente, esperó una mejor ocasión para darle validez a su hipótesis. Y hete aquí que quien espera haya.

En un off the recorden lenguaje periodístico, comentario que se hace de modo confidencial o extraoficial y que no puede divulgarse–, el Partido Popular reconocía que tardó 24 horas en rechazar la propuesta de Puigdemont, que estaría dispuesto a plantearse un indulto condicionado y que tenía dudas de que finalmente se condenase a Puigdemont por terrorismo.

Este off the record ha provocado ríos de tinta en medios periodísticos advirtiendo de un giro de posición del PP respecto a la amnistía y Puigdemont. Pero, sobre todo, fue utilizado como tabla de salvación de Sánchez para validar su perifrástica posverdad de que Feijóo hubiera hecho lo mismo que él si hubiera tenido la oportunidad que le negaba, por otro lado, Vox. Tampoco ha tardado Vox en salir al paso de la oportunidad para tratar de sacar rédito electoral.

La realidad –la verdad según Sánchez con el permiso de Aristóteles– es que Feijóo no ha aceptado el chantaje de Puigdemont; que el PP no ha cambiado su discurso, desde 2021, de que el indulto a los del procés, siendo legal, es inmoral, y que, de otorgarse, solo podía hacerse bajo las premisas de petición de perdón, compromiso con la Constitución y la promesa de no volver a cometer; y que el PP vea difícil la condena por terrorismo a Puigdemont, no es de extrañar visto el carajal de la Justicia.

La verdad es que Sánchez, una vez más, ha creado una nueva realidad paralela a la que se han sumado todos sus socios, quizás ante una realidad electoral insoslayable. Sonroja ver, a quienes han hecho de la mentira su vocación, achacar a los demás lo que sólo a ellos pertenece por méritos propios. Sonroja ver a la mitad de su gobierno acusar al PP de mentir, los mismos que han tratado de hacernos creer que lo que ayer tildaban de inconstitucional, hoy se ha vuelto constitucional. Sonroja aún más recordar las palabras de Carmen Calvo –catedrática de derecho constitucional y exvicepresidenta primera del Gobierno– advirtiendo en sede parlamentaria a los separatistas que “la amnistía no era planteable en un Estado constitucional y democrático”. Ahora elevada a la Presidencia del Consejo de Estado. ¡Qué méritos!

Alguien podrá afirmar que el PP ha pecado de candidez en el manejo de este asunto. Pero nadie podrá sostener que nos han mentido. Deducir que “tardar 24 horas en rechazar la oferta de Junts” es lo mismo que “plantearse durante 24 horas la amnistía a Puigdemont” no solo es mucho suponer, sino que es acomodar una realidad distorsionada a una necesidad desvirtuada. El PP no debe olvidar que se la está “jugando” con trileros de la política. Y ante ellos, la verdad se abrirá paso como la mejor forma de hacer política; defenderla y perseguirla no es una opción, es una obligación. Aún, cuando hoy esté devaluada.

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