jueves, noviembre 21, 2024
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Historias de mi vida liberal: las Bucólicas, o una Comida Liberal en el campo con Gonzalo Anes y otros

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Bernardo Rabassa
Bernardo Rabassa
Librepensador. Maestro Nacional. Licenciado y Doctor en Filosofía y Letras y Diplomado en Psicología Industrial por la Universidad Complutense de Madrid.

El Bucolismo de una Comida Liberal en los Encinares del Henares: Reflexiones antiguas sobre el Futuro del Liberalismo en España: En la dorada penumbra de los encinares que bordean el río Henares, desde Alcalá hasta Guadalajara, tuvo lugar un encuentro que, con el paso del tiempo, se ha ido impregnando de un carácter casi mítico. Allá, por los parajes de Los Santos de la Humosa, se celebró una comida que, bajo la apariencia de un bucólico ágape, escondía profundas reflexiones sobre el devenir del liberalismo en España.

La reunión tuvo lugar en casa de Mica Valdés, una figura central de la vida social y cultural de la región, quien, con su generosidad habitual, invitó a un selecto grupo de amigos para compartir una comida en su idílico hogar. Entre los presentes, se encontraba Gonzalo Anes, insigne historiador y académico, cuya presencia añadía un aire de erudición al evento; Luis Guzmán Justicia, un intelectual comprometido con las ideas liberales (hoy en paradero desconocido); y Aurelio García de Sola, sobrino político de Mica, cuya visión política siempre había sido un faro para los presentes.

La compañía se completaba con la presencia de Fernando Ramírez de Haro y Valdés, padres del marido de Esperanza Aguirre, quienes, con su saber estar y experiencia, ofrecieron una perspectiva más madura sobre los temas que se tratarían a lo largo de la jornada. La conversación fluía como el río que serpenteaba cerca de ellos, llevando consigo un alto contenido cultural y político, que se iba mezclando con los sonidos naturales del entorno.

El ágape se desarrolló bajo la sombra de las viejas encinas, testigos silenciosas de una España que, en ese momento, se encontraba en una encrucijada histórica. El tema central que animó la conversación fue el futuro del liberalismo en España, una cuestión que, aunque siempre presente, se volvía más acuciante en aquellos años de transición y cambios profundos.

Gonzalo Anes, con su voz serena y pausada, ofreció una visión histórica del liberalismo en el país, recordando sus raíces y los momentos clave que lo habían definido a lo largo de los siglos. Su análisis se entrelazaba con las reflexiones de Luis Guzmán Justicia (hoy desaparecido sin tener información sobre su actual devenir), quien aportaba un enfoque más contemporáneo, preocupado por las corrientes que, en aquel momento, parecían alejar a España de los valores liberales tradicionales.

Mientras tanto, Fernando Ramírez de Haro y Valdés compartía sus experiencias personales, rememorando épocas pasadas en las que el liberalismo había jugado un papel crucial en la vida política y social de España. Sus palabras, llenas de nostalgia, pero también de esperanza, resonaban en los corazones de los presentes, quienes veían en él una conexión viva con un pasado que no debía ser olvidado.

El ambiente bucólico y pastoril que rodeaba la comida, con los encinares susurrando al viento y el sol filtrándose entre las hojas, contribuía a crear un escenario perfecto para la introspección y el debate. La naturaleza parecía reflejar, en su armonía y serenidad, el ideal de un liberalismo que, aunque a veces perturbado por las tormentas políticas, siempre buscaba el equilibrio y la libertad.

El recuerdo de aquella comida, con su atmósfera pastoral y sus conversaciones cargadas de contenido cultural, permanece como un testimonio de una época en la que el liberalismo, aunque desafiado, seguía siendo un faro para quienes creían en la libertad y el progreso. Los encinares del Henares, con su antigüedad y su fuerza, simbolizan la resistencia de esas ideas, que, como los viejos árboles, perduran a pesar de los vientos del cambio. Y es en lugares como aquel, donde la naturaleza y la reflexión humana se encuentran, que se siguen forjando los futuros de las grandes ideas

 Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia de España, falleció en 2014 (hace diez años), en Madrid después de legar a la historiografía española una obra de asombrosa envergadura, fruto de medio siglo de incansable actividad profesional, tal como puede comprobar todo aquel que se asome a las páginas que le están dedicadas en una de sus creaciones más queridas, el Diccionario Biográfico Español. Una obra no sólo extensa por el número de sus títulos, sino también fundacional, puesto que está vinculada al nacimiento de la historia económica en nuestro país, que conoció de su mano un rápido desarrollo y una feliz institucionalización, a partir de su acceso a la cátedra de Historia Económica Mundial y de España de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Santiago en 1967 y, el año siguiente, a la misma cátedra en la Universidad Complutense de Madrid.

