miércoles, noviembre 20, 2024
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UPyD, Ciudadanos, Podemos, Más País, ahora Sumar y más adelante, Vox: El ocaso de los partidos que prometieron y prometen cambiar España

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La dimisión del portavoz de Sumar en el Congreso de los Diputados, Íñigo Errejón, ha puesto en evidencia que es muy complicado que un partido político joven de ámbito estatal dure más de 10 años con cierta relevancia y presencia en las instituciones públicas y con aspiraciones demoscópicas. Es como si superar la barrera electoral, empezar a tocar poder, colocar y colocarse en ministerios, consejerías autonómicas ayuntamientos y diputaciones fuera el pistoletazo de salida de descenso a los infiernos. O desaparecen o siguen pululando entre decenas de concejales sin sueldo, sin predicamento ni altavoz mediático. Incluso un escaño en Bruselas o Estrasburgo no te garantiza una plaza en la Carrera de San Jerónimo en 2027.

La UCD (Unión de Centro Democrático) de Adolfo Suárez sí alcanzó la Presidencia del Gobierno. Llegaron a sentarse en el Consejo de Ministros, como Podemos. Duraron seis años, de 1977 a 1983. Y empezaron como coalición los primeros meses. El mismo día que dimitió Leopoldo Calvo-Sotelo se anunció su disolución. El ‘sucesor’ de la UCD, el Centro Democrático y Social (CDS) que presidió Suárez entre 1982 y 1991 sí ‘aguantó más tiempo, ya que se disolvió oficialmente en 2006, pero su década importante fue la de los ochenta, con 19 escaños en el Congreso de los Diputados en 1986; representación en 13 parlamentos autonómicos, con cerca de 200 diputados provinciales y autonómicos: unos 6.000 concejales y 684 alcaldes -dos en capitales de provincia como Ávila y Segovia- y siete eurodiputados en las elecciones al Parlamento Europeo. Todo en 1987. Después, Alianza Popular y luego el PP, además del PSOE, fueron ‘devorando’ el espacio electoral de centro.

Y damos un salto en el tiempo. En menos de dos décadas, con la Gran Recesión y tras el 15M (2011), España ha sido testigo del nacimiento de varios partidos políticos que, con diferentes matices ideológicos, surgieron con la promesa de regenerar la democracia, mejorar las instituciones y ofrecer una alternativa al tradicional bipartidismo entre el PSOE y el PP. Hablamos de UPyD, Ciudadanos, Podemos, Más País, Sumar y Vox. Llegaron con un mensaje renovador pero que, en muchos casos, han acabado siendo víctimas de su propia inestabilidad interna, escándalos o irrelevancia electoral. Aunque cada uno de estos proyectos tiene sus peculiaridades, comparten una trayectoria similar: una irrupción fulgurante seguida por una caída rápida, en la que las luchas internas y la desilusión pública fueron decisivas. Algunos, los de centro, derecha y ultraderecha, fueron o han sido aupados por la derecha mediática española y han pasado con ilusión por los micrófonos de Federico Jiménez Losantos y han tenido los parabienes de cierta prensa de Madrid. Pero tan pronto fueron alabados por el locutor de Orihuela del Tremedal, a los pocos meses fueron masacrados por su micrófono. Rosa Díez, Albert Rivera, Pablo Casado y Santiago Abascal. Los cuatro han tenido la oportunidad de crecer con las ondas a su favor y también han acabado por tener una relación complicada, incluso con vetos, con Losantos, aunque con Díez se ha encauzado.

UPyD: Un proyecto de claridad y principios que se desmoronó

Unión Progreso y Democracia (UPyD) surgió con la promesa de defender la regeneración política y la unidad de España desde una perspectiva de centro-izquierda. Unía lo mejor de la socialdemocracia y el liberalismo. Se fundó en 2007 en la Casa de Campo de Madrid por la exsocialista y anterior consejera autonómica del Gobierno Vasco, Rosa Díez, entre otras personas. La formación magenta planteó una reforma federal del Estado y la igualdad de todos los españoles, sin privilegios territoriales. Fueron los primeros en publicar una copia de la nómina de sus diputados, como así recogió Sueldos Públicos. UPyD criticaba los nacionalismos periféricos y la falta de transparencia en las instituciones, proponiendo un sistema más equitativo y honesto. Su mensaje fue acogido con entusiasmo, especialmente entre votantes desilusionados con los partidos tradicionales. Creció mucho en distritos urbanos con voto conservador. En 2011, UPyD llegó a obtener cinco escaños en el Congreso y se consolidó como una fuerza emergente, pero el sistema electoral español, que penaliza a los partidos estatales con presencia difusa y desigual por culpa de la circunscripción provincial, impide arañar escaños en aquellas provincias poco habitadas.

