«Si alguien escucha a sus vecinos discutiendo, escucha golpes…» debe avisar y denunciar, subraya en una entrevista con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer el inspector de Policía Nacional y jefe de sección de las Unidades de Atención a la Familia (UFAM), José Manuel Caro.
«Cuantas más denuncias e información nos llegue, mejor» porque, insiste, la Policía no puede hacer nada si las agresiones se quedan en el ámbito privado y no trascienden.
La UFAM está integrada por todas las Unidades de la Policía Nacional especializadas en la prevención e investigación de los delitos sobre violencia de género, doméstica y sexual. Además, coordina la protección de las víctimas en toda España.
EL AGENTE PROTECTOR
Una de sus funciones más relevantes es la que llevan a cabo los agentes protectores: policías especializados en proteger a las víctimas de violencia machista.
La UFAM tiene, en toda España, entre 25.000 y 30.000 casos activos de mujeres maltratadas. De ellas, 352 han sido calificadas de riesgo «alto» y 11 de «extremo» y los agentes protectores -unos quinientos en toda España- son los responsables de garantizar su seguridad.
Todas ellas tienen un agente protector que vela por su seguridad las 24 horas del día.
En los casos de «riesgo extremo» supone acompañarlas a hacer la compra, a llevar a sus hijos al colegio, a las reuniones familiares, establecer contacto con su entorno, con los vecinos…
Si el riesgo de volver a ser atacadas por su pareja o ex pareja es «alto», este policía está pendiente de ellas en todo momento y habla con ellas a diario.
Todas tienen grabado en su móvil el teléfono de su agente protector al que pueden llamar las 24 horas del día y los 365 días del año. «La protección es permanente».
UN DELITO IMPREVISIBLE
«El problema -reconoce- es que son delitos totalmente imprevisibles» que «no responden a un modus operandi, no tienen una ruta concreta. Son muy poco predecibles».
«Un agresor se puede levantar un día en su casa y le da un impulso y delinque. Desgraciadamente podemos tener muy poco control porque es imprevisible», señala el inspector de Policía.
Por eso, para protegerlas a ellas, también es «muy importante» conocer los movimientos del agresor, una labor que fundamentalmente se realiza a través de los dispositivos de geolocalización que se les implantan a los que tienen más probabilidad de reincidir.
Desde la UFAM se controlan sus movimientos y se les informa de cuáles son las consecuencias de quebrantar las órdenes de alejamiento o de incumplir las ordenes judiciales.
El inspector Caro habla en la oficina central que la UFAM tiene en Madrid, uno de los puntos neurálgicos de la protección de las mujeres víctimas de violencia machista.
GESTIÓN DEL RIESGO
En el mismo momento en el que una mujer presenta una denuncia en la comisaría se hace una valoración policial de riesgo. Se les pueden asignar cinco niveles: no apreciado, bajo, medio, alto o extremo, detalla.
Y en función de cada nivel de riesgo se imponen una serie de medidas de protección de cuyo cumplimiento es responsable el agente protector.
Ninguna mujer sale de la comisaria sin haber sido valorada ni sin las correspondientes medidas de protección, asegura.
Unas medidas que, en función del riego, se extienden a los niños y que pueden incluir vigilancia del agente protector cuando van con la madre, planes de seguridad personalizados o directrices para escapar ante un riesgo de agresión.
«Es conveniente que los niños sean conscientes del riesgo que corre su madre». «Cuando se llega a esos niveles ellos saben que hay una situación de peligro y que tienen que estar alerta», advierte.
Y asegura que el denominador común de todas las mujeres que acuden a denunciar es el miedo.
«El miedo a denunciar se aprecia en el 99 % de los casos» pero, «a medida que la víctima le habla al policía, se aprecia alivio». Muchas de ellas llevan años sufriendo maltrato, físico o psicológico y nosotros notamos esa liberación» cuando cuentan lo que les pasa.
«Desgraciadamente hay muchas víctimas que tienen una situación de dependencia emocional brutal con su agresor», relata el inspector, y parte de la labor del agente protector consiste en hacerle ver que su vida puede estar en peligro si sigue con él.
La valoración del riesgo, explica Caro, se revisa de manera periódica en función de los cambios que puedan acaecer en la vida de la víctima o de su agresor y puede ser modificada tanto al alza como a la baja con la consiguiente modificación de las medidas de protección.
Pone como ejemplo que el agresor ingrese en prisión o que se vaya a vivir al extranjero, dos supuestos en los que el riesgo puede desactivarse pero, explica, volvería a activarse en el momento en el que el agresor quede en libertad.
En estos casos, la víctima siempre es informada y recibe el apoyo del agente protector.
Además, más de 1.300 víctimas y sus agresores tienen implantado un dispositivo de geolocalización que se activa cuando el maltratador se le acerca.
El coordinador de la UFAM incide en la educación como elemento «esencial» para luchar contra la violencia machista. Tanto en colegios e institutos como, especialmente, en la familia.
La educación es el «talón de Aquiles» de la lucha contra la violencia de género, reconoce este experto, que pide más implicación del sistema educativo.