       Solo le había visto algunas veces, pues le conocí hacía algunos años en los 2000, invitado a una comida en casa de Mica Valdés, con Luis Guzmán Justicia, y Aurelio García de Sola sobrino político de Mica, y con los padres del marido de Esperanza Aguirre, Fernando Ramírez de Haro y Valdés, allá por los Santos de la Humosa, en los frondosos y añosos encinares, que van bordeando las alturas del Rio Henares desde Alcalá hasta Guadalajara. Solo más tarde, cuando se casó un hijo, de mi amigo rotario exministro Antonio Valdés y González Roldan, con la hija de una hermana de Mica la Marquesa de casa Valdés, Cristal Valdés caí en la cuenta de que era en los mismos encinares, donde se había desarrollado la comida, donde se realizaba la boda, en un ambiente similar al bucólico y pastoril de aquel ágape, donde en conversación de alto contenido cultural, habíamos hablado del futuro del liberalismo en España.

      Tan impresionado me dejó, que, ahora recordando la muerte de Gonzalo, no puedo dejar de evocar esa anécdota que había contribuido sobremanera a mi formación intelectual. De ella, salí para ser Presidente del Club Liberal Español, que abandone en 2011 para presidir el Club Nuevo Liberalismo S. XXI y así continuar una tradición que se había iniciado con la “Pepa “ en 1812, transformando mis casi cincuenta y seis años de lucha por el Liberalismo, iniciados en 1968 bajo la egida de Salvador de Madariaga, frustrados por Adolfo Suarez en 1977, al destruirnos como tales, amalgamándonos en la UCD, y que aunque yo no quise ser diputado, quedándome fuera y prohijando numerosas iniciativas con Joaquín y Antonio Garrigues Walker y luego en la fundación Jovellanos, entonces devenía una especie de “madre” liberal, pero eso si bucólica y pastoril como el recuerdo de aquel ágape en la época del 2000. El Liberalismo político no puede ni debe aceptar esto, pero sí que debo reconocer, que este aire bajo las encinas, lleno de nostalgia de mejor pasado, con calor veraniego ya, y con el zumbido de las cigarras, no me llevara a ensoñar con Virgilio y sus Bucólicas y Botticelli, con el banquete del Nastagio degli honesti ante el que ocurre, una y otra vez la muerte de la doncella, fantasma del recuerdo del amor frustrado.

      La poesía bucólica también llamada pastoril o pastoral es un género caracterizado por la aparición de pastores en medio de un paisaje silvestre, estos pastores pasan el tiempo cantando, tocando sus flautas, cantando poemas amebeos, y hablando de sus historias amorosas. El origen de esta poesía se remonta a la época alejandrina. Existen tres poetas bucólicos griegos de los que conservamos textos, éstos son Bión, Mosco y Teócrito. El poeta siracusano Teócrito cuya obra se titula Ειδυλλια, esto es Idilios, una especie de pequeños poemas descriptivos. En esta obra se conservan los especímenes griegos más importantes de poesía pastoril. No pasó demasiado tiempo para que esta poesía llegara a Roma. Aulo Gelio en su obra Noctes Atticae nos ha transmitido algunos ejemplos de poesía bucólica romana mezclada con elegía, la poesía propia de los temas amorosos. He aquí un fragmento de uno de estos poemas:

Custodes ovium tenerae propaginis agnum,

quaeritis ignem? ite huc; quaeritis? ignis homost.

Si digito attigero, incendam silvam simul omnem,

omne pecus flammast; omnia que video.

    Más de un poeta del final de la época republicana incluyó motivos bucólicos en sus obras, pero no fue sino hasta la aparición de las Bucólica de Virgilio cuando este género encontró a su mayor exponente en el poeta mantuano. Las Bucólicas de Virgilio están compuestas por diez poemas que tratan sobre diversos temas, entre ellos, la confiscación de tierras que se hizo en la segunda mitad del siglo I a. C. como parte de la llamada pax augusta. Así empieza su primer poema:

Tityre tu patulae recubans sub tegmine fagi

silvestrem tenui Musam meditaris avena;

nos patriae finis et dulcia linquimus arva

nos patriam fugimus; tu Tityre lentus in umbra

formosam resonare doces Amaryllida silvas.

     La historia de Nastagio degli Onesti por el contrario añade el drama a la égloga, basado en una narración de Giovanni Boccaccio, conocida principalmente por un ciclo de cuatro cuadros del pintor italiano renacentista Sandro Botticelli. Las pinturas fueron ejecutadas en 1483, al temple sobre tabla. Botticelli representó la historia, tomada de la octava novella de la Quinta Jornada del Decamerón de Boccaccio: «El infierno de los amantes crueles». Se trata de la historia de un joven de Rávena, Nastagio degli Onesti, rechazado por su amada. Ve en el bosque a una mujer perseguida por un jinete, quien la ataca y mata; inmediatamente, ella se levanta y vuelve a repetirse el castigo sin fin, debido a que se trata de fantasmas, una maldición, debido a que la joven perseguida no atendió a los requerimientos de su pretendiente y éste se suicidó. Nastagio cree que tal aparición puede serle útil: hace que su desdeñosa amada la vea, con lo que consigue finalmente vencer su resistencia y llegar a un matrimonio feliz. Es de lo más parecido a nuestro ágape con Gonzalo Anes, pues entre encinas y carvalhos, en los altos del Henares, todavía no resoplaba el cercano AVE, en ese momento en construcción, pues se trata de una amplia meseta, donde las fincas de las Hermanas Valdés ocupan un amplio territorio que si no me equivoco linda con los antiguos dominios del conde de Romanones, algo más al Norte, en un amplísimo bosque del alcornoques y encinas, que nadie que vaya por la cercana autopista de Barcelona, puede imaginar que exista, aunque hoy desde el AVE se recorre en toda su extensión. 

      Coinciden casi en el tiempo, dos muertes paradójicas, la del ignaro Adolfo Suarez (marzo de 2014), elevado a los altares por la “Casta” política y rememorado en el nombre del aeropuerto de Barajas, que no había dejado respirar a los liberales, domeñando la libertad, y conduciéndola al triste espectáculo de “Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado (España), fueron un tiempo Itálica famosa” de Rodrigo Caro, a la de Gonzalo Anes, el Gran Gigante , Sabio y de quien, in memoriam, deseo, hacer llegar a los deseosos de libertad y democracia tan duro como aleccionador y dramático mensaje diez años después de sus decesos.

Gonzalo Anes y Adolfo Suárez: Dos Muertes, Dos Legados: En la historia reciente de España, el año 2014 marcó un hito con la muerte de dos figuras que, aunque diferentes en sus trayectorias y en cómo fueron recordados, dejaron una huella indeleble en el país: Adolfo Suárez y Gonzalo Anes. Sus fallecimientos, casi coincidentes en el tiempo, representan un contraste agudo entre dos tipos de liderazgo y dos formas de entender la historia y el futuro de España.

Adolfo Suárez: La Paradoja de un Héroe Nacional, fallecido en marzo de 2014, fue recordado por la clase política como un héroe de la Transición española, un arquitecto de la democracia. Fue elevado a los altares de la memoria nacional, al punto de renombrar el aeropuerto de Barajas en su honor. Sin embargo, esta apoteosis no está exenta de paradojas. Suárez, que comenzó su carrera política en las entrañas del franquismo, es también recordado por algunos como un líder que, en su afán de moderación, sofocó las aspiraciones más radicales de libertad y democracia.

La Transición, bajo la batuta de Suárez, fue un proceso que, si bien evitó una nueva guerra civil, también dejó fuera a quienes clamaban por un cambio más profundo. Los liberales, aquellos que deseaban romper con las estructuras heredadas del franquismo, encontraron en Suárez un obstáculo más que un aliado. La democracia española, que emergió de ese periodo, fue, en muchos aspectos, una democracia domada, controlada, como el «mustio collado» que Rodrigo Caro describe en su famosa elegía a Itálica, una sombra de lo que podría haber sido.

Gonzalo Anes: El Sabio que Miró al Pasado para Entender el Futuro

Por otro lado, la figura de Gonzalo Anes, también fallecido en 2014, representa otro tipo de liderazgo, uno menos visible pero igualmente crucial. Anes fue un gigante intelectual, un historiador y economista que dedicó su vida a comprender el pasado de España para iluminar su futuro. Como director de la Real Academia de la Historia, Anes se destacó por su rigor y por su compromiso con la verdad histórica, un faro en un tiempo donde la historia muchas veces se utiliza como herramienta política.

El legado de Anes no fue de acciones políticas directas, sino de un profundo entendimiento de las raíces de la sociedad española. Su trabajo nos recuerda que la democracia no solo se construye en los parlamentos, sino también en la academia, en la reflexión y en el diálogo constante con la historia. La muerte de Anes fue una pérdida para aquellos que ven en el conocimiento y en la libertad intelectual los pilares de una sociedad verdaderamente democrática.

Dos Caminos, un Mismo País: A una década de sus muertes, es oportuno reflexionar sobre el mensaje que nos dejaron estas dos figuras. Suárez y Anes representan dos visiones de España: una, la del político que navega entre las aguas turbulentas de la práctica política, y otra, la del académico que explora las profundidades del tiempo para encontrar las claves del presente y el futuro.

La historia ha sido benévola con Suárez, al menos en la memoria colectiva, elevándolo como símbolo de la Transición. Sin embargo, es esencial recordar que la libertad y la democracia no son solo frutos de la acción política, sino también de la reflexión, del conocimiento y del compromiso con la verdad, aspectos que Gonzalo Anes encarnó a la perfección.

Ambos legados, a su manera, son lecciones para la España contemporánea. De Suárez, la importancia de la prudencia y el consenso, pero también el riesgo de conformarse con lo mínimo. De Anes, la necesidad de mirar siempre al pasado para entender nuestro presente y, sobre todo, para no repetir los errores de antaño. En un tiempo donde la democracia sigue siendo un proyecto en construcción, recordar a ambos es una manera de mantener viva la llama de la libertad, esa que debe ser defendida tanto en el discurso político como en la trinchera intelectual.

 Hoy estamos en 2024, domeñados por Pedro Sánchez y solo me quedan los recuerdos bucólicos como forma de reivindicar el futuro del Liberalismo en España, que seguro resurgirá con nuevos protagonismos a mi posible muerte, dada mi edad. 83 años.

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