Al final, el éxito fue efímero. La falta de apertura interna y el autoritarismo percibido de su líder provocaron fricciones internas. Algunos de sus miembros más destacados, como Francisco Sosa Wagner, abandonaron el partido denunciando la falta de democracia interna. Paralelamente, la irrupción de Ciudadanos en el escenario nacional, con un mensaje similar pero más transversal, acabó con el espacio político de UPyD. En 2015, UPyD no logró representación parlamentaria y, tras una serie de derrotas electorales, acabó prácticamente desapareciendo del mapa político.

En el verano de 2014, Sosa Wagner escribió un artículo a modo de carta en El Mundo solicitando abrir un debate para ver la posibilidad de unirse con Ciudadanos. Díez y su equipo no lo veían claro. El diputado magenta, Carlos Martínez Gorriarán, no dudó en afirmar sobre el eurodiputado: “Es aprovecharte de un partido para conseguir un cargo público y eso tiene un nombre: corrupción”, sentenció. Y todo esto ‘televisado’ por los medios de comunicación en un agosto sin casi noticias políticas. No hubo discreción. Esa crisis, mal gestionada, fue el detonante para que el partido iniciara una debacle demoscópica en los meses siguientes y eso que se venía de haber obtenido un resultado óptimo en las europeas de mayo de 2014. Pero en marzo de 2015 hubo comicios anticipados en Andalucía y la formación fracasó. De ahí se pasó a las autonómicas y locales, con un partido dividido. Y los votantes penalizaron, una vez más, las peleas internas de los políticos. En julio se ejecutó un ERE colectivo que afectó a casi toda la plantilla de trabajadores de UPyD. Oficialmente, el partido desapareció en otoño de 2020.

Ciudadanos: Del auge de un partido de centro a la crisis total

Ciudadanos (C’s) se fundó en 2006 en Cataluña como un partido para combatir el nacionalismo catalán y defender la unidad de España desde una perspectiva liberal progresista. Sin embargo, fue en 2014 cuando se lanzó como partido de ámbito estatal, presentándose como una opción regeneradora y centrista frente a la corrupción del PP y la falta de dinamismo del PSOE. Albert Rivera, su carismático líder, fue clave en el ascenso meteórico de Ciudadanos, que llegó a ser la tercera fuerza política en las elecciones generales de 2015 y 2016.

Ciudadanos propuso medidas como la eliminación de aforamientos, la limitación de mandatos y una mayor transparencia institucional, al rebufo de las propuestas de UPyD. Sin embargo, su giro hacia la derecha tras las elecciones de 2016, su apoyo a gobiernos del PP y la falta de coherencia en su posicionamiento político comenzaron a erosionar su imagen. De nada sirvió el resultado histórico de 36 diputados en las elecciones catalanas de otoño de 2017, con Inés Arrimadas como candidata a la Presidencia de la Generalitat de Cataluña tras el referéndum ilegal del 1 de octubre amparado por el entonces president Carles Puigdemont y el bloque independentista. En las elecciones de noviembre de 2019, el partido sufrió un descalabro, pasando de 57 escaños a solo 10, lo que llevó a la dimisión de Rivera. Desde entonces, Ciudadanos ha sido incapaz de recuperarse. Las luchas internas, la falta de liderazgo claro y la continua pérdida de apoyos han dejado al partido al borde de la desaparición, sin apenas relevancia demoscópica. Rivera dimitió en noviembre de 2019 y Arrimadas, que presidió el partido luego, abandonó la primera línea de la política en junio de 2023. Quedará para el recuerdo la propuesta de Rivera en 2015 de fijar un sueldo para el cargo de presidente del Gobierno de hasta 300.000 euros brutos anuales. Nada más se supo de aquello.

Podemos: Del asalto a los cielos a las peleas intestinas

Podemos, fundado en 2014 con Pablo Iglesias a la cabeza, se presentó como un movimiento surgido de las movilizaciones del 15M con el objetivo de “asaltar los cielos” y regenerar la política española desde la izquierda. Su mensaje de crítica feroz a las élites económicas y políticas, su defensa de una mayor justicia social y su apuesta por la participación ciudadana fueron claves en su rápido crecimiento. En las elecciones europeas de 2014, lograron cinco escaños, y en las generales de 2015 y 2016 se consolidaron como una fuerza de relevancia nacional.

Sin embargo, desde el principio, Podemos estuvo marcado por profundas tensiones internas. Las discrepancias entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, una de las figuras clave del partido, desembocaron en una crisis interna que debilitó el proyecto. Iglesias se afianzó en el liderazgo, mientras que Errejón fundó Más País tras su salida en 2019. Aunque Podemos logró entrar en el gobierno de coalición con el PSOE en 2020, su influencia se fue diluyendo. La dimisión de Iglesias tras las elecciones de la Comunidad de Madrid de 2021 fue el golpe final para un proyecto que prometía cambiar la política española pero acabó absorbido por las mismas dinámicas que intentaba combatir. Y además de purgas internas, como en todos los partidos, luego está lo del chalet de Galapagar, que destrozó la imagen de la formación morada. Vivienda y feminismo, dos banderas de la nueva izquierda, han quedado en entredicho.

Más País: Un proyecto con muchas expectativas, pero sin espacio

Más País, el partido fundado por Íñigo Errejón en 2019 tras su ruptura con Podemos, nació con la intención de ofrecer una opción de izquierda más moderada y menos radical que la de Iglesias y aprovechar los éxitos electorales de Más Madrid. Aunque su discurso a favor de una política más pragmática y cercana a las preocupaciones ciudadanas, como la crisis climática, resonaba en ciertos sectores, su lanzamiento coincidió con un escenario de fragmentación de la izquierda y saturación del espacio político. Más País obtuvo tres escaños en las elecciones generales de 2019, pero desde entonces ha tenido dificultades para crecer y consolidarse como una opción relevante a nivel estatal. Su cuenta de X no se actualiza desde octubre de 2023. La fórmula de Más Madrid no ha cuajado a nivel estatal.

Sumar: La incógnita de la nueva izquierda

Sumar, liderado por Yolanda Díaz, nació como una plataforma de confluencia de la izquierda a principios de 2023, tras la crisis interna de Podemos. Díaz, actual vicepresidenta del Gobierno, presentó su proyecto como un intento de unir a las fuerzas progresistas bajo un paraguas común, con un enfoque más dialogante y menos beligerante que el de sus predecesores. Aunque Sumar ha logrado cierta relevancia, sobre todo gracias a la popularidad personal de Díaz, las dificultades de integrar a todas las sensibilidades de la izquierda y las tensiones heredadas de Podemos hacen que su futuro sea incierto. Las elecciones generales de 2023 le permitieron obtener representación, pero no está claro si podrá consolidarse en el tiempo o si correrá la misma suerte que otros proyectos regeneradores. Díaz dimitió de todos sus cargos en Sumar tras la debacle de las europeas en junio de este año. Sumar no deja de ser una coalición, con varias familias, desde la izquierda más clásica a partidos regionalistas y nacionalistas periféricos a la izquierda del PSOE. El Gobierno de Sánchez necesita y ‘mima’ a Sumar, vital para sus aspiraciones a revalidar La Moncloa.

Vox: ¿La próxima víctima?

Aunque Vox no comparte el origen ideológico de los partidos mencionados anteriormente, también puede ser considerado un partido surgido para regenerar la política española, pero desde una perspectiva de derecha radical. Fundado en 2013, Vox se presenta como una alternativa a lo que considera una “derechización” del PP y la «decadencia moral» de la política española. Su discurso centrado en la unidad de España, la reducción del Estado autonómico y la crítica feroz a la inmigración le permitió crecer rápidamente, hasta convertirse en la tercera fuerza política en el Congreso.

Sin embargo, las tensiones internas y la falta de resultados tangibles han comenzado a pasar factura. La dimisión de Macarena Olona en 2022, una de sus figuras más destacadas, junto con las críticas a la falta de democracia interna, han hecho que algunos analistas vean en Vox un posible declive en el horizonte. Aunque todavía cuenta con una base sólida de apoyo, la pregunta es si podrá mantener su relevancia en el tiempo o si se unirá a la lista de partidos que prometieron regenerar la política española y acabaron siendo consumidos por sus propias contradicciones. Es evidente que la salida de Vox de los ejecutivos autonómicos no ayuda a visibilizar su mensaje, pero los ultraconservadores han preferido desmarcarse de las instituciones y evitar una sangría por la derecha con el discurso de ‘Se Acabó la Fiesta’ de Alvise. Sin ir más lejos, la última ‘purga’ conocida es la de Rocío Monasterio.

Voy terminando. UPyD, Ciudadanos, Podemos, Más País y, quizás en el futuro, Vox, son ejemplos de cómo las promesas de regeneración política en España han acabado, en muchos casos, en crisis o desaparición. Las luchas internas, la falta de cohesión ideológica y los escándalos han minado proyectos que en su día ofrecieron esperanza a un electorado desencantado con los partidos tradicionales. La historia reciente de la política española es una lección de cómo las dinámicas del poder y la dificultad de mantener un proyecto cohesionado acaban erosionando incluso las iniciativas más prometedoras. Las fases se repiten casi calcadas: Nacimiento del partido e ilusión, cuatro gatos, voluntarios, ni un duro, ni sueldos públicos, crecimiento, aparente consolidación, acceso a las instituciones, opción de colocarse, reparto de cargos, cambio de sede (por una más grande y cara), cambio de imagen, con nuevo logo… y empezar a descender en las encuestas, dimisiones, cambio de ejecutiva. Así hasta que no queden ni los tornillos. Ni La Tercera España, Nexo Plataforma o El Jacobino tienen, hoy por hoy, la fuerza suficiente ni el músculo territorial para implantar un tercer partido a nivel estatal a modo de bisagra del PP y del PSOE. Ese papel lo siguen jugando, y exprimiendo, los nacionalismos periféricos.

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