«Después de cuatro años luchando por una incapacidad, cuando mi mayor deseo sería estar trabajando, disfrutar de mi hija, poder salir cuando te llama una amiga, correr… no puedes hacer las cosas en condiciones», comenta esta paciente, que es presidenta de la Asociación Contra el Cáncer Gástrico y Gastrectomizados.
Pilar, que tiene la incapacidad total, pero no la absoluta, ha contado su historia y ha denunciado «la falta de apoyo y atención» que, sostiene, ha sufrido por parte de la Administración y de la Justicia, como también lo padecen -dice- otros pacientes: «No hay solo una Pilar, hay muchas Pilares».
Quiere se reconozcan las secuelas que sufren, reclama protocolos de actuación para que sean tratados de las mismas y que los médicos las detallen más exhaustivamente en sus informes para que los tribunales pueda hacer valoraciones más precisas.
Las secuelas las vive Pilar con dificultad y es que para comparecer ante los medios le acompaña un vaso de agua con azúcar por si le baja demasiado ya que no ha comido nada porque si lo hace puede tener diarreas y cólicos.
«Cuando te extirpan el estómago te dicen que tu vida no va a cambiar, que las secuelas son mínimas y llevarás una vida normal, y si una vida normal es tener taquicardias, cólicos, diarreas, hipotensión, mareos, irritabilidad, desnutrición, tener ansiedad… Tomarse veinte pastillas al día», denuncia.
Tiene una incapacidad del 65 por ciento, padece desnutrición, está muy delgada y repite que «no es anoréxica», que son las secuelas de este cáncer, que ha hecho que tenga que vender su casa y su coche y tenga que ser ayudada por su familia ya que solo recibe una pensión de 500 euros, según sostiene, por la incapacidad.
El pasado 11 de marzo volvió a solicitar al tribunal médico la incapacidad absoluta y de momento hay «silencio administrativo», según ha explicado a Efe su abogado Lorenzo Pérez, y si éste continúa presentarán una demanda judicial ante el juzgado social de primera instancia.
Miguel Rojas, psicooncólogo del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac), la está ayudando también porque los pacientes con estas demoras en los tiempos de espera y el no saber si podrá obtener la incapacidad absoluta les genera problemas emocionales.
«Esto es vivir sin vida. Me van a dar la incapacidad absoluta cuando me haya muerto», se ha lamentado Pilar.
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