El lunes a las once de la mañana Pedro Sánchez anunció su decisión de seguir como presidente del Gobierno y de no rendirse ante la campaña de acoso y derribo con la que se pretendía cancelar política y personalmente a un gobernante para forzar su renuncia y la convocatoria de elecciones anticipadas. Se impuso la responsabilidad frente a la comprensible, desde el punto de vista humano, tentación de poner fin a una situación que le había quebrado emocionalmente. Poco después, el cantante Coque Malla ponía en su perfil de la red social X una foto de Pedro Sánchez con la palabra “bravo”. Quizás Coque sólo estaba expresando el sentimiento de alivio de que los bulos y las mentiras no pudieran hacer caer a un presidente del Gobierno legítimo, salido de las urnas, con una mayoría parlamentaria. Tal vez estaba contento con que hubiera ganado la democracia frente a la campaña de la “fachosfera”. Lo cierto es que al instante las redes sociales del cantante se llenaron de lodo, con mensajes destilando odio, a cuál peor, increpándole e insultándole. La respuesta de Coque Malla a ese lodo, cargada de sentido común, apelando al civismo, a la educación, al equilibrio y al debate, me hizo pensar que la carta de Pedro Sánchez había tenido sentido. Con una elegancia extrema el cantante cerraba su contestación, con la frase “son pocos, sí, pero es que gritan tanto y es tan feo lo que dicen…”
Esta reacción al mensaje de Coque Malla deja entrever algunas posibles consecuencias a la decisión de Pedro Sánchez de continuar como presidente tras los cinco días de reflexión sobre si merecía la pena o no. La primera de ellas, la permanencia de la polarización. La fractura política que vive nuestro país, con bloques irreconciliables que sólo parecen querer escucharse a sí mismos, se mantiene. Las declaraciones de Núñez Feijóo de estos días, tras el anuncio del presidente, siguen teniendo el mismo tono tremendista y descalificador, inflamando las más bajas pasiones. La segunda consecuencia, no menos evidente, es la constatación de la necesidad que tiene España de emprender una regeneración de la vida pública para que vuelva a imperar el respeto, la dignidad, los principios, en definitiva, que vuelva a prevalecer el juego limpio. En este sentido es al presidente del Gobierno a quien le corresponde liderar ese proceso de regeneración, tal y como ya está haciendo, planteando las reformas necesarias para corregir las disfunciones existentes y ayudar a crear el clima de respeto exigible para el normal funcionamiento de las instituciones.
Pedro Sánchez ha abierto un debate sobre el modo en que la legítima rivalidad ideológica puede llegar a sobrepasar todos los límites éticos. La carta de Pedro Sánchez es inusual desde el punto de vista de la política porque es del todo punto inusual en una democracia madura como la española una escalada de la crispación como la desencadenada por gran parte de la derecha política, social y mediática española desde el pasado 23 de julio. Hablamos de algo más que de un tono bronco y descalificador. Se trata de normalizar la rutina de la difamación, la deformación, la demagogia y la desinformación a lomos de medios y pseudomedios de comunicación y partidos políticos que parecen haber olvidado su vocación de Estado. Todo ello junto con una cada vez menos indisimulada colusión mediático-judicial, en la que se aúnan esfuerzos en una estrategia para destruir a un Gobierno de izquierdas y subvertir los pilares de la democracia, desvirtuando la voluntad colectiva expresada en las urnas. Como dijo Aznar, “el que pueda, que haga”.
Son pocos, sí, tal vez, como decía Coque Malla, pero los altavoces que tienen han conseguido retumbar tanto como para que un presidente del Gobierno se siente a reflexionar y nos siente a todos a pensar. Es necesario entender y conocer por qué esos altavoces son tan poderosos, quién y qué está detrás de ellos y como poner freno a sus campañas de linchamiento a través de los bulos, la difamación y la falsedad. Tal vez sería oportuno introducir mayor transparencia sobre las cuentas y los accionistas de los medios, así como establecer una regulación más estricta de la publicidad institucional, una fuente de ingresos de la que dependen muchos de los digitales que lanzan bulos. Y volver sobre un asunto incómodo y sin duda controvertido: la posible creación de consejos audiovisuales que pongan coto a las prácticas dañinas. De igual forma, en el ámbito judicial, sería prioritario darle una solución a la anomalía del Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces, que lleva más de cinco años sin renovarse por la oposición del Partido Popular. Resulta curioso que quienes acusan a Pedro Sánchez de querer politizar la justicia, son, precisamente, quienes llevan tiempo politizándola, negándose a la renovación del Consejo General del Poder Judicial porque tienen allí una mayoría conservadora que les favorece y no están dispuestos a perderla.
Son pocos, sí, tal vez, pero cada vez son más. Debemos reflexionar que le está ocurriendo a nuestras sociedades para que haya gente que odie tanto a otro ser humano como para intentar deshumanizarle a tal nivel que parezca un ser vil y cruel, carente de sentimientos. ¿Qué nos ocurre como sociedad para que un ser humano se permita el lujo de insultar a otro ser humano simplemente porque no piensa igual, olvidando algo esencial en cualquier democracia, la capacidad de poder entendernos y llegar a acuerdos desde nuestras diferencias? ¿Por qué se hace uso de la crítica despiadada que solamente persigue la destrucción del rival como persona, como vía de acceso al poder sustitutiva de las urnas, de destruir su dignidad sin el más mínimo fundamento? La Primera ministra de Escocia Nicola Strugeon reconoció, tras su dimisión, que no había sido capaz de reconducir el debate político hacia algo más racional. Es cierto que la emoción en política es muy importante pero no es menos cierto que la política emocional suele construir trincheras.
Una última y muy importante reflexión. No podemos permitir que se vuelva a relegar el papel de la mujer al ámbito doméstico, teniendo que sacrificar su carrera profesional en beneficio de la de su marido. Llevamos años construyendo una sociedad donde las mujeres no tengan que renunciar a su carrera profesional por la de sus maridos. El líder de la oposición, Núñez Feijóo, haría bien en reflexionar sobre sus “extrañas” declaraciones de hace unos días y aclarar que quiso decir exactamente cuando afirmó: “hay parejas de presidente del Gobierno que han dejado de trabajar para no tener ninguna duda al respecto”.