“La mejor cabeza de la política española”. “El hombre que iba a cambiar a la izquierda” española”. “Una mente brillante metida en el servicio público”.
Todas estas afirmaciones las han hecho representantes de la izquierda española sobre Iñigo Errejón, desde que este señor apareciera en nuestra escena política. Un señor, al que, por cierto, pronto se le descubrió que había disfrutado de una beca remunerada sin ir a trabajar, algo que a alguien de la derecha le hubiera costado el puesto.
La aparición de Errejón, junto a Iglesias, Monedero, Echenique y tantos personajillos, tuvo lugar en el seno de un movimiento, el 15M, honrado hasta en placas conmemorativas por ayuntamientos de izquierda, por ejemplo, Manuela Carmena siendo alcaldesa de Madrid, y que hay que recordar que surgió como protesta en 2011 cuando el presidente del Gobierno era el socialista Zapatero.
Y un movimiento, que hay que decirlo cada vez con más claridad, no se si surgió para cambiar el Sistema, así en mayúsculas, pero que se ha desvelado con el paso de los años, como en el mayor timo y hecho corruptor de la democracia española.
Un timo que ha corrompido todo, que acabó con la concordia que había en la relación entre adversarios políticos, y lo que es peor, que envenenó la convivencia entre españoles.
Este es el balance en la cosa pública española de este 15M: hoy hay más odio que cuando ellos llegaron. El odio como motor de su pretendido cambio.
Y odio aplicado y extendido en todos los ámbitos de la vida en sociedad a quienes no se adaptaban a los patrones de su pensamiento único y comportamiento sectario: odio a la mitad de los españoles que nunca les votarían, odio a quien ostenta la Jefatura del Estado y a la monarquía, odio a la Judicatura que defiende contra viento y marea su independencia, odio a quienes profesan la religión católica, odio a quienes creen en una España unida y a quienes trabajan en la defensa de la misma como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o las Fuerza Armadas, y hasta odio a los regímenes democráticos occidentales.
Todo este odio y esta manera no solo de ver la política, sino la vida misma, lo han trasladado a la legislación cuando gracias a Sánchez han podido acceder al poder, su verdadero objetivo; como muestra: su ley del “Solo si es si”, su legislación de memoria o sus leyes sobre libertades individuales.
Para poner dicha legislación en marcha, siempre con ese cooperador necesario del mal que es Pedro Sánchez, han creado un clima invivible en España no solo de odio al diferente, sino de fomento del discrepante y de promoción de los más bajos instintos.
Y cómo no podía ser de otra manera, en otra característica innata de esta casta política, a todo ello le acompaña la hipocresía como modo de conducta en la vida, manifestada ésta en que ellos son ajenos a todo lo que para los demás es verdad absoluta, pues ellos están por encima del “bien y el mal”.
Ellos son esa elite política intocable, algo que siempre es característico de los regímenes totalitarios socialistas a los que tanto admiran, en los cuales, los dirigentes del partido único viven ampulosamente, con fondos robados en el extranjero y sin ninguna restricción, mientras el resto de la población pasa penurias y privaciones.
Por lo que parece, esta impunidad en el caso de Iñigo Errejón se ha acabado. Hipócritamente, son muchas las voces políticas o periodistas, que estos días están diciendo que ya se sabía de las actitudes de agresividad sexual de Errejón, lo cual, además demostraría un encubrimiento de posibles delitos por parte de los amigos y compañeros de partido.
Yo no sé si se sabía o no; sí es cierto que ante una denuncia en redes hace un año, su partido tapó el asunto, poniendo su interés político por encima de la dignidad y los derechos de una mujer.
Lo que ahora es novedad es la existencia de una denuncia oficial, pues ha habido que esperar hasta que una mujer se ha atrevido a denunciar hechos de este cariz. Y como España sigue siendo un estado de derecho, deberá ser un juez quien dictamine si Errejón es culpable, porque también él tiene derecho a la presunción de inocencia. Y si esto no lo tenemos claro, la salud democrática de la sociedad española está en peor estado de lo que parece.
Errejón debía estar ya fuera de la política española hace tiempo por sus actitudes, y seguramente junto a él, las máximas responsables de su partido Mónica García y Yolanda Diaz que han encubierto dichas actitudes. Y más cuando ya es público que tras las elecciones de 2023 Más Madrid y Sumar ya sabían de sus episodios de agresor sexual, y aun así le nombraron portavoz de su partido en el Congreso de los Diputados.
En definitiva, que Errejón sea juzgado y condenado si lo merece, pero lo que podemos concluir es que en lo que ha quedado la llamada nueva política del 15M, la cual sembró de odio nuestra vida política y social desde su aparición, es en el enriquecimiento de sus líderes y en su capacidad para encubrir delitos, siempre que se trate de los suyos.