Sobre la utilidad de lo inútil

El breve manifiesto de Nuccio Ordine, publicado el año pasado, es una lectura muy recomendable en estos tiempos en los que, so pretexto de lo exiguo de los fondos del Estado, los gestores públicos nos imponen su visión cansina de la existencia que no es, ni mucho menos, la que comparte la mayoría. Así, todo aquello que no produzca resultados tangibles inmediatos resulta prescindible. Se justifica, invocando el bien público, la eliminación de estudios que, desde esa perspectiva grisácea y monótona de los poderosos, se han calificado como lujos innecesarios, sin que importe que sean esas mismas materias las que llenen de lógica y, también de alegría, los programas educativos. Piensan que el latín, el griego y la filosofía son una pérdida de tiempo y de recursos, igual que cualquier estudio científico meramente especulativo. Muy a menudo parecen olvidar nuestros gestores que lo único que no tiene un precio es el conocimiento. También, que pesa más la deuda colectiva con todos los que a lo largo de los siglos permitieron desarrollar ese conocimiento, que la suma de todas las deudas monetarias que puedan existir hasta el final de los siglos.   

Todo aquello que no produzca resultados tangibles inmediatos resulta prescindible

Es más. Ya sin ningún recato, se reducen de la misma manera hasta su total desaparición, las prestaciones sociales que constituyen la urdimbre de nuestro sistema de convivencia. Como si de una enojosa antigualla se tratara, se eliminan ayudas y subvenciones, se limitan subsidios y se recortan hasta el extremo las partidas presupuestarias que garantizan un mínimo de dignidad a los miembros más desfavorecidos de la sociedad. Y es que, nos dicen sin sonrojo, tampoco producen resultados tangibles inmediatos.
El manifiesto de Ordine es, en efecto, una lectura doblemente provechosa para todos. Para unos, porque recordarán que de lo que en definitiva se trata en esta vida es de intentar ser felices. Para otros, porque tal vez descubran lo inalcanzable y absurdo de sus propios afanes y quién sabe si algún día no renunciarán a cuantificar todo cuanto les rodea.

Ordine nos recuerda la conveniencia de leer y releer a muchos autores

Es importante señalar que Ordine nos recuerda la conveniencia de leer y releer a muchos autores. Unos, más evidentes, ya que en su momento también discurrieron sobre la utilidad de lo inútil, como el propio Keynes, cuando reflexionaba sobre las posibilidades económicas de nuestros nietos, Italo Calvino, al defender la necesidad de leer a los clásicos, y sobre todo Abraham Flexner, de quien reproduce un delicioso ensayo, publicado en 1939, sobre la utilidad de los conocimientos inútiles.

Pero Ordine insiste con toda razón, además, en la necesidad de recuperar la lectura de otros muchos autores cuyas obras, a primera vista, poco o nada tienen que ver con el tema principal de su manifiesto. Baudelaire, Rilke, Stevenson y Okakura son algunos de éstos. También lo es, y con mucha razón, Théophile Gautier, que hace decenios que nadie lee y de quien mucho puede aprenderse. Ordine recomienda una lectura demorada de su Albertus. Yo querría recordar ahora, sin embargo, su Viaje a España, de cuyas curiosas páginas el lector siempre regresa enriquecido.                 

 

Ignacio Vázquez Moliní