Mucho está dando que hablar la pretensión de Pedro Sánchez de colocar placas en la Real Casa de Correos en la Puerta del Sol, placas recordando que en ese edificio estuvo la sede de la Dirección General de la Seguridad durante 4 décadas, de los más de 250 años que tiene el edificio.
Lo último de Sánchez es que quiere llevar al Tribunal (de parte) Constitucional el conflicto que surge cuando la Asamblea de Madrid aprobó una proposición de ley del Grupo Popular, que legítimamente dice que será el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid quien autorice la instalación de placas u otros en su sede, dicha Real Casa de Correos,
Este problema lo ha generado exclusivamente Sánchez porque la Puerta del Sol es donde trabaja su enemiga, su némesis en política, quien le quita el sueño. Y todo lo hace llevado por su complejo de inferioridad y envidioso del apoyo social que la presidenta tiene entre los madrileños, y también del resto de los españoles, él que nunca ha pasado de los 120 escaños en las sucesivas elecciones generales, y lo peor para él, que jamás tendrá tanto respaldo de los ciudadanos.
Este es el primer elemento que hay que destacar: este problema se inicia solamente por la actitud de odio a su adversaria política, a la que persigue de todas las maneras posibles. Su familia, su pareja, y ahora su lugar de trabajo son objetos de la ira de Sánchez contra Ayuso: solo queda de momento que bombardee Sotillo, el pueblo originario de la presidenta.
Por tanto, nada hay en su iniciativa de recuerdo y homenaje a quienes sufrieron en ese edificio, el cual es objeto año tras año, en enmiendas en los presupuestos, de sus perversos deseos como instalar museos de los horrores o recreaciones de celdas de tortura en dicho edificio. Aunque no se lo crea el lector, esto es presentado todos los años por la izquierda madrileña en sus enmiendas a los presupuestos de la Comunidad.
En segundo lugar, como ya he dicho, en los 250 años que tiene la Real Casa de Correos, esta ha sido lugar privilegiado de la historia de Madrid y España. Allí se proclamó la República en Madrid, y también allí estuvo aquel Ministerio de Gobernación republicano desde donde se ordenó eliminar a miles de madrileños sin juicios y de manera sumarísima, con una estrecha relación de mandato sobre la red de checas (lugares donde se torturaba y asesinaba a adversarios políticos). Esto último no se va a recordar en ninguna placa, de manera lógica tras la Constitución de 1978 que supuso la reconciliación entre los anteriormente enemigos.
Además es lógico que un gobierno sano solo instale en sus exteriores placas que unen en el dolor y suman en la conciencia colectiva como la que recuerda a los “héroes del 2 de mayo” (también fue testigo la Puerta del Sol del despertar de la conciencia nacional española ante el invasor extranjero), a las víctimas del Covid y a los asesinados en los atentados aquel infame 11 de marzo.
Y en tercer lugar, Sánchez lo intenta hacer todo ello de manera ilegal. Si, ilegal. Es muy duro decir que un presidente del Gobierno actúa desde la ilegalidad, pero en el caso de Sánchez es su modus vivendi.
La legislación autonómica (que no solo hay que defender el estado de las autonomías en Cataluña o Euskadi) dice claramente como señalábamos al principio, que la Casa de Correos es la sede de nuestra presidencia autonómica, desde que un presidente autonómico socialista escogió con acierto este edificio para ser la sede de todos los madrileños.
Es un edificio que es de todos y para todos, que representa la concordia y el encuentro de madrileños y visitantes ajenos a controversias políticas, y que está vinculado sentimentalmente a todos los españoles como un lugar de alegría, cuando todos los españolitos, como bien dijo Mecano, queremos celebrar algo juntos, por ejemplo, el nuevo año.
En conclusión, ya se que es un deseo imposible de cumplir, pero que bien nos vendría a los madrileños que Pedro Sánchez quitara la Puerta del Sol de sus oscuras intenciones y que nos dejara en paz: que respetara de una vez por todas a los madrileños y a quien hemos elegido para presidirnos de manera tan masiva, Isabel Diaz Ayuso.