González Pacheco, de 73 años, ha fallecido sin llegar a ser investigado judicialmente por delitos de torturas y detención ilegal pese a las más de 15 querellas presentadas en los últimos años por sus víctimas, todas ellas archivadas por los jueces que se amparaban una y otra vez en la Ley de Amnistía y en la prescripción de los delitos para no tramitar ninguna investigación penal en su contra.
Pero la polémica con Pacheco no termina ahí. Porque el policía franquista no solo esquivó a jueces y fiscales, sino que con su muerte hace lo mismo con las cámaras que estaban tramitando la publicación del expediente de la concesión de medallas de Billy el Niño, como así acordaron el Congreso y el Senado el pasado febrero.
Y tras ello poder retirarle las condecoraciones como se comprometió hace pocos meses el Gobierno, un trámite que tenía previsto completar con la nueva ley de memoria histórica para cerrar así un capítulo que levanta ampollas entre sus víctimas y una parte de la clase política de este país.
Tanto es así que las reacciones a su muerte no se han hecho esperar y no hay lamento ni recuerdo entre muchos políticos españoles por su fallecimiento. Todo lo contrario. Hay impotencia, rabia e impunidad porque «el torturador» se marcha sin rendir cuentas por nada y con los honores que la democracia le concedió.
Y hay también recuerdo a sus víctimas, a las que piden perdón por no haber actuado a tiempo ante unos hechos ocurridos hace más de 40 años, que en la última década han sido devueltos a la actualidad.
Eso solo fue posible gracias a la acción de la querella contra los crímenes del franquismo presentada en Argentina en 2010. Desde entonces, Pacheco ha vuelto a la arena política y judicial, aunque con escaso o nulo éxito, como admiten mucho políticos.
Es el caso del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias: «La muerte del torturador Gonzalez Pacheco sin haber sido juzgado, con sus medallas y privilegios intactos, es una vergüenza para la democracia y también para nosotros como Gobierno. Pido perdón a sus víctimas, luchadores por la democracia y la justicia. Porque fuisteis, somos».
O también de la ministra de Igualdad, Irene Montero: «Ha muerto el torturador Billy el Niño y lo ha hecho con todos sus reconocimientos, honores, medallas y pensiones. Cuánta rabia. Pido perdón