Evidentemente. Tampoco la política deportiva funciona. No iba a ser la política deportiva dirigida por el Gobierno la excepción en esta España en la que casi nada va bien para el común de los españoles; por supuesto, de esta generalización del deterioro de la vida de los españoles, quedan excluidos los independentistas catalanes condenados por un golpe de Estado, los independentistas vascos, los altos cargos del Gobierno Central, la “Pasionaria 2.0” Mónica García y sus amigos, y la extensa familia directa de Pedro Sánchez, que ellos si “progresan adecuadamente” en estos años.
Los recientes terminados Juegos Olímpicos celebrados en París han confrontado dos caras de la misma moneda: por un lado, la bravura y determinación con la que todos los deportistas españoles han luchado por los mejores resultados posibles (que una medalla caiga a veces es cuestión de azar de milímetros o de milésimas de segundo), y por otro lado, el estancamiento en los resultados en medallas, desde hace ya muchos años, fruto del fracaso de una política deportiva que es una de las marías del Gobierno de Pedro Sánchez y sus aliados. Y es que claro, mandando los que mandan en España, lo último que se les iba a ocurrir es que todos los españoles pudiéramos estar orgullosos de poder compartir éxitos comunes y de ser españoles. Pensarán si a ver si con tanto patriotismo, alguno de los sanchistas que todavía no han abierto los ojos, lo hace.
Si no es una política maría, no se entendería el carrusel de secretarios del deporte que ha habido en estos años, hasta 6, normalmente personas que debían ser apartadas de sus anteriores responsabilidades políticas, con el infalible método de la “patada hacia arriba”, o premiadas como por ejemplo, por haber escrito los libros del Presidente del Gobierno como Irene Lozano, que ya me dirán que sabía de deporte. Eso sí, casi todos ellos compartían haber sido parte de la oposición al Gobierno popular de Madrid: qué cosas.
Las 18 medallas obtenidas por los deportistas españoles suceden a las 17 de Río 2016 y Tokio 2020, y a las 20 de Londres 2012, solo superadas por las 22 de Barcelona 92, en lo que es una clara muestra de estancamiento en nuestra política deportiva.
Para hacer tal afirmación, qué mejor que compararnos con los países similares y con parecidas características políticas y económicas, por ejemplo: Italia, Canadá u Holanda, despreciando en tal comparación a los países de Oceanía (Australia es una super potencia mundial actualmente, aunque en Barcelona tuviera 27 medallas) y a Francia al ser anfitrión, aun no obviando que éste último en Barcelona 92 obtuvo 29 preseas.
Pues bien, Italia, Canadá y Holanda han obtenido 40, 27 y 34 medallas respectivamente, muy lejos de las 18 españolas. Y quiero recordar que en Barcelona 92, sus medallas fueron 19, 18 y 15, por tanto, era el mismo punto de partida.
En definitiva, que todos los países occidentalizados van progresando y mejorando sus resultados.
¿Y hay alguna diferencia entre nuestros países? Sin duda, una es la especialización de estos tres países en algunas disciplinas, pero la otra es la dirección política del deporte, porque ahora mismo ya no padecemos aquel atraso de escasa práctica deportiva amateur, en un deporte que era sólo masculino, que caracterizaban a nuestro país hace unas décadas.
Cuando antes de los Juegos se preguntaba al máximo responsable del Comité Olímpico Español, demasiados años ya en el mismo cargo, y a la sazón primo del ex Ministro José Blanco alias “Pepiño”, por las medallas que se esperaban en París, este señor respondía muy ufano que se superarían las 22 medallas de Barcelona, mientras que especialistas deportivos le contradecían diciendo que era casi imposible llegar a aquellas cifras.
Por tanto, parece necesario que se de un nuevo impulso al COE ahora que tenemos deportistas de talla mundial suficientemente capacitados para estos puestos directivos, tipo Pau Gasol (ya en el COI) o Rafael Nadal. Y parece, o más bien, es imprescindible, que este Gobierno, y los que vengan después, se tomen en serio el deporte como un bien para los ciudadanos y para nuestra sociedad, y la política deportiva como una política de Estado a largo plazo, en la que la colaboración pública privada es imprescindible.
Quien sacrifica su vida practicando deporte ( y no hablo de futbol, baloncesto o tenis, deportes hiper profesionalizados), debe tener el apoyo de planes de la administración junto a grandes empresas, en los que los patrocinios deben ser lo suficientemente generosos con ellos.
Supo hacerlo el Gobierno socialista de la época para Barcelona 92 con aquel Plan ADO, por lo que no debería ser tan difícil progresar a partir de aquella experiencia. Pero para ello el Gobierno debe tener la voluntad política de hacerlo, tomarse en serio el deporte español y dedicar más horas de trabajo al asunto, porque pensándolo bien, siempre es mejor pasearse por los Juegos, mujer imputada incluida, pudiendo ver a los bravos deportistas españoles triunfar.
Porque al final, ellos, los deportistas españoles, si son el orgullo de nuestra maltratada gran Nación.