Tradicionalmente las elecciones europeas solían plantearse como un termómetro para medir fuerzas entre los gobiernos y la oposición de cada país. En España no va a ser diferente en esta ocasión. En medio del clima político más polarizado y crispado de la historia de nuestra ya madura democracia, inducido y alentado por las derechas, tanto el PP como Vox tratan de convertir las elecciones del próximo 9 de junio en una suerte de segunda vuelta de las elecciones generales celebradas hace casi un año, planteando a la ciudadanía un plebiscito sobre Pedro Sánchez y sus políticas. Para ello buscan movilizar a su electorado y convencer a los indecisos (si es que aún los hay), de dos maneras: por un lado retorciendo y tergiversando todo lo que tiene que ver con la llamada Ley de amnistía y sus posibles consecuencias y por otro explotando y enfangando miserablemente la investigación que está sufriendo la esposa del Presidente, Begoña Gómez, cuyo origen conviene recordar no es otro que una querella de una organización ultraderechista, Manos Limpias, basada en muchos recortes de prensa de dudosa veracidad y noticias aún más falsas que, hasta el momento, lo único cierto que se puede decir de todo ello es el resultado de la investigación de la Guardia Civil por orden del juez, un informe de 114 folios y seis anexos con una conclusión: ni rastro del tráfico de influencias. Mientras tanto, frente a la estrategia de las derechas, el PSOE trata de establecer un marco político muy claro y diferente: es momento de defender la Europa democrática e integradora que hemos construido durante todos estos años frente a la amenaza, cierta, de la ultraderecha y de unos conservadores que, cómo Feijóo aquí en España, han decidido llegar a acuerdos con quienes quieren volver a tiempos pasados y destruir el proyecto europeo. No cabe duda de que el resultado electoral puede condicionar el futuro inmediato de la legislatura en España, otorgándole de esta manera a estos comicios europeos una importancia mayor a la de otros. Habrá que ver que marco político se termina imponiendo en la campaña electoral y quién consigue movilizar más a su electorado. De esa capacidad de movilización dependerá en buena medida el resultado. También habrá que ver cómo opera la dispersión/concentración del voto de cada bloque. Parece observarse una creciente concentración del voto de izquierdas en torno al PSOE (Sumar y Podemos continúan en su particular pugna, generando confusión e incomprensión en su electorado), lo que explicaría una cierta sobreactuación de Sumar para intentar abrirse espacio. Por el lado de la derecha, la pugna entre el PP y Vox sigue en todo lo alto, con un Vox que parece llevar la iniciativa en el marco discursivo frente al seguidismo en el que parecen haber caído los populares.
Sin embargo, en esta ocasión, sin obviar evidentemente las lecturas de política nacional que puedan establecerse en cada país a raíz de los resultados, las elecciones europeas se han convertido en una cita trascendental para el futuro de la Unión Europea. Del resultado que las mismas va a depender su devenir político, económico y social, quien sabe, si incluso su propia supervivencia, al menos tal y como la hemos conocido y tal y como en su momento se concibió. La próxima legislatura (2024-2029) debe afrontar retos tan importantes como el reinicio de su expansión, las reformas económicas para continuar afrontando con éxito la digitalización y la transformación energética o la definición de una política de defensa que dé respuesta al desafío militar que hoy representa Rusia. Los cerca de 360 millones de ciudadanos de los 27 países que componen la UE tenemos con nuestro voto la decisión sobre cómo responder a los retos del futuro y que Europa queremos. Una Europa atenazada, dividida y replegada sobre sí misma bajo la influencia de la extrema derecha o una Europa fiel a sus valores fundacionales de integración, prosperidad compartida y respeto de los derechos humanos que sólo la socialdemocracia puede defender con garantías ante la claudicación de la derecha tradicional.
Estas elecciones europeas van a servir para medir hasta qué punto las propuestas de la ultraderecha en sus diferentes acepciones y versiones son capaces de abducir a quienes en estos momentos se encuentran desencantados de las instituciones y de la política ante la falta de expectativas y el miedo a un futuro incierto y que algunos pintan cada vez más negro. Ese voto antisistema, ese voto protesta que trata de encarnar una extrema derecha que juega con las necesidades de quienes tienen dificultades, señalando supuestos culpables, prometiendo resolver los problemas complejos de forma sencilla, pero sin ofrecer jamás soluciones viables. Esa extrema derecha que dice que la democracia no da de comer y que favorece a los corruptos y a los poderosos. Un relato que nos evoca a los peores tiempos pasados del siglo XX en Europa.
El próximo 9 de junio tenemos que decidir si deseamos avanzar o retroceder. Si apostamos por una España y una Europa donde la cohesión social siga siendo una seña de identidad o no. Si queremos una economía europea centrada en las personas, que combata la precariedad laboral, garantice la justicia fiscal y cuide el medio ambiente o no. El 9 de junio decidimos con nuestro voto si defendemos una sociedad abierta y feminista, donde la justicia, la diversidad y la tolerancia prevalezcan. Si es esta tu opción, tu voto está claro: vota futuro, vota Europa, vota PSOE.