Hecha la salvedad de que el «colgar» con que Manuel Fraga ha respondido a la pregunta de cómo ponderar los nacionalismos se refería a éstos y no a los nacionalistas, pues conforman un sistema parásito dentro de la Constitución, como objetor sistemático y sistémico de la unidad de España -en la que la Constitución misma se fundamenta-, ha sido una expresión de discutible prudencia y equívoca fortuna, pero también un añadido argumento para que la Constitución sea llevada al quirófano. Para desparasitarla de esa y otras graves contradicciones instaladas en su seno.
La inclusión en ella de las «nacionalidades» -que luego se han convertido en «naciones» por las malas artes de quien estafó a la mayoría española que le había votado- no sólo es la contradicción que habría que extirpar en la reforma, sino la causa misma de lo sorprendentemente dicho por el fundador del PP. Pero hay más. Los nacionalismos son el asunto que lleva al presidente Rodríguez a desmarcarse de quienes piden la reforma constitucional. Si ésta se hiciera en debida forma y aquello se extirpara, a Rodríguez se le cerraría el paso para su aventura estatutaria, consistente en ir a la reforma constitucional de forma indebida, por la puerta de atrás. La premisa mayor de la Moncloa es, precisamente, preservar los intereses y aspiraciones todas del mundo nacionalista.
No se trata de una observación retórica ni de una cuestión académica. A ello va pegado, como la sombra al cuerpo, la oscura defensa que rodea el destino del viático que los nacionalistas y los comunistas le dieron un mal día a Rodríguez, en una estancia secundaria del Congreso, para que negociara con ETA. La acción policial sigue sus brillantes progresos contra la banda porque se levantaron los frenos que se le habían puesto como paso previo al «proceso de paz». Pero, junto a ello, subsiste, acorazada por el silencio parlamentario y el de los corderos, el pasaporte político para un viaje a la dejación del imperio de la ley. Algo que en cuya virtud la banda se rehízo y la neobatasuna de ANV se instaló en la cuarentena de ayuntamientos que gobierna, permitiendo transferir a ETA fondos públicos procedentes de los contribuyentes, entre los que figuran las víctimas del terrorismo.
Por eso ANV sigue donde estaba, desde la anémica acción fiscal, y por eso Pérez Touriño, que preside Galicia cargando con las arbitrariedades de los nacionalistas, se ha apresurado, en réplica a Manuel Fraga, a hacer la paráfrasis del tropo de Rodríguez al referirse éste a lo del bisturí, para que, a la hora de intervenir desde el Estado contra ETA no se dañe el tejido que la rodea. Un tejido no es otro que el formado por el entramado de los intereses nacionalistas, que son quienes le dieron el pasaporte aquel para hiciera el viaje del deshonor político con los asesinos de nómina y sacristía.
Conclusión obligada: habrá otra vez negociación con ETA, posiblemente cuando acabe la sonora traca de los éxitos policiales. Se borrará la sangre de las víctimas con las aguas lustrales de la política zapatera. Los asesinados por la banda quedarán sepultados en la fosa común de la maniobra parlamentaria sobre la que Rodríguez construyó su poder. La misma mayoría de ocasión votará para esos muertos la Ley de la Amnesia Histórica.
José Javaloyes