El pasado 19 de junio se cumplieron 10 años de la proclamación de Felipe VI como Rey de España. Entonces, en aquella sesión conjunta de las Cortes Generales, el monarca prometió instaurar una “Monarquía renovada para un tiempo nuevo”. Unas palabras con las que trató de poner distancia con el reinado de su padre, Juan Carlos I, tras su abdicación en medio de escándalos públicos y privados. El Rey subrayó ante los españoles que se proclamaba a un Monarca constitucional, y con la Carta Magna como guía, asegurando su fidelidad a la Constitución «como irrenunciable».
Diez años después ¿qué balance podemos hacer del reinado de Felipe VI?, ¿ha cumplido su palabra con los españoles? Para contestar correctamente es imprescindible analizar con detenimiento el contexto social y político de estos 10 años, así como la propia situación en la que se encontraba la institución en aquel momento, cuando Felipe VI fue proclamado Rey. Empecemos por esto último, resaltando la tremenda crisis reputacional en la que se encontraba sumida la Monarquía, asolada por los continuos escándalos que salpicaban a miembros de la Familia Real y que arruinaban la autoridad de la institución que ostenta la Jefatura del Estado. Esta situación obligó al Rey a tomar decisiones trascendentales, difíciles, que afectaban a su entorno familiar, pero que eran fundamentales si quería reflotar la imagen y el prestigio de la Casa Real. Veamos algunos ejemplos de estas decisiones: apartar a su hermana la infanta Cristina de la institución (a cuenta del Caso Nóos), la renuncia a la herencia de Juan Carlos ante las dudas sobre su origen ilícito habida cuenta de las investigaciones judiciales que se cernían sobre el rey emérito, la retirada de la asignación a Juan Carlos al hacerse públicos sus negocios, y el distanciamiento con este, expatriado a Abu Dhabi en el verano de 2020 cuando estaba siendo investigado por la Fiscalía Anticorrupción. También hay que destacar como, en línea con otras casas reales europeas, Felipe VI redujo de 16 a seis (los dos eméritos Juan Carlos y Sofía; Letizia Ortiz y él; y la princesa Leonor y la infanta Sofía) los miembros de la Casa del Rey, convirtiendo a la española en la Familia Real más pequeña de toda Europa, solo por delante de Noruega, que cuenta con cinco miembros. Además, en 2022 se impulsó un Real Decreto por el que la Casa Real iba a seguir unas normas de transparencia específicas, algo novedoso, hasta ese momento, en la institución: auditorías sometidas al Tribunal de Cuentas; publicación de presupuestos y de asignaciones de los miembros de la Familia Real; y publicación de los regalos recibidos. Medidas todas ellas dirigidas a devolver a la institución al camino de la ejemplaridad. De esta manera el Rey ha tratado de cumplir con lo que prometió a los españoles: transparencia, honestidad e integridad. Las palabras pronunciadas este pasado miércoles por Felipe VI durante la conmemoración de su coronación son muy esclarecedoras de todo esto: “Mi compromiso fue de total entrega a España”, reivindicando “actuar de forma responsable, asumiendo incluso el coste personal que ello pueda conllevar”.
Sobre el contexto social y político, conviene señalar que en los primeros años de reinado las voces antimonárquicas se habían multiplicado y eran más vigorosas, aupadas por el movimiento 15M y por el independentismo. Además, la inestabilidad política, ante la ausencia de mayorías claras que desembocaban en repeticiones electorales y constantes rondas de consultas para tratar de formar Gobierno, dificultaban la labor del Jefe del Estado. Sin duda, la situación política en Cataluña, con el plan rupturista de la Generalitat, ha sido el mayor desafío y el más grave al que ha tenido que enfrentarse el actual Rey. El momento más crítico de su reinado hasta el momento fue su alocución televisada del 3 de octubre del 2017, de poco más de 6 minutos, esperada con máxima expectación (tuvo un 77 % de audiencia), donde trató de trasladar firmeza y seguridad al país ante los «momentos muy graves para nuestra vida democrática» que se estaban viviendo por el desafío independentista al Estado. Felipe VI expresó su «compromiso como rey con la unidad y la permanencia» de España, que establece el artículo 56.1 de la Constitución. Hay quien dice que se extralimitó en sus funciones, o que mostró poca empatía hacia Cataluña. Personalmente creo que la situación era excepcional y ante la “ausencia” del presidente Rajoy, una vez más desparecido y paralizado, alguien tenía que trasladar certezas y seguridad a los españoles. Justamente lo que hizo Felipe VI.
Actualmente, la situación de polarización y crispación extrema que vivimos cada día en la vida pública, unido al cambio del modelo político donde el multipartidismo se ha consolidado, haciendo muy difícil la formación de gobiernos en solitario y dándole más protagonismo a las fuerzas nacionalistas e independentistas en la gobernabilidad del Estado, hacen que la figura del Rey adquiera más relevancia como elemento de equilibrio y estabilidad institucional. Las palabras pronunciadas por el monarca esta semana durante la celebración de su décimo aniversario en el Trono, indicando que “a la Constitución y a sus valores me he ceñido, y me ceñiré siempre, en el cumplimiento de mis responsabilidades” y asegurando que la Corona “contribuye a la estabilidad del sistema institucional y a la cohesión de la sociedad”, no dejan dudas sobre su vocación de servicio hacia los españoles. Tal vez Felipe VI no tenga el carisma ni el instinto político de su antecesor (ni falta que hace, me atrevo a decir); quizás aún quedan aspectos por renovar en nuestra Corona (cómo la prevalencia del hombre sobre la mujer recogida en el artículo 57 de la Constitución); seguramente las nuevas generaciones consideran de manera mayoritaria la monarquía un sistema arcaico y anacrónico (las encuestas sobre la monarquía revelan que quienes se muestran más ajenos, más alejados, son los jóvenes); pero nadie puede discutir que durante estos diez años, Felipe VI ha demostrado prudencia, moderación y sensatez, y ha aportado un elemento de estabilidad a nuestro país, desde los tres pilares sobre los que se asienta su desempeño como Rey: «Servicio, compromiso y deber».