No niego que al escribir estas líneas sobre Venezuela lo hago marcado por un gran pesimismo sobre el momento que vive este gran país y sus queridos habitantes. Creo que todos los que emocionalmente nos hemos sentido vinculados con la evolución de los acontecimientos en aquel país, nos encontramos desanimados sobre cómo han transcurrido los hechos. Y también, por qué no decirlo, con el terrible papel que ha jugado España en este proceso, que debería haber sido un proceso histórico de vuelta de las libertades a Venezuela. Pero vayamos por partes.
Empezando por el papel jugado por nuestro país, España ha fallado a los venezolanos, tanto a los residentes en suelo patrio como a los que viven exiliados en el extranjero (más de 10 millones de personas), que ansiaban la libertad en un porcentaje alrededor del 70%, resultado manifestado en unas elecciones, las del 28 de julio, en las que la goleada de la oposición al régimen de Maduro fue tan importante.
Sí, de cada 10 votantes, 7 votaron acabar con la tiranía del sátrapa Maduro. Y eso que en dichas elecciones no pudieron ni siquiera ejercer su derecho al voto muchos millones de venezolanos, en un proceso plagado de irregularidades y chapuzas. Unas elecciones que fueron un fraude continuo, y que dieron lugar a unos resultados manipulados a favor de Maduro, a pesar de que las actas de las mesas electorales demostraban ese 70%-30%.
España que, en todos los asuntos concernientes a Hispanoamérica como antigua metrópoli marca la política exterior de la Unión Europea al respecto de esos países, ha llevado a Europa a adoptar una posición tibia en la que sin reconocer la victoria de Maduro, no ha ejercido ninguna presión sobre él. Desde que gobierna Sánchez, nadie sabe por qué motivos, pero se apuntan desde la connivencia remunerada de Zapatero con el régimen, hasta la complicidad del propio Sánchez con Maduro, Delcy y demás oligarcas venezolanos, España ha renunciado a ser un “agente democratizador” en todo lo que concierne a Venezuela. En vez de ejercer cierta autoridad democrática sobre ese país, también sobre Cuba o Nicaragua, compadrea con todas las dictaduras que en el continente americano hoy existen.
El propio ministro de Asuntos Exteriores, el engreído y enamorado de sí mismo Albares, es más duro en sus declaraciones públicas con las exigencias de democracia del PP respecto a Venezuela, que con el propio régimen del dictador.
Sin embargo, en algo se equivocan profundamente Sánchez y los suyos: en política exterior/internacional todo se sabe, y todo se acaba haciendo público, todo. Ya se encargarán, como la Historia ha demostrado en el pasado en diferentes países del mundo, los aliados de Sánchez de hoy de contar el día de mañana el porqué de cada cosa y cada actuación.
En lo que respecta a los hechos transcurridos en los últimos días con la toma de posesión como presidente de Nicolás Maduro, como ya decía antes, mi sensación y la de más personas de mi entorno, es de desánimo y de decepción.
Han sido días muy intensos, es verdad, días en los que muchos españoles pegados a las redes sociales, y qué decir de los venezolanos ilusionados con el cambio, esperábamos más. Esperábamos que Maduro no hubiera asumido el poder, que González apareciera en Venezuela, que acompañado de mandatarios internacionales Edmundo se ciñera la banda presidencial, que la revuelta en las calles liderada por esa ejemplar Maria Corina Machado, de manera pacífica, acabara con el tambaleante régimen. Y digo tambaleante porque el paso de decidir armar a sus seguidores civiles, suele ser el último capítulo de una tiranía.
Nada de lo esperado ha sucedido, y hoy, Maduro es más fuerte que hace una semana. Alguien tan bocazas como es Maduro, con los días va subiendo la agresividad en sus declaraciones, y ya no esconde su intención de ir a una guerra civil, y regional con el apoyo de sus países aliados, contra la gran mayoría de los propios venezolanos.
Incluso un factor que deberían tener en cuenta los opositores venezolanos es que el propio pueblo se desanima, como se leía en las redes estos últimos días, cuando se les ha planteado que ahora, y nunca más, era el momento.
Pero quiero acabar con un mensaje positivo y de esperanza: Machado debe ser la inspiración. Puede que la democracia no haya llegado aún a Venezuela, y puede que el tirano hoy esté más fuerte que hace dos semanas. Pero la democracia y las ansias de libertad del ciudadano común, de la mayoría silenciosa de los venezolanos ya no tan silenciosos, se van a imponer a la larga…aunque ojalá fuera mejor hoy que mañana.
Venezuela merece ser libre.