jueves, noviembre 21, 2024
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El veganismo en la moda es «hipocresía»

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«La moda vegana es una hipocresía, no me la creo», ha dicho Alejandro Gómez Palomo, director creativo de la firma Palomo Spain, que desde sus inicios utiliza tejidos de origen animal porque considera que son «más ecológicos».

Palomo Spain utiliza plumas, cuero o lana en la confección de prendas, «lo no quier decir que no ame a los animales ni que sea respetuoso con el medioambiente», añade Gómez Palomo, quien considera que es mucho más contaminante el pelo artificial o el poliéster que suele acabar en los océanos, un problema que centrará este sábado la celebración del Día Mundial de los Océanos.

«El veganismo es un lujo de millonarios», explica la responsable de desarrollo de materiales de Fashion Bussiness School Universidad de Navarra (ISEM), Silvia Soler González, quien asegura que vestirse con fibras naturales de origen vegetal es «complicado y muy caro».

Un vegano excluye en su armario las piezas de cuero, piel, lana de oveja, cachemir, mohair, seda, plumas, perlas o nácar, todo lo que provenga de los animales. Pero ¿qué ocurriría si a las ovejas no se las esquilara?.

«Sería un animal maltratado, su salud se deterioraría», dice la veterinaria Rebeca Abascal Guzón, quien recuerda que la oveja doméstica «no pierde el pelo de manera natural». Si no se les esquila «puede sufrir infecciones, no tener visión o tener incapacidad para moverse, dado el volumen y peso de la lana sobre su propio cuerpo», explica la veterinaria.

«¿Si coges piojos los dejas vivir o los eliminas?, ¿Si tu mascota tiene pulgas las matas o permites que sean sus mejores amigos?», se pregunta Soler, quien cree que es más peligroso consumir recursos naturales, que son finitos como los minerales, que animales que «se reproducen».

El consumo animal se encuentra dentro del círculo de la vida, «y eso es regenerar nuestra propia esencia, nos mantiene en equilibrio», añade Soler, para quien el no consumo de animales conduce a un doble problema: su extinción y la superpoblación con todas las consecuencias».

Cuando se sacrifica un animal para comer, su piel, plumas o pelo se puede utilizar para la fabricación de ropa u otros objetos, «son materiales residuales», dice Soler, que está a favor del consumo responsable de carne y pescado, «no es necesario consumir proteína todos los días».

Si se pretende ser un vegano riguroso tampoco se puede utiliza cera de abejas, ni tintes de origen animal como la cochinilla, insecto regordete que se explota en los nopales mexicanos para teñir telas y colorear cosméticos y alimentos.

Desde hace un tiempo, el veganismo ha ido dando pespuntes en la industria de la moda, pero sobre todo ha abierto un debate acerca de la explotación animal, los problemas éticos, sociales y también medioambientales.

«Me cuesta entender el buen trato animal sin tener en cuenta los derechos laborales y la sostenibilidad del planeta», argumenta esta experta en tejidos para quien es importante el consumo animal siempre y cuando se haga bien, es decir «evitando la crueldad, controlando la cantidad y la contaminación».

No hay que confundir el veganismo con el respeto al medio ambiente. «Que una firma sea vegana no significa que sea sostenible», puntualiza Soler.

Por ejemplo, la diseñadora Stella McCartney decidió no utilizar materiales de origen animal en sus colecciones, pero sin embargo, utiliza fibras sintéticas que en ocasiones no son bondadosas con el medioambiente, precisamente el hábitat de animales.

«Es mucho más ecológico un abrigo de zorro que uno de piel sintética, ese pelo artificial es super-contaminante», añade Gómez Palomo.

Hoy en día el 60 por ciento de las prendas que se consumen en todo el mundo se hacen con poliéster, que tarda una media de 500 años en degradarse por completo. Además, durante su periodo de vida, en los lavados, esa fibra desprenden micropartículas que acaban en ríos y mares deteriorando la cadena alimentaria.

Se vive una moda acunada por la (mala) cultura de usar y tirar, que ahora, desde los grandes emporios se pretende mitigar con la filosofía vegana, en la que se pueden lucir prendas y no ser sostenible. «No hay huella animal, pero se está contaminando el planeta», dice Soler.

Antes de adquirir una prenda, conviene leer con detalle la etiqueta, no todas las alternativas son respetuosas con el planeta, ni responsables con la mano de obra.

Y precisamente, las manos son el mayor valor para preservar los oficios y la artesanía que en muchas ocasiones «se realiza con materiales de origen animal», concluye Soler.

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