Como cada año, cuando llega la Semana Santa, en España se establece una pausa en nuestras rutinas para intentar disfrutar de unos días de descanso y de respiro. Los problemas, las preocupaciones, los retos por afrontar o las decisiones por tomar siguen ahí, esperándonos, pero la inmensa mayoría de la población, si puede, hace una parada durante esos días. Sin duda, las vacaciones escolares contribuyen a esta parada, pero no es menos cierto que la creciente necesidad que tenemos de encontrar “refugios” en el calendario para conseguir resistir al estrés al que estamos sometidos en la sociedad actual y preservar nuestra salud física y mental, es un factor que cada vez influye más.
Además, para la cultura cristiana, la Semana Santa, o como se le llamaba antiguamente, Semana Mayor, es una de las celebraciones anuales más importantes que conmemora la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo. La Semana Santa es una fecha importante de reflexión para los cristianos y un momento donde muchos creyentes aprovechan para encontrar respuestas desde una perspectiva psicológica y emocional gracias al espacio de calma, desconexión y a los valores que se promueven durante esta festividad, como el amor, el perdón, la humildad, la esperanza, entre otros. Es por tanto uno de los momentos anuales de mayor intensidad litúrgica y ritual del cristianismo.
La política no es ajena a esta pausa general que recorre durante estos días España. Aunque observemos una ostensible bajada de los decibelios del ruido mediático y de la crispación que nos asolan en estos tiempos, siguen abiertos todos los frentes que están generando un enfrentamiento y una tensión en la vida política y en la sociedad desconocidos hasta ahora en nuestra democracia. Hay dos trasfondos en el ambiente, las presuntas tramas de corrupción y la propuesta de Ley de amnistía, aprobada por mayoría en la Cámara Baja y que ahora se encuentra en el Senado. Ambas cuestiones seguirán muy presentes tras esta pequeña tregua que nos ha traído la Semana Santa. Mucho me temo que estos días se convertirán en un oasis en mitad del desierto. Tras el Domingo de Resurrección, volveremos donde lo dejamos unos y otros. El PP seguirá inflamando la calle y realizando un uso torticero de las instituciones, convirtiéndolas en un instrumento a su servicio para boicotear la gobernabilidad de España, tal y como estamos viendo con lo que está sucediendo en el Senado. La extrema derecha continuará en su estrategia del señalamiento y de la extensión del odio, de la crispación y de la polarización extrema como forma de hacer política. Los independentistas seguirán en su laberinto, tratando de encontrar una salida, con la vista puesta en las inminentes elecciones autonómicas. Las denominadas “fuerzas a la izquierda del PSOE” (mucho se podría discutir sobre esto y daría para un artículo) proseguirán en sus intentos de reorganizarse y definirse. Y el Gobierno del Presidente Pedro Sánchez, perseverará en su intento de gobernar, a pesar de las dificultades, pensando en la ciudadanía, poniendo el bienestar de las personas por encima de cualquier otra cuestión, esto es, generando convivencia y procurando el progreso y bienestar de todos los españoles.
La celebración actual de la Semana Santa tiene una cierta repercusión política. No solo porque todavía se mantiene viva la devoción en la comunidad cristiana. Las solemnes procesiones que recorren las calles de nuestras ciudades y pueblos son acontecimientos inciden en la sociedad. Celebrar la muerte y resurrección de Jesús tiene un significado político para quienes estamos en política, entendida esta como vocación de servicio público, y para la ciudadanía en general. Porque aquella muerte y su posterior resurrección fueron consecuencia de su conducta histórica: Jesús puso todas sus facultades al servicio de la vida digna de todas y cada una de las personas. Lo que hoy llamamos bien común. ¿les suena de algo? Estas últimas semanas hemos visto lo que hacemos unos y otros y quienes queremos verdaderamente estar a la altura para afrontar el reto de construir una España mejor para todos y todas.
Ojalá que estos días de pausa sirvieran verdaderamente para la reflexión y para interiorizar algunos de los valores que en la tradición cristiana representa la Semana Santa: el perdón, la humildad, la solidaridad y el amor.