Licenciada en Biología y Bioquímica por la Universidad de Navarra, doctorada en Biología Molecular por la Autónoma de Madrid y postdoctorado en Cambridge (Inglaterra), regresó a España hace un año y su trabajo se centra en la leucemia, en la infantil en el caso del proyecto premiado.
Casada y madre de dos hijos, Javierre (Huesca, 1983) explica que su vocación deriva de su propia historia vital: del tiempo que pasaba en el laboratorio mientras esperaba a su padre, profesor, y del amor de sus progenitores por la naturaleza y la montaña, que le llevó a interesarse primero por la vida y decantarse por la biomedicina y la genómica a la hora de estudiar.
Pregunta: ¿Qué supone haber sido elegida una de las quince científicas más prometedoras del mundo en los premios L’Oreal Unesco for Women in Science?
Respuesta: Reconocimiento al esfuerzo de muchos años y apoyo económico para desarrollar el proyecto. Además lleva asociada una formación específica de dos semanas en París y Ginebra para conocer cuáles son las diferencias entre mujeres y hombres que pueden explicar por qué las primeras apenas ocupan puestos de dirección en ciencia. Pretenden enseñar cómo ser una líder.
P- ¿Cuáles son las conclusiones de esos cursos?
R- Que es muy importante saber vender tu trabajo. Las mujeres tendemos a simplificar nuestros logros y los hombres suelen ser más echados para delante.
P.- Estos premios llevan implícito en el nombre la necesidad de fomentar la igualdad…
R.- En investigación no hay igualdad, es uno de los sectores en los que más desigualdad de género hay.
P.- ¿Qué se puede hacer desde dentro para poner en valor el trabajo de las científicas?
R.- Muchas cosas, una es la reeducación social de las nuevas generaciones. Es importante transmitir que una mujer puede ser buena científica y a la vez tener una vida relativamente normal. Además, es necesario avanzar hacia jurados mixtos, también de edad o posición, ya que son los que deciden los proyectos y la financiación y la mayoría de ellos están compuestos por hombres mayores que pueden tener un criterio correcto pero que tienden a seleccionar y valorar lo que es más similar a ellos.
P.- ¿Las diferencias de criterio se perciben también en la forma de entender la investigación?
R.- Son más las similitudes que las diferencias y también depende de la personalidad; no es el género sino la heterogeneidad. Cuanta más gente diferente y más ideas diferentes existen se abre más tu visión y el problema es que la heterogeneidad no existe.
P.- ¿Ha encontrado trabas por ser mujer?
R.- No demasiadas porque si no, no habría llegado donde he llegado. He tenido mucha suerte porque mis jefes han sido todos hombres y me han apoyado mucho, no me han puesto barreras. Pero sí es verdad que cuando estaba embarazada de mi primer hijo en Inglaterra mis colegas me advertían de que podía verse perjudicada la proyección de mi carrera, algo que no les decían a colegas que iban a ser padres.
P.- ¿Y por su juventud?
R.- Creo que es más problemático cuando se junta mujer y juventud. Cuando hablaba de mi trabajo por el nombre y no por el apellido, que es como nos identificamos en ciencia, no tenían mucho interés pero si escuchaban Javierre cambiaban la actitud porque ya sabían quién era.
Una vez en el traslado hacia un congreso que inauguraba coincidí en el taxi con otros dos participantes, señores mayores, que pensaron que era la secretaria y no me hablaron. Al llegar al registro e identificarme se giraron y me dieron su tarjeta muy amables, pero la primera impresión es «no, no puedes ser de nuestro club porque eres jovencita».
P.- ¿Ha tenido más dificultades para lograr financiación para sus proyectos?
R.- Creo que soy muy afortunada y hay que ser realista, existen otras limitaciones y no solo la edad o el género. Todo el mundo tiene ciertas limitaciones o problemas.
P.- ¿En Reino Unido tuvo que hacer frente a las mismas barreras que en España?
R.- Prácticamente es lo mismo, la diferencia es que allí la guardería es casi prohibitiva y muchas más mujeres dejan de trabajar. Nos creemos que en España estamos muy mal pero estamos igual o mejor. En los países nórdicos existen muchas ayudas para las madres y el problema es que tienen más presión social para dejar de trabajar y atender a los hijos.
P.- ¿Están equilibrados los puestos de responsabilidad en el mundo científico?
R.- En plantilla estamos bastante igualados e incluso estamos más mujeres, pero en los de dirección… El problema es el techo de cristal y que tener un puesto de responsabilidad es incompatible con una vida familiar. Decidir tener una familia penaliza porque tienes que hacer sacrificios en tu carrera profesional.
P.- ¿Cómo concilia su carrera con dos hijos?
R.- Tengo un marido que me apoya al cien por cien y es la clave de mi éxito, se encarga más de los niños y de la casa, además de trabajar. También nos ayudan mis padres y yo intento hacer malabares: si tengo mucho trabajo, como me gusta dormir a mis hijos, a veces lo hago en el suelo o la alfombra con el portátil o el móvil o me echo una minisiesta porque tengo que trabajar por la noche.
P.- ¿Tienen sus compañeros estos mismos problemas?
R.- En parte sí. El problema es que un trabajo que requiere tanto como una carrera científica en general, independientemente del género, es bastante incompatible con una vida familiar.
Y por el papel social de la mujer, que se encarga de la familia, la casa y es quien suele reducir su jornada porque cobra menos aunque desempeñe un mismo puesto, en la mayoría de los casos es ella la que baja el ritmo. En ciencia el hombre puede seguir su carrera mientras una embarazada no puede estar en el laboratorio ni al 100 % y para becas y proyectos los cortes se hacen en función del año de defensa de tesis y las mujeres no pueden competir con gente que ha estado trabajando siete años mientras ellas lo han hecho cuatro porque los otros tres han estado de baja. Esto se está intentando corregir.
P.- ¿Cuáles son sus referentes?
R.- Carlos López Otín, un científico excelente y una persona increíble que nunca ha dudado en aconsejarme y ayudarme. Y como rol femenino, desde Margarita Salas, de la que tenemos que estar muy orgullosos, hasta gente joven como Guadalupe Sabio, una investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid.
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