miércoles, octubre 30, 2024
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Terror en la Universidad

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La banda terrorista ETA ha vuelto a las andadas y hecho estallar un coche bomba en el Campus de la Universidad de Navarra, causando heridas a 28 personas, graves daños materiales y provocando el pánico y desconcierto entre los estudiantes y profesores, con un atentado que, como ha dicho el ministro de Interior, Rubalcaba, podía haber provocado una masacre. En realidad, ETA no sabe hacer otra cosa que matar y aterrorizar y, además, sabe que eso para ellos y cualquier otro criminal es bastante fácil dentro de una sociedad pacífica y democrática como la española. Al menos, hasta que las Fuerzas Seguridad asesten un golpe definitivo a esta organización de delincuentes que pretende disfrazar su sangrienta actividad de activismo político, y que sigue recibiendo un cierto amparo de partidos que todavía se dicen democráticos, como PNV, EA, Aralar, ERC, BNG, NBAI, y todos los que continúan hablando del presunto «conflicto político» del País Vasco y de Navarra, cuando en realidad de lo que hay que hablar es del problema criminal.

Y mientras estos partidos y sus dirigentes no corten por lo sano su relación con ETA y su llamado entorno político y social, que son la misma cosa, será muy difícil que la unidad democrática y social frente al terror se convierta en una definitiva realidad que permita su aislamiento. Y está muy bien que el PSOE y el Gobierno de Zapatero hayan rectificado su empeño fracasado de una negociación política con ETA, que tan largas alas dio a esta banda en España y fuera de nuestro país. Pero esta rectificación política debe llegar de manera explícita al Congreso de los Diputados, donde todavía no se ha revocado el mandato de negociación con ETA que el Parlamento le dio a Zapatero meses atrás, para sustituir ese acuerdo por otro que disponga lo contrario: la negativa a cualquier negociación o diálogo, que no pase por la previa rendición de ETA y la entrega de las armas.

Y en lo que concierne a Navarra tenemos que lamentar los devaneos del presidente de UPN, Miguel Sanz, con los que no hace mucho negociaban con ETA la unión de Navarra al País Vasco, al tiempo que violaba los que eran sus pactos políticos con el PP a cambio de su permanencia en el poder y de unas monedas de los Presupuestos del Estado, cuando aún estaban y están calientes las bochornosas negociaciones de Loyola entre el PSOE, el PNV y Batasuna. Negociaciones donde Navarra era moneda de cambio de ese disparate que, tras fracasar, ha vuelto a mostrar el verdadero rostro de ETA y de quienes no han dudado en jalear un pretendido discurso de «paz», otro vocablo tan infame como el del «conflicto».

Si los votos de UNP en los Presupuestos hubieran sido definitivos para su aprobación a lo mejor se hubiera entendido que los de UPN, con Sanz a la cabeza, hubieran apoyado a Zapatero en clara respuesta a la abstención del PSOE en Navarra que a ellos les permite gobernar. Pero el hecho de que los votos o la abstención de UPN en los Presupuestos del Estado no sirviera para nada demostraba que Zapatero lo único que pretendía era romper los pactos del partido navarro con el PP y abrir una crisis de estabilidad y de identidad en UPN y nada más. Porque imaginar una coalición entre N-Bai y el PSOE hubiera sido tanto como avalar los planes de Loyola con el PNV y Batasuna. Algo que tras el atentado de ayer en Navarra se hace todavía más imposible, por más condenas de ocasión que emitan desde N-Bai o desde el PNV. Partido, el PNV, que continúa con sus desafíos al Estado de Derecho y a la legalidad, como lo hemos visto en su reciente intentona de referéndum de autodeterminación.

De manera que, cuando pase la emoción del atentado, mucho nos tememos que los nacionalistas independentistas volverán a lo de siempre, o como poco a su calculada y perversa ambigüedad que tanto favorece a ETA y que impide la verdadera articulación de un frente democrático y social contra el terror sangriento y despiadado como el que ayer sembraron en el campus de la Universidad de Navarra, católica y confesional, lo que demuestra que nadie está fuera de sus objetivos criminales y que deja a los prelados y a los religiosos que son condescendientes con ETA frente a su propia y grave responsabilidad.

Pablo Sebastián

Obama, no te fíes

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El quelonio McCain y su fiero pitbull de los labios pintados, Sarah Palin, avanzan y recortan distancias con Obama y Biden, y las encuestas sólo dan al candidato demócrata una ventaja de cuatro puntos (49 contra 45 por ciento) sobre el heredero de Georges W. Bush. Lo que añadido a los errores de los sondeos y a la montaña de los indecisos hace que la pretendida victoria del candidato de color no esté tan clara como lo parecía semanas atrás. Y a no olvidar, en todo esto, el sentimiento racista que anida todavía en muchos de los votantes americanos que no se atreven a decirlo en público y menos aún a los encuestadores pero que en sus adentros ya están diciendo: «Al negro, ni agua».

O sea, que se cuide Obama de echar las campanas al vuelo y que apriete los dientes y su esfuerzo electoral en esta última semana, porque si fracasa con él se perderán muchas esperanzas políticas, económicas y sociales tanto en Estados Unidos, como en Europa y en el resto del mundo. Porque está claro que su candidatura y se equipo de gobierno es muy superior a la del esforzado McCain, que, con sus golpes bajos a Obama -al que ha acusado de ser amigo de terroristas y de ser un peligroso socialista-, ha perdido la poca credibilidad que le quedaba como heredero del catastrófico liderazgo y presidencia de Bush.

Vamos a ver si la ola de entusiasmo que ha despertado Obama en Estados Unidos llega a las urnas y si los votantes jóvenes se movilizan como lo han prometido, cosa rara en ese país. Y vamos a ver cómo discurren las últimas horas, porque eso del ataque americano al territorio sirio no es casual sino una maniobra de Bush para hacer valer la condición de militar de McCain. El que, en caso de acercarse un poco más a Obama en las encuestas, podría acabar movilizando a los conservadores en pos de una apasionante como dramática noche electoral, como lo fue la de otras pasadas elecciones con el añadido del tramposo recuento de votos de Florida que impidió la victoria de Al Gore.

Desde luego, la victoria de Obama sería muy importante no sólo por lo que significa para la democracia americana y para el resto del mundo la llegada de un político de color a la Casa Blanca, sino porque la crisis económica de su país y del mundo entero necesita de su liderazgo y su probada capacidad política, porque el triunfo de McCain supondría, amén de una decepción, el regreso a la estela de Bush, que es lo peor que podría pasar para la salida de la crisis y para la paz mundial.

Por todo ello le decimos a Obama que no se fíe, que su camino ha sido muy largo, pero aún le queda la parte más difícil de la carrera, la peligrosa recta final ante los ojos del mundo entero, que seguirá apasionado la importante y espectacular noche electoral americana. En principio todo apunta a que el candidato demócrata puede ganar, pero en América todo es posible y nada se puede descartar.

(Nota: rogamos a los orates/gafes que se abstengan de pedir el voto para Obama en estas fechas cruciales. Pedro J., por favor, no digas ni pío, mira la que armaste apoyando a Hillary, o lo de «mi voto por Landelino», etc. Y Zapatero, más de lo mismo, porque anunció el triunfo de Kerry, la derrota de Merkel, y la lió.)

Marcello

Rescate: control y canal

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Ya están aprobados los dos decretos de apoyo o rescate del sistema financiero con un amplísimo apoyo parlamentario. El presidente del Gobierno se ha comprometido, como parte de la negociación con el PP, a que la transparencia y el control sean mayores que los previstos cuando se anunciaron. Aún falta, sin embargo, pasar de las declaraciones formales a la concreción de cómo se va a hacer efectivo. Las pretensiones de la oposición son, en este punto, lógicas y no debería cejar un ápice en la exigencia de pactar y conocer -el PP y los ciudadanos- el detalle tanto de la transparencia y el control público. Lógico es también el propósito de que estas medidas sirvan para que el crédito llegue a los ciudadanos, familias y empresas, y no sólo para solucionar problemas de las entidades financieras u operaciones corporativas en las que el intercambio de acciones y la especulación están por encima, a veces muy por encima, de la creación de riqueza y empleo. No es fácil seguramente, pero de nada servirá este monumental esfuerzo si no se va notando, aunque sea lenta pero paulatinamente, en la economía real.

El Gobierno y su partido optaron por el realismo urgente después de quedar al margen de la realidad, intencionadamente, durante mucho tiempo. No tuvieron sino que seguir la estela de otros países europeos, los que tienen problemas en su sistema financiero, a pesar de que no se ha modificado un ápice la teoría de que el nuestro es imponente. La vida demuestra lo contrario. Pero, a partir de ese momento, todo vuelve a la retórica, como demostró ayer el presidente en el Congreso con un discurso deslavazado, abstracto y con pretensiones de teorizar sobre las finanzas mundiales. Corresponde a la oposición, por tanto, empeñarse en bajar de esta particular nube de verborrea y satisfacción al Gobierno, para el que parece más importante la imagen (ser convocado por Gordon Brown a las «reuniones mundiales») que el asunto mollar, que es la eficaz utilización de los recursos propios.

No le resultará sencillo a una oposición a la que el Gobierno quiere poner en un brete -en vez de buscar sus aportaciones- con el invento de apoyar Presupuestos sin discusión ni debate serio. Tendrá que aguzar el ingenio y aprovechar al menos las instituciones en las que gobierna para hacer patente una alternativa convincente. Y, además de exigir, explicar cómo a su juicio debe lograrse la transparencia, el control y el acceso de familias y empresas a la liquidez y los créditos que se quieren salvar o potenciar. Las decisiones que se tomen en sus comunidades autónomas pueden tener un carácter de ejemplo y de pedagogía política y, aunque no tenga el Gobierno de la nación, tampoco son instituciones sin importancia a la hora de obligar a las cajas de ahorro a la ortodoxia, o al saneamiento en su caso, y a la de reducir el gasto público que, además de ser un impuesto más, no ayuda nada a combatir la recesión. Es, desde luego, una oportunidad para sostener una unidad de criterio, es decir, de política, y anunciar el abandono de aventuras tan curiosas y absurdas como la salida a Bolsa del 49% del Canal de Isabel II anunciada por la comunidad de Madrid. Se trata de que la liquidez llegue a las empresas y, la verdad, el empeño no casaría muy bien con la utilización de las garantías, los avales y los dineros para que determinadas entidades, obligadas o no, acudan a esta particular operación.

Germán Yanke