Los líderes de la agrupación ultraderechista europea Patriotas, la más afín a Putin, se reunieron hace unos días en Madrid en una conferencia en la que participaron figuras como Marine Le Pen, Matteo Salvini, André Ventura, Geert Wilders, Víktor Orbán o el anfitrión Santiago Abascal. La cita estuvo dominada pese a no estar presente por la figura de Donald Trump, como ya quedó patente por el lema elegido para el evento, Make Europe Great Again (MEGA), una adaptación de MAGA (Make America Great Again, “haz que Estados Unidos sea grande de nuevo”), el eslogan del movimiento trumpista. Conviene no pasar por alto que el grupo de Patriotas se ha convertido en un activo lobby en favor del multimillonario Elon Musk en el Parlamento europeo. Sin ir más lejos, el pasado septiembre, presentó al magnate aliado de Trump como candidato al premio Sájarov a la libertad de conciencia, que finalmente acabaron ganando los opositores venezolanos Edmundo González Urrutia y María Corina Machado. Los allí reunidos, representantes de un importante sector del nacionalpopulismo europeo, ofrecieron inequívocas muestras de entrega ideológica al nuevo presidente estadounidense, cuyas pulsiones antidemocráticas han quedado sobradamente comprobadas desde el asalto al Capitolio de 2021, y celebraron los primeros pasos de Donald Trump en la Casa Blanca, convencidos de que la revolución ultraconservadora iniciada en Washington tendrá su réplica en Europa. El primer ministro húngaro Viktor Orbán, se presentó a sí mismo como un adelantado de las recetas del nuevo presidente estadounidense, presumiendo de que en los 15 años que lleva en el poder, ha convertido a Hungría “en un laboratorio de las políticas conservadoras”, destacando entre otras medidas, la tipificación de la inmigración irregular como delito o la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo. Muy esclarecedor sobre las intenciones de este conglomerado.
Las distintas voces que se han escuchado en la conferencia de Patriotas, un aquelarre de machistas, homófobos, racistas y negacionistas del cambio climático, han mostrado los diferentes tonos de la extrema derecha europea, pero todos con un denominador común: su adhesión a las inmorales políticas de Donald Trump en EEUU, el blindaje de las fronteras frente a la inmigración, la defensa de la familia tradicional y el rechazo al proyecto europeo con un peligroso ataque a las instituciones europeas con el que tratan de erosionar la confianza en ellas, conscientes de que son el pilar para la defensa de los valores y los intereses de los ciudadanos del continente. La “Europa de las naciones” que propugnan estos partidos es la antítesis del avance en el proceso de integración europeo, que es la única garantía de seguridad y derechos en un mundo agitado por potencias cada vez más peligrosas y hostiles. La ocasión les sirvió para reafirmarse en que medidas como los arrestos a migrantes, el desmantelamiento de las políticas de igualdad o diversidad y la desregulación económica, son las decisiones que llevarían a cabo si tuvieran el poder en la Unión Europea. El ideario expuesto en la convención fue una sucesión de los valores, no ya conservadores, sino llanamente retrógrados de estos partidos en materia de derechos, sobre todo respecto a la posición de las mujeres en la sociedad. Otro elemento esencial es el de la xenofobia cada vez más desacomplejada, con vetas directamente racistas y supremacistas. El discurso de Wilders agradeciendo a España que, con la “Reconquista” (término utilizado por varios oradores), fuera la primera en expulsar al Islam de suelo europeo, o el de Orbán, dando carta de naturaleza a los mitos de la extrema derecha, al proclamar que “el reemplazo” de la población de Europa (europeos blancos por africanos y asiáticos) no es una teoría de la conspiración, son claros ejemplos de cómo han traspasado las líneas rojas de la convivencia en nuestra sociedad.
La convención de Patriotas y lo que allí se ha dicho ha servido para dejar patente el grave peligro que el ascenso de estas formaciones representa para la calidad democrática, el avance de los derechos y el progreso social de Europa. Conviene tener plena conciencia de la amenaza que representa esta alianza, con su evidente conexión trumpista. Es muy preocupante el auge de la ola ultraderechista que crece en todo el mundo. Es alarmante que cada vez haya más población, especialmente jóvenes, que compran este tipo de discursos. Pero es aún más peligrosa la relación que están estableciendo con los ultras partidos de centro derecha, supuestamente moderados. Los partidos conservadores que normalizan la agenda política ultra, banalizando sus riesgos, tienen una gravísima responsabilidad histórica. Han dado ejemplo los democristianos alemanes que, ante dudosas maniobras de su líder, Friedrich Merz, han puesto pie en pared contra toda perspectiva de colaboración con la extrema derecha de AfD. No podemos decir lo mismo del PP en España. El día que Alberto Núñez Feijóo deje la política, entre su legado estará haber abierto la puerta de las instituciones a Vox y haber sentado en asientos de Gobierno a la extrema derecha por primera vez en 40 años en nuestro país. También figurará en su haber el ser el responsable de la radicalización de su propio partido político. Hay asuntos en los que cada vez cuesta más diferenciar si quien habla es el PP o la extrema derecha, especialmente en lo relativo a la inmigración y al avance de derechos sociales y laborales.
Los partidos ultras, de momento no pueden por sí solos acceder a los gobiernos de las instituciones. Necesitan apoyarse en el centro derecha. Es ahí donde políticos débiles, como Feijóo en España, juegan un papel clave a la hora de blanquearles, normalizar su presencia en las instituciones e implementar su agenda. Luego está el caso de Ayuso en la Comunidad de Madrid, que directamente implementa la agenda ultra por convicción, no porque necesite los votos de Vox para gobernar. Abascal, elegido en noviembre pasado presidente de Patriotas Europeos, con la celebración en Madrid de la convención ultra le ha lanzado un desafío a Núñez Feijóo: en muchos de los países que han estado representados en la cumbre de Madrid las fuerzas de la extrema derecha han dado ya el sorpasso a la derecha tradicional y se han convertido en la alternativa a la izquierda. En todos estos casos los partidos de la derecha tradicional cometieron el mismo error: tratar de mimetizarse con las formaciones de extrema derecha. Ya sabemos que la ciudadanía se queda siempre con el original, desechando las malas copias. Feijóo debería tomar buena nota de ello.
Mientras tanto, el Gobierno de Pedro Sánchez se ha convertido en un bastión de las políticas progresistas del mundo frente al auge de la extrema derecha y en el más firme dique de contención en España de las políticas ultras, erigiéndose en el baluarte de los valores esenciales de nuestra Constitución sobre los que se rige la vida política y social de nuestro país, garantizando la convivencia democrática mediante la protección de los derechos y libertades de la ciudadanía y el respeto a los derechos humanos.