Fue el discurso de una mujer que hizo un canto en defensa de la poesía, que rompió barreras, y que fue respondido por Guillermo Díaz-Plaja.
«Haciéndola pasajera intocable de mi travesía, la Poesía sirvió no solamente a sueños, también a esperanzas y a realidades que por mínimas que fueran bastaban para mantenerme cada día», dijo Carmen Conde en el primer discurso que se oyó en boca de una mujer en las paredes de la Academia.
«La Poesía, desinteresada de cuanto pudiere enturbiar su luz, es el ahora de todos los sueños, la constancia cordial de la vida viva -explicó-. Restaña heridas causadas por tiempo o historia, conduciendo desde el amor por un solo ser al amor por todos los seres, siendo los mejor amados aquellos que constituyen ‘mayoría silenciosa’ o no escuchada cuando reclama su derecho a hablar».
«Ni evasiones del dolor ni rechazos a la alegría. Quienes lealmente crean poesía porque sí, saben de la necesidad de su verdad y de la defensa desinteresada de las causas perdidas», exclamó en su discurso.
Defensora de la mujer como poeta, Carmen Conde, que vivió el exilio interior en España, no escatimó erotismo, fuerza y verdad existencial a su poesía, como recordaba a EFE José Luis Ferris, cuando publicó la completa biografía de la escritora.
Carmen Conde, que nació en Cartagena el 15 de agosto de 1907 y murió en 1996, en Madrid, en una residencia geriátrica de Majadahonda, enferma en sus últimos tres años de Alzheimer, cruzó casi todo un siglo por el que pasaron la República, la Guerra Civil, y el franquismo.
Mujer de izquierdas, no estuvo en el exilio, pero siempre pasó un exilio interior, que muchas veces no fue bien interpretado. De hecho cuando la nombraron académica de la Lengua, en 1978, todo un acontecimiento, para ocupar el sillón K en sustitución de la vacante dejada por Miguel Miura, se despertó una gran polémica.
Y es que, como explica Ferris en el libro, también había otra candidata, Rosa Chacel, que sí se había exiliado y que simbolizaba la mujer que regresaba del exilio, mientras que Conde parecía, «injustamente», la más acomodaticia.
La autora de «Ansia de la gracia» estuvo casada con el también poeta Antonio Oliver Belmás, a quien conoció cuando ella estudiaba magisterio en la Escuela Normal de Murcia, parece que el gran amor de su vida fue Amada Junquera, una mujer guapa y culta, casada con un catedrático de Historia franquista con mucha influencia, que incluso ayudó a Conde a aliviarla de la represión franquista que podía haber caído sobre ella.
Carmen Conde rompió el techo de cristal en la RAE y a ella le siguieron dos escritoras también fallecidas, Elena Quiroga que ingresó en 1984 y Ana María Matute, que fue elegida el 27 de junio de 1996 y tomó posesión el 18 de enero de 1998.
A estas tres primeras mujeres académicas ya fallecidas se suman las ocho mujeres académicas actuales. La historiadora Carmen Iglesias, elegida en 2000; la bióloga Margarita Salas en 2001; la filóloga Inés Fernández-Ordóñez en 2008; las escritoras Soledad Puértolas (2010) y Carme Riera (2012); la filóloga Aurora Egido que ingresó en 2013; y la escritora Clara Janés y la filóloga Paz Battaner que fueron elegidas ambas en 2015.
En resumen, hasta la fecha, sólo once mujeres han logrado ingresar en la Real Académica Española en sus 305 años de historia.
Carmen Sigüenza