Este próximo fin de semana se celebra en Sevilla el 41º Congreso del PSOE que aclamará a Pedro Sánchez y le reelegirá como secretario general para otro periodo de 3-4 años.
Lo que estaba concebido como un Congreso a la búlgara como se suele decir, con un apoyo al líder propio de Corea del Norte, ha quedado de repente ensombrecido por una ligera contestación interna.
Los Congresos del PSOE que histórica y tradicionalmente habían tenido debate y enfrentamientos entre sus líderes, desde que Sánchez consolidó su poder, ya en Valencia en 2021, se han convertido en una adulación como la que el personaje exige a diario, especialmente a sus fieles.
No habrá debate ideológico más allá de alguna polémica superficial, ni mucho menos ninguna resolución buena para los ciudadanos saldrá de dicho enclave, más bien al contrario; es más, el partido que antes hablaba de la igualdad de los ciudadanos y la solidaridad entre ellos, este fin de semana consagrará la desigualdad y los privilegios de unos ciudadanos sobre otros solo por haber nacido en una parte del territorio nacional. Y todo ello por la necesidad de su líder de ser respaldado en lo único que le interesa, como es el mantenimiento del poder y las exigencias que los nacionalistas le hacen para ello.
Por tanto, nada bueno pueden esperar los españoles que salga de dicho Congreso, más bien todo lo contrario.
Sin embargo, he hablado en la introducción de este artículo, de cierta contestación interna que puede ensombrecer el resultado de dicho cónclave.
La maniobra hecha por Juan Lobato yendo al notario con los mensajes intercambiados con el gabinete del Presidente del Gobierno al recibir una información confidencial (en concreto de Pilar Sánchez Acera, de la agrupación socialista de Alcobendas y anterior diputada ilustre en la Asamblea de Madrid), ha sacudido los cimientos del PSOE de Madrid, uno de los más importantes de España.
De momento esto le ha supuesto a Lobato su dimisión tras quedarse solo en su partido y en su grupo parlamentario (no sabemos a nivel de militantes), pues en el PSOE sanchista se perdona menos la infidelidad al partido que el proteger un delito (es el símil del fijarse más en el dedo apuntando a la Luna, que al propio satélite de la Tierra).
Pero Lobato, que además de técnico de Hacienda debe ser un buen lector, ha interiorizado muy bien los consejos y modo de actuar del gran líder en su Manual de Resistencia.
Sánchez siempre ha presumido de cómo resistió cuando fue echado del poder de su partido. Ha hecho gala siempre de que perdió una batalla, pero no la guerra, y cómo recorriendo supuestamente sus sedes por España, se enfrentó al aparato de su partido y les venció. Lo que ahora ya no quiere recordar Sánchez es que el equipo que le acompañaba en ese viaje estaba formado por Ábalos, número dos del partido con él, Santos Cerdán y Koldo, en lo que parece el “Dream Team” de la corrupción. Por las redes circulan fotos de aquellos días que hoy en día abochornan a cualquiera.
Y la apuesta de Lobato parece ser esa: ha confiado su futuro político al fin del sanchismo, que algunos auguran cercano, aunque no lo parece tanto, pues sigue manteniendo el poder gracias a unos socios que hoy por hoy no le van a dejar caer, pues jamás han tenido un presidente de gobierno tan débil y por tanto, más condescendiente a sus exigencias. Todo ello sin olvidarnos que, en cualquier país del entorno, este Gobierno ya habría caído por su corrupción.
Lobato se presenta de esta manera para el día después, como el hombre que dijo basta ya a la política turbia, a las ilegalidades en el manejo de la información confidencial, no por ser un alma pura que el tiempo lo dirá (a pesar de utilizar en la Asamblea de Madrid muchas veces unos discursos sucios contra la presidenta de la Comunidad, incluso usando el propio mail de marras con información confidencial), sino porque se sabía sentenciado, y ha preferido morir matando.
El sabía que por todos los medios se lo iban a quitar de en medio pues Sánchez ya no le soportaba y más, tras dejar al PSOE en tercera posición en las últimas elecciones autonómicas, pero ha decidido, aplicando el Manual de Resistencia, presentarse como alternativa al sanchismo, con la esperanza también de que en el Congreso aflore cierto malestar en algunas bases locales y en algún barón regional.
Creo que en esto no acierta, pues el cemento del poder es lo que más compacta un partido, pero el futuro dirá si Lobato resiste surgiendo como el heredero del post sanchismo, o simplemente será un recuerdo del pasado.