jueves, noviembre 21, 2024
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Entender lo que dicen las urnas

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Agustín Vinagre Alcázar
Agustín Vinagre Alcázar
Agustín Vinagre Alcázar Diputado Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid. Presidente de la Comisión de Presupuestos y Hacienda

Se dice no sin razón que hasta que las urnas no se abran y se cuenten los votos, nada está decidido.  ¿Cuántas veces hemos dado por descontado un resultado que luego el recuento electoral se ha encargado de desmentir? El pasado 18 de febrero no ha sido una de esas veces, no hubo sorpresas pese a la tensión y los nervios de la última semana. Galicia habló a través de las urnas y dejó claro que quería que siguiera gobernando el Partido Popular, otorgándole una nueva mayoría absoluta. A pesar de la evidente falta de un proyecto de futuro para Galicia a la altura de sus posibilidades que impida que los jóvenes abandonen la región, a pesar de la ausencia de carisma de Rueda y de su falta de respeto a toda la ciudadanía al negarse a acudir a los debates de campaña o entrevistas con periodistas, a pesar de la errática campaña electoral del PP nacionalizando la campaña los días pares y tratando de hacerla local los impares, como digo, a pesar de todo esto, el PP obtuvo la mayoría absoluta. 

Cabe ahora hacer algunas reflexiones y responder a algunas preguntas que nos ayuden a entender y comprender el resultado electoral y dimensionarlo dentro del marco adecuado, pensando en el presente, en lo inmediato, pero sobre todo tratando de establecer un posible horizonte de futuro.

¿Cómo es posible que pese a todos los gaps que tenía y tiene, el PP en Galicia ganara las elecciones? Por la falta de una alternativa fuerte y real, capaz de movilizar el electorado progresista que vota en las elecciones municipales y sobre todo en las generales y que a su vez no despierte miedo en el electorado moderado y movilice al de derechas. Pese a las palabras de la candidata Ana Pontón la noche electoral cuando decía, tras conseguir el BNG su mejor resultado electoral histórico (de 19 a 25 escaños), “esta organización ha obtenido un resultado que rompe con todos sus techos, y lo que se ha demostrado es que no tiene techo”, la realidad es que si existe ese techo. El BNG, en el mejor contexto posible, no sólo fue incapaz de captar apenas voto moderado, sino que, además, movilizó al votante de derechas. De esta forma, se explica la victoria del PP a pesar del incremento de la participación. Un dato significativo, el bloque de izquierdas creció respecto a las elecciones municipales en el voto urbano, ganando a la derecha. Sin embargo, el bloque de derechas también creció en ese mismo ámbito y con más fuerza, recortando la desventaja que tenía, pasando de los 105.000 votos de las municipales a 47.000 del pasado 18-F.

A esto hay que sumarle el mal resultado electoral obtenido por el PSdeG, cinco diputados menos (pasando de 14 a 9), en su peor registro histórico tras una campaña en la que no fueron capaces de remontar y quitarse de encima la imagen de partido subalterno de los nacionalistas. Así, lastraron las opciones de cambio en Galicia, poniendo a la vez de manifiesto que para que dicho cambio sea posible es preciso el impulso y la fortaleza de los socialistas. No cabe duda que en el PSdeG  y en el PSOE tenemos que abrir una reflexión sobre lo sucedido. No podemos hacer como que esto no importa o importa poco. No creo justo achacarle el resultado a José Ramón Gómez Besteiro, el quinto candidato del PSdeG desde el 2009. Quizás esa falta de continuidad y de tiempo, en contraposición a lo que ha hecho el BNG con Pontón (ocho años ya encabezando a los nacionalistas), explica en buena medida el resultado electoral. Las palabras del Secretario General del PSOE y Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hace unos días, hablando de la necesidad dentro del PSOE de “consolidar liderazgos fuertes” en las comunidades autónomas tienen mucho que ver con esto. La consolidación requiere tiempo para trabajar.

¿Qué ha sucedido con Sumar y Podemos? Es fácil responder a esta cuestión. Una vez más ha quedado demostrado que la división penaliza, por si alguien tenía aún dudas. Un segundo aspecto que considerar es el grave error en el que han incurrido al pensar que con marketing, redes sociales y cierto liderazgo mediático se puede construir una opción política con vocación de permanencia sin implantación territorial ni estructura orgánica reglada y consolidada.

¿Es extrapolable este resultado de las elecciones gallegas a al conjunto de España como pretende el PP de Feijóo?  Es evidente que no. Argumentos no faltan, empezando porque la ciudadanía cada vez disocia más el voto en función del tipo de elección. No se vota igual en unas autonómicas que en unas municipales o unas generales. Tampoco hay que perder de vista la propia singularidad de Galicia. El resultado electoral del pasado 18-F indica lo que opinan los gallegos, no todos los españoles. Por otro lado, no parece que el debate nacional, con la amnistía en el primer plano, haya influido. Si no, ¿cómo explicar el trasvase de votantes del PSdeG al BNG, partidario de la amnistía? ¿O cómo entender que no haya afectado electoralmente al PP el encuentro con periodistas de Feijóo en el que, en una pirueta inverosímil en el aire, comentó que estaría dispuesto a conceder el indulto a Puigdemont?

¿Conclusiones que podemos extraer de todo esto? La primera, que la izquierda gallega y española tiene que decidir si realmente quieren gobernar o no las diferentes instituciones. Si es así, cómo parece lógico pensar, eso pasa por trabajar en generar las condiciones optimas que permitan ganar las elecciones. Es decir, construir y consolidar liderazgos sólidos y consolidados, con apego al territorio y con organizaciones con implantación territorial que permitan que el proyecto político adquiera capilaridad. La segunda, que se ha demostrado que allí donde no existe la posibilidad de una alianza entre el Partido Popular y Vox, el electorado moderado o transversal no se moviliza para votar a la izquierda. Bien haría en reflexionar profundamente sobre ello la cúpula popular. La tercera y última, que de momento todos aquellos dentro y fuera que estaban ya apuntando a Feijóo tras el ¿desliz? (el enésimo) del indulto a Puigdemont, tienen que continuar esperando. 

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