Querido presidente:
En primer lugar, perdona que te tutee, pero creo que ya podemos hacerlo tras haberte convertido desde la pandemia en alguien familiar, en esa visita plomo que no acaba de irse, y tras haber establecido tan estrecha relación epistolar con nosotros en los últimos tiempos. ¡Ni aquella novia de verano me escribía tanto!
Es difícil dirigirte unas breves líneas pues tu actuación durante los últimos años necesitaría un libro del tamaño del Corán.
Si de hecho no tienes inundado con cartas de los españoles el buzón de correo de tu residencia oficial de invierno (en verano ya es más complicado localizarte pues repartes tu tiempo por muchos de los recursos de Patrimonio del Estado, residencias que originalmente se crearon para otros fines), es porque a pesar de intentar empatizar con los ciudadanos, los españoles sabemos que te importamos entre cero y nada.
Eso sí, yo al menos que tengo esta tribuna pública, quería expresarte como me siento tras ver la amargura que destila tu última misiva.
No te molestaste en dar explicaciones, ni en esas ruedas de prensa que ya no das (acabaron cuando el PP dejó el gobierno central), ni siquiera en sede parlamentaria, cuando ibas incumpliendo todas tus promesas electorales, cuando hiciste lo contrario de lo que habías prometido, y mucho menos cuando pactaste con quienes habías anunciado, con la solemnidad de alguien respetable, que jamás pactarías.
No diste ninguna explicación a la ciudadanía cuando pasaste de decir que no dormirías tranquilo pactando con Podemos o, mucho peor, cuando traspasaste las líneas rojas que los socialistas teníais de no acordar nada con Bildu, a meter a Pablo Iglesias en el Consejo de Seguridad Nacional o en el CNI, o peor, insisto, a meter a los herederos de Batasuna en la sala de máquinas del Estado. Lo mismo cuando “evolucionaste” en la promesa de traer esposado a Puigdemont, a peregrinar a Waterloo rogando que éste humillara a España aprobando una Amnistía probablemente inconstitucional, sólo por seguir tú durmiendo en La Moncloa.
En aquellos momentos callaste de manera indecorosa para un Presidente del Gobierno, un alto honor con el que reiteradamente demuestras no estar a la altura.
Sin embargo, ahora comenzamos los españoles a recibir, de manera compulsiva, cartas que nadie te ha pedido y en las que transmites la debilidad de alguien a quien le han pillado con las manos en la masa y se comporta como aquellos niños que, si perdían en los partidos entre amigos, se llevaban el balón a casa.
Pero esto es mucho más serio de lo que tú eres.
Nunca había pasado en la historia de la democracia española, casi seguro que tampoco en la de ningún país occidental, que la mujer del presidente del gobierno fuera imputada judicialmente por supuestamente haberse forrado, abusando de su posición de privilegio cuando su pareja es el máximo jefe.
Eso sí, tranqui Pedro que, a pesar de tus intentos por politizar y controlar la Justicia, esta Justicia, independiente y libre, sigue funcionando en España, y las repercusiones penales si las hubiera, ya se verán.
Lo que no es presentable es la dimensión ética del asunto. ¿Te imaginas la reacción de esos militantes que has colocado por todas partes recibiendo una carta de lo que debían hacer en cuestiones de contrataciones, subvenciones y ayudas, firmadas por la “Presidenta” (Patxi calamidad dixit)?
Ni uno ha fallado a Begoña, ni uno. Todos le han obedecido, supongo que algunos de manera inconsciente y otros porque también han accedido al reparto del pastel.
Conforme se va sabiendo más, Bego, la comercial que no era comercial, la catedrática que no había estudiado, la supuesta trabajadora de ONG que facturaba más que en la canción de Shakira, ha inundado con tu conocimiento (porque eso en casa lo habéis hablado muchas veces, “¿qué tal el día, cariño, has escrito hoy a Adif?”) toda la administración del estado y sector empresarial público con sus cartas de recomendación.
Ante esto, en esos países tan raros en los que los ministros dimiten hasta por plagiar tesis (también de esto sabes, pillín), cuando a uno le cazan, ya habría cogido la puerta de salida acompañado de su esposa.
Sin embargo, a ti que los aires caribeños y dominicanos tanto te inspiran, te ha dado por arremeter contra enemigos imaginarios (ha vuelto a decir ultraderecha, ¡chupito!), por ensuciar más la vida política y por cuestionar la limpieza de la Justicia, llevándonos irresponsablemente hacia el abismo como país. ¿De verdad se puede ser tan impresentable?
En cualquier caso, como no te vas a ir de ninguna de las maneras, antes disuelves esta vieja nación que tanto está sufriendo contigo, debes recibir de la ciudadanía un mensaje muy claro, la respuesta que necesitas.
El domingo es una buena ocasión de decir Basta ya, de decirte que no te aguantamos más ni a ti ni a este régimen sanchista en el que unos cuantos se están forrando, abusando del poder y de la infinita paciencia de los españoles.
En espera de que la respuesta te llegue muy clara, quedo tranquilo en la confianza de no volver a recibir ninguna carta tuya.
Atentamente