sábado, noviembre 23, 2024
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Nuevos tiempos para Cataluña

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Agustín Vinagre Alcázar
Agustín Vinagre Alcázar
Agustín Vinagre Alcázar Diputado Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid. Presidente de la Comisión de Presupuestos y Hacienda

La sociedad catalana demostró su madurez en las elecciones del pasado 12 de mayo donde decidió con su voto dejar atrás el pasado, avanzar e iniciar un nuevo tiempo que garantizase la estabilidad y el progreso de una Cataluña integrada en el conjunto de España. El incontestable triunfo del socialista Salvador Illa, tanto en votos como en escaños, junto con la pérdida del soberanismo de la mayoría en el parlamento, por primera vez desde 1980, anunciaron un cambio de ciclo que suponía enterrar el procés, es decir, la vía rupturista puesta en marcha por los partidos soberanistas para canalizar sus reivindicaciones identitarias.

No obstante, era necesario certificar ese cambio de ciclo mediante la formación de una mayoría parlamentaria que permitiera investir a Salvador Illa. Durante estos meses se ha estado negociando intensamente hasta alcanzar un acuerdo de investidura entre el PSC y ERC, refrendado por las bases del partido independentista. El pacto recupera la inspiración reformista del catalanismo de izquierdas y parte de una declaración sobre su catalanismo compartido: federalista en el caso del PSC, independentista en el de ERC. Cuatro son los capítulos del acuerdo: la solución al llamado conflicto político, basada en el diálogo; el reconocimiento nacional de Cataluña y de su lengua; la continuación de las políticas públicas; y el más importante y también controvertido, el sistema de financiación “singular”. 

El acuerdo ha traído de nuevo al primer plano un tema tan sensible y complejo como es la financiación autonómica. La propuesta recogida en el acuerdo entre el PSC y ERC supone el mayor salto en la historia del autogobierno desde el Pacto del Majestic entre PP de Aznar y la CiU de Pujol en 1996, que, entre otras medidas, ¡oh sorpresa!, estableció un nuevo modelo de financiación autonómica con la cesión del 30% de la gestión del impuesto del IRPF a las autonomías. Harían bien Feijóo y el resto de los dirigentes del PP en recordar esto y dejar de descalificar la propuesta de financiación singular de Cataluña, que, cómo ya señalé en otro artículo hace semanas, fue el PP de Cataluña en el año 2012, liderado entonces por Alicia Sánchez Camacho, quien llevó esta misma iniciativa en su programa electoral, posteriormente apoyada en el 2016 a través de unas declaraciones por el entonces presidente de la Xunta de Galicia, un tal Alberto Núñez Feijóo. Que corta es la memoria de algunos y qué fácil es caer en el olvido, aunque afortunadamente ahí están las hemerotecas.

La primera consecuencia de este acuerdo entre PSC y ERC es más evidente y de mucho más calado:  un partido independentista apoya a un presidente no independentista, poniendo fin a la etapa de política de bloques que ha dividido durante más de una década a los catalanes a favor y en contra de la independencia. Por eso la votación en el parlamento catalán y la elección de Salvador Illa como como presidente de la Generalitat de Cataluña con los votos del PSC, ERC y Comuns Sumar supone cerrar el procés e iniciar una nueva etapa donde se impondrá el diálogo y el pacto sobre el unilateralismo rupturista como fórmula para conseguir el incremento gradual del autogobierno. El cambio de mayorías se consuma; viene una legislatura de catalanismo de izquierdas. El eje ideológico sustituye al eje nacionalista. Salvador Illa es el principal protagonista del éxito socialista, pero también es un triunfo de Pedro Sánchez, que ha visto avalada su política de distensión y de diálogo hacia Cataluña, con apuestas tan complicadas como los indultos y la ley de amnistía.

La primera evidencia de este nuevo tiempo lo hemos visto en las palabras de Salvador Illa, tras su toma de posesión, expresando su deseo de que todos los ciudadanos se sientan representados por la Generalitat y en el que se ha conjurado contra “los planteamientos divisivos que ponen en riesgo la unidad y convivencia”, recogiendo el lema de su campaña de “unir y servir”. El brutal contraste entre el discurso de Illa y el espantoso ridículo de Puigdemont es la mejor expresión del futuro y el pasado de la política catalana. Toda la estrategia de Carles Puigdemont se ha dirigido a impedir la investidura de Illa, torpedeando el apoyo de ERC a la investidura, señalando a sus dirigentes como los catalanes que pactan con un españolista. Esto lo dice Puigdemont, el hombre que cuando proclamó aquella independencia de unos pocos segundos, ya tenía un plan para huir y abandonar a Junqueras y a los miembros de su gobierno. Esos que fueron detenidos y condenados a cárcel y a los que ahora él trata de culpar de lo que le pueda pasar.

Llegados a este punto poco parece importarle al líder de Junts la situación de Cataluña, como tampoco le importó dejar en minoría al Govern de Pere Aragonès, ni alargar el trámite de la ley de amnistía o rechazar en el Congreso los objetivos de déficit. Puigdemont dice querer defender los intereses de Cataluña, pero la prefiere paralizada y sin gobierno porque la causa real de Puigdemont es Puigdemont. El espectáculo que ha dado en Barcelona, tras su efímera aparición y su posterior fuga, fue impactante, pero sus consecuencias políticas tienden a cero. Fracasó en su intento de desestabilizar la jornada con la excusa de una anormalidad artificial. Al final, desde el Parlamento catalán, se impuso la racionalidad que ofrece dicha institución, si bien es cierto que, gracias a elementos incontrolados de los Mossos d´Esquadra, ha provocado un grave problema de credibilidad de los mismos, una de las instituciones más importantes sobre las que se basa el autogobierno catalán. Su lamentable actuación obliga a tomar medidas de manera inmediata para restablecer su prestigio. También ha conseguido suministrar al PP y a Vox munición contra el Gobierno de Pedro Sánchez. El PP ha denunciado la “humillación insoportable” sufrida ayer, olvidando su responsabilidad mientras gobernaba en la celebración de los dos referéndums ilegales, la declaración de independencia y la fuga del entonces presidente secesionista, por no hablar de la deplorable y lamentable intervención policial del 1 de octubre para no lograr retirar las urnas.

Una última reflexión, ¿recuerdan las declaraciones de Feijóo dando por seguro que un Pedro Sánchez entregado a la causa secesionista sacrificaría a Salvador Illa y dejaría gobernar en Cataluña a los independentistas? Y ahora, ¿qué nueva falacia dirá?

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