Estamos ya inmersos en plena Semana Santa, una festividad católica muy arraigada en nuestro país y en nuestra historia común como nación, más allá de las creencias de cada uno en una España con libertad de culto y pensamiento.
Con el devenir de los años, la Semana Santa supone unos días de descanso y de vacaciones en mitad del primer semestre del año, que los españoles aprovechan para volver a sus raíces, para profesar su Fe o simplemente, para alejarse de sus domicilios y disfrutar de unos días de desconexión del día a día.
Son muchos, millones, los compatriotas que estos días inundan los diferentes actos religiosos de la Semana Santa que a lo largo de nuestra geografía se celebran.
En silencio, muchos millones de personas renuevan y hacen profesión de su fe, y conmemoran la muerte de Cristo para salvarnos a todos. En una intimidad compartida con sus hermanos, los católicos viven estos días con sentimiento, compromiso y pertenencia a una comunidad que solo busca el bien para todos, sean cristianos o no.
Sevilla, Zamora, Valladolid o Ávila, solo por citar algunas ciudades, reciben miles de visitantes para participar en las diferentes procesiones y liturgias que tienen lugar. También la comunidad de Madrid suma a su permanente gran oferta cultural, una Semana Santa cada vez más visitada y prestigiosa. Junto a los actos que se celebran en Madrid ciudad, en el resto de la región disponemos de hasta 8 fiestas que han sido declaradas de interés turístico regional en Morata, Carabaña, Daganzo, Móstoles, Parla, San Lorenzo del Escorial, Torrejón y Villarejo de Salvanés, todas ellas con una extensa programación. Se suman todas estas a la Semana Santa de Alcalá de Henares y de Chinchón, fiestas de interés turístico nacional. En todos ellos podemos disfrutar de una agenda de actos completa, subrayando en el caso de Morata y Chinchón, la participación total de sus vecinos en la Pasión o el Vía Crucis.
Sin embargo, y a pesar de la devoción de millones de españoles y la numerosa participación en los eventos y celebraciones, el presidente del gobierno Pedro Sánchez no felicitará a los católicos estas fiestas al contrario de lo que hace con otras religiones, ya que su intolerancia y sectarismo no se lo permite.
Los católicos están al otro lado del muro que este Gobierno ha construido y en el que ha situado a los militantes de los partidos de derechas, a los ex socialistas críticos con su gestión, a los periodistas que no repiten sus consignas y osan ejercer de cuarto poder independiente, a los jueces y personal de la administración de justicia que aun resisten en su creencia en la separación de poderes, a los que creen en una historia y un futuro común como nación, y en definitiva, a todos los que no adoran a este nuevo Dios que cree haber llegado a la más alta magistratura de la nación para salvarnos.
Por ello en estos días, más que en ninguno a lo largo del año, se ve la pequeñez de Pedro Sánchez y su cortedad de miras. Un gobernante que ha sacrificado la convivencia entre todos para seguir gobernando, a pesar de perder una elección tras otra, nos demuestra la falta de escrúpulos, moral y decencia pública que los gobernantes nunca deberían tener.
Pedro Sánchez y su manera de ejercer la gobernanza sin ningún valor ético ha trascendido de lo que es la lucha partidista tradicional, ya que sus modos no son propios de una democracia europea fuerte.
Y a esta manera de gobernar ahora debemos sumarle que la corrupción parece haber invadido toda su organización política, y también la familiar. En una investigación judicial y policial que aun parece estar dando sus primeros pasos, ya empieza a asomar que esa manera tan personalista de gobernar, y que no es otra que el abuso de poder sin límites se traslada a todos quienes rodean al presidente, empezando por su alcoba.
Por lo que se va sabiendo, nunca en la historia de nuestra democracia la pareja del Presidente del Gobierno había usado su posición para desarrollar una frenética carrera mediadora empresarial con la complicidad del presidente en la organización y participación en eventos y viajes oficiales, y lo que sería tremendo y definitivo de confirmarse, en la toma de decisiones en el Consejo de Ministros de los que debería haberse ausentado cuando menos.
Esto es lo que ha colocado al presidente contra las cuerdas y lo que le lleva en su nerviosismo creciente, cual escorpión acorralado, a intentar matar políticamente a sus adversarios, rebasando todos los límites del estado de derecho en cuanto al uso de los mecanismos del estado en contra de los políticos que más le molestan. De esta manera y no otra, se explica que se usen públicamente informaciones confidenciales de organismos públicos, para defenderse de las investigaciones contra su corrupción.
Pedro Sánchez está viviendo, de esta manera, semanas de nervios y pasión que mucho me temo irán “in crescendo”. Sin embargo, y en su pequeñez como antes decía, y respecto a la verdadera Pasión que se vive en las calles de toda España estos días, la figura de Sánchez solo admitiría un paralelismo con aquel Judas Iscariote que nos traicionó a todos tras la última cena. A fin de cuentas, desde aquel día, la figura del traidor es algo consustancial a la naturaleza humana.