El estudio, que publica la revista Space Science Reviews, ha descubierto que las condritas carbonáceas incorporaron minerales hidratados junto a materia orgánica del disco protoplanetario previo a la formación de los planetas.
Los científicos que firman este estudio defienden que estos meteoritos jugaron «un papel importante en el enriquecimiento en agua de la Tierra primitiva», dado que habrían facilitado el transporte de elementos volátiles que se acumularon en las regiones externas del llamado disco protoplanetario a partir del cual se formaron los planetas hace más de 4.500 millones de años.
La Tierra se formó en un ambiente cercano al Sol mucho más reducido, en relativa ausencia de oxígeno.
Las condritas carbonáceas proceden de cuerpos que, dado su tamaño generalmente inferior a un centenar de kilómetros, nunca se fundieron ni sufrieron internamente diferenciación química como los planetas.
Por ello, su estudio proporciona pistas sobre las etapas iniciales de agregación de los primeros cuerpos que formaron los planetas.
Los meteoritos analizados en este trabajo pertenecen a la colección Antártica de la NASA y a los caídos en Murchison (Australia) en 1969 y en Renazzo (Italia) en 1824.
«Las condritas constituyen un legado fósil de la creación de los planetesimales, que aportan información sobre los procesos de agregación de los primeros bloques formativos de los planetas, pero también de todo lo que aconteció en su interior poco después de su formación», ha explicado el director del estudio e investigador del ICE-CSIC, Josep Maria Trigo.
Según Trigo, «existe un gran debate sobre el origen del agua en la Tierra y nuestro estudio corrobora que las condritas carbonáceas fueron capaces de transportar agua de manera muy eficiente en sus matrices».
«Esa agua -ha agregado- parece proceder de dos tipos de objetos formados a diferentes distancias del Sol: los asteroides hidratados y los cometas. Obviamente, a fin de conocer el origen del agua de la Tierra debemos estudiar no sólo los cometas sino también las condritas carbonáceas que proceden de una población de asteroides llamados transicionales».
El astrofísico ha señalado que estos meteoritos «fueron muchísimo más numerosos hace 4.000 millones de años pero sufrieron una desestabilización gravitatoria durante la migración de Júpiter y Saturno hasta su localización actual».
«Aquellos que no acabaron siendo engullidos por Júpiter y Saturno fueron impulsados hacia los planetas terrestres y hacia otras regiones del Sistema Solar, transportando agua y materia orgánica acumulados en sus interiores», según el investigador del CSIC.
Redacción