La ceremonia, en la que también participaron 30 sacerdotes, se inició a las siete y media de la tarde y, desde una hora antes, los vecinos abarrotaban las inmediaciones de la parroquia.
Sobre las siete y veinticinco de la tarde llegó la comitiva fúnebre con los restos mortales de Ignacio Uria, que, hasta ese momento, descansaban en la capilla ardiente instalada en el tanatorio.
Un total de seis vehículos, con numerosas coronas de flores, conformaban esa comitiva, encabezada por el furgón fúnebre con los restos de Ignacio Uria. En uno de los coches viajaban la viuda de Uria, mientras que otros familiares como sus hijos y hermanos seguían a pie los vehículos junto a varios centenares de personas, entre ellos, también trabajadores de la empresa Altuna y Uria.
Al funeral asistieron entre otros el lehendakari, Juan José Ibarretxe, la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, la titular de Innovación, Cristina Garmendia, la consejera vasca de Transportes, Nuria López de Gereñu, el diputado general de Guipúzcoa, Markel Olano, o la portavoz del Gobierno vasco, Miren Azkarate.
También se sumaron los socialistas Leire Pajín y Patxi López, el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, el presidente del GBB, Joseba Egibar, el coordinador de EB, Javier Madrazo, el dirigente de EA, Rafa Larreina, la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaria, el presidente del PP del País Vasco, Antonio Basagoiti, el coordinador general de Aralar, Patxi Zabaleta. Junto a todos ellos, se encontraba una amplia representación de Confebask y sus organizaciones territoriales encabezadas por el presidente, Miguel Lazpiur, y el de Adegi, Eduardo Zubiaurre.
En su homilía, el obispo de San Sebastián afirmó que es «legítimo el desacuerdo pero para nada la violencia» y denunció que se quiera «condenar a estar bajo el terror y el miedo a los empresarios de Euskal Herria y sus trabajadores». «Este es el camino para construir la sociedad?, ¿Qué logran, construir un pueblo o hundirlo?», se preguntó.
«Un hombre ha sido abatido como una pieza de caza, un hijo de Dios ha sido tiroteado como un criminal. Una familia ha sido sumida en un mar de dolor, un empresario que brinda trabajo ha sido eliminado violentamente. Un proyecto avalado democráticamente quiere ser neutralizado por la fuerza y la sangre derramada», señaló.
Uriarte también denunció que, con este nuevo asesinato, una «sociedad enfrentada a graves problemas ha sido de nuevo herida en su esperanza». El obispo de San Sebastián se preguntó «si ése es el camino para la liberación que ETA promete». «Qué liberación?», cuestionó.
El prelado vasco aseguró que, con el asesinato de Uria, se ha querido «deshacer» una decisión adoptada por los representantes del pueblo y las instituciones «utilizando la violencia como vía». En este sentido, se preguntó si eso es respetar «una decisión de la mayoría».
Juan María Uriarte aseguró que se ha dado «un golpe tremendo» a la esperanza de la sociedad porque «la esperanza es la respiración del pueblo».
El obispo se refirió a la lucha tenaz «contra la violencia sangrienta que siembra terror» y señaló que para desarraigar esa violencia «no basta la pura justicia», sino que «es necesario el amor a las personas, al pueblo».
El obispo destacó que para los creyentes es una «misión inaplazable» insuflar al pueblo vasco «la reserva inagotable de la esperanza garantizada por la Muerte y Resurrección del Señor».
«No os han tocado, estimados empresarios, los golpes más tolerables por parte de este azote de la violencia. Sintonizamos con la pesadilla que muchos sufrís en vuestra carne y en la de vuestra familia. Tenéis todo el derecho y la necesidad de contar en estos momentos con el apoyo neto de la sociedad y con la defensa eficaz de vuestra vida y vuestros bienes», indicó.
Asimismo, manifestó que los trabajadores de las empresas amenazadas tienen «igual derecho» a que se garantice «al mismo tiempo su seguridad y su trabajo».
Por otra parte, hizo un llamamiento a la clase política para que «aparquen aquellas diferencias que impiden la paz posible». «Pertenecemos todos a este pueblo. Cabemos todos en este pueblo, salvo aquellos que se autoexcluyan por su palabra o su conducta. En esta casa solariega de nuestro pueblo, la Iglesia os repite con persistente convicción: hagamos la paz entre todos y para todos», apuntó.
El obispo de San Sebastián, que manifestó que es necesaria la palabra, se preguntó qué se puede hacer y respondió que «proseguir y colaborar sin desesperar en toda iniciativa que conduzca verdaderamente a la paz posible».
EL funeral concluyó aproximadamente una hora después y pasadas las ocho y media de la tarde salía el féretro de la iglesia entre los aplausos de los asistentes y las muestras de dolor de sus familiares.
Tras el funeral, algunos de los familiares se dirigieron al cementerio para proceder al entierro de los restos de Uria y otra parte de la familia participará en la manifestación de repulsa que partirá de la Plaza Pérez Arregi de Azpeitia y concluirá en la Plaza del Pueblo.