Todavía está casi fresca la tinta y la retina resultante de las referencias mediáticas a la Conferencia de Washington, en la que los líderes del G-20 han planteado soluciones globales a la crisis mundial que atravesamos. Y como el tema, según se verá, va a tener continuidad hasta abril, nos ha parecido que sería interesante para los lectores de ESTRELLA DIGITAL disponer de una presentación e interpretación de ese encuentro, a la luz de una serie de antecedentes y consecuentes.
En esa dirección, a lo largo de tres sucesivas entregas, informaremos de manera concisa sobre la cuestión; empezando hoy, precisamente, con los antecedentes, que incluyen el celebérrimo Consenso de Washington.
Como antecedentes del enfoque global de la crisis, será bueno recordar que hasta 1971, el sistema de tipos de cambio fijos vinculados al dólar y respaldados por oro, según el esquema Bretton Woods de 1944, funcionó razonablemente bien. Pero precisamente en 1971, a consecuencia de los déficits ocasionados en EEUU por la guerra de Vietnam, el presidente Nixon declaró la inconvertibilidad oro del dólar, a lo que siguieron dos devaluaciones de la moneda ancla de todo el sistema del FMI .
De ese modo, desde 1971 entró en funcionamiento el sistema de tipos de cambio flotantes, con fluctuación premanente de las divisas. Un hecho que recibió el respaldo teórico de la Escuela de Chicago, encabezada por Milton Friedman: «El mercado se corrige a sí mismo y tiende a equilibrarse a largo plazo». En cualquier caso, el FMI, ya sin sistema monetario internacional que regular, quedó como mero apagafuegos de crisis cambiarias.
No obstante esos cambios, EEUU continuó hegemonizando el orden económico heredado de Bretton Woods, a través del sistema de toma de decisiones en el FMI, que requieren un respaldo mínimo del 85 por ciento de los votos. De manera que Washington DC, con el 17,5 por ciento de cuotas, de facto dispone de derecho de veto. Lo cual le permite dictar las políticas a seguir. Algo que se ve muy claramente en algunos libros como The chastening, de Paul Blustein, en el que se documentan los fiascos en la gestión de las crisis financieras y monetarias del Sudeste Asiático en 1997-98. Como también se ha venido haciendo por el autor de estas páginas en el libro
Por lo demás, la caída del muro de Berlín en 1989, la ulterior crisis de desmantelamiento de la URSS y la evolución en China a un sistema de economía mixta, reforzaron el credo neoliberal del FMI y el BM con el llamado consenso de Washington, formulado a finales de la década de 1980 por el economista británico John Williamson, que lo fundamentó en diez puntos, que generalmente se tienen por la expresión del pensamiento único en materia económica, y que cabe sintetizar como resumimos a continuación:
1. Disciplina presupuestaria. Elemento esencial en los programas negociados por el FMI con los Estados miembros que le solicitan préstamos.
2. Reforma fiscal. El mejor método para remediar el déficit presupuestario, salvo que se recurr a a la reducción del gasto público.
3. Tipos de interés. Deben estar en función de dos principios fundamentales: han de fijarse según el mercado, para de ese modo evitar una asignación inadecuada de los recursos; y al tiempo, deben ser positivos en términos reales, para así incrementar el ahorro y desincentivar las evasiones de capitales.
4. Tipos de cambios. Han de establecerse igualmente por las fuerzas de la oferta y la demanda en el mercado.
5. Liberalización comercial. El acceso a las importaciones de factores de producción a precios competitivos resulta fundamental para promover las exportaciones; alternativamente, el proteccionismo de las industrias nacionales frente a la competencia extranjera crea toda clase de distorsiones altamente costosas.
6. Plena apertura para favorecer la inversión extranjera directa (IED), desde el punto y hora en que no sólo aporta capital, sino también tecnología y experiencia. Lo cual contribuye a mejorar la producción de los bienes necesarios para el mercado nacional y destinados a la exportación.
7. Política de privatizaciones. Ayuda a disminuir la presión sobre los presupuestos del Gobierno, tanto a corto plazo -merced a los ingresos que se generan con la venta de las empresas-, como a largo plazo, desde el punto y hora en que el Gobierno no ha de financiar nuevas inversiones ni cubrir números rojos.
8. Política desreguladora. La máxima libertad económica -precios, movilidad de factores, etc.- estimula la competencia frente a las economías intervenidas.
9. Derechos de propiedad. Deben estar clara y firmemente delimitados, con la garantía de funcionamiento eficiente del sistema legal y judicial.
10. Principios de democracia y libertad. Ha de darse prioridad a los derechos individuales frente a los colectivos. De otra manera, por criterios sociales mal entendidos, puede suceder que el funcionamiento de la sociedad en su conjunto se vea deteriorado.
Para muchos, la crisis que atravesamos es en gran medida resultado de ese consenso, por su tendencia al mínimo intervencionismo, y a la permisividad desde la autorregulación de los mercados financieros. Por lo demás, a la vista de la gravedad de la crisis -global y sistémica- se llegó a un intento de acuerdo de coordinación de medidas anticrisis, básicamente UE/EEUU; al que luego se involucró a los países emergentes, para celebrar una conferencia universal, precisamente en la patria del célebre consenso, en Washington DC, el 15 de noviembre del 2008.
Vistos los antecedentes de la Cumbre de Washington de los idus de noviembre, en las dos próximas entregas completaremos la información y la interpretación sobre el tema.
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Manuel Estapé Tous, «El FMI y el Banco Mundial buscan un papel en el nuevo orden internacional», La Vanguardia, 13.XI.2008.
Ramón Tamames y Begoña G. Huerta, Estructura Económica Internacional, Alianza Editorial, 20ª edición, Madrid, 2008, págs. 55 y sig.
Ramón Tamames