Conocida por la mancha oscura con forma de violín de su encefalotórax, esta peluda araña de color marrón “habita regiones cálidas repartidas por todo el mundo”, y en España lleva décadas en zonas de actividad humana, por lo que no hay motivo de alarma”, ha explicado el profesor del Departamento de Biología Evolutiva de la Universidad de Barcelona (UB) Carlos Ribera.
Si bien “su veneno es lo suficientemente potente para causar heridas necróticas en humanos”, la Loxosceles rufescens, original del arco mediterráneo español, “no suele ser agresiva” y por ello “no es común registrar casos”, ha destacado.
El efecto de la picadura “depende de si la araña consigue atravesar la piel para inocular su veneno”, ha subrayado el investigador, y los síntomas pueden derivarse “de la propia sustancia tóxica o de los parásitos que transmite con el picotazo”.
Según el catedrático de la UB y experto en artrópodos Miquel Ángel Arnedo, “en España habita la especie Loxosceles rufescens, mientras que la Loxosceles laeta, con un veneno más potente, es propia de Sudamérica”. Ha añadido que en algunos medios «ha habido una confusión entre ambas, lo que puede llevar a pensar que hay especies invasoras establecidas aquí de las que no hay registro oficial”.
En este sentido, el coordinador del proyecto Life Invasaqua, en el que participa la Agencia Efe, Francisco José Oliva, ha señalado que la araña violinista «es un ejemplo más de esas especies exóticas invasoras que, por su gran repercusión social, pueden ser un estandarte de la información sobre los peligros para la salud que varias de estas especies invasoras».
En su opinión, «son muy pocas las especies invasoras establecidas en el medio silvestre europeo que sean capaces de producir cuadros severos de envenenamiento en el hombre, pero ésta es una», lo que demuestra que «la problemática de las especies invasoras va mucho más allá de su efecto ecológico, con importantes repercusiones socioeconómicas y efectos sobre la salud que no debemos obviar».
En el año 2017, las autoridades madrileñas avisaron por redes sociales de otra picadura de araña violinista, que en este caso fue capturada y trasladada al parque zoológico Faunia, donde se identificó como de la especie Loxoceles laeta.
Este ejemplar “pudo haber llegado como consecuencia de la globalización y los viajes”, ha explicado el científico del Departamento de Biodiversidad y Biología Evolutiva del Museo de Ciencias Naturales Óscar Soriano, quien ha precisado que la especie “se ha observado en otras partes de Europa”.
Estos arácnidos, también distribuidos por América del Norte y zonas de África, miden aproximadamente un centímetro de largo, poseen patas largas y finas y una cola alargada y su color varía del tono café a otros marrones más rojizos, ha explicado Ribera.
De costumbres nocturnas, prefieren los lugares oscuros y escondidos y pueden aparecer en cuevas, debajo de las piedras y en grietas, «pero también en rincones de algunas casas o armarios».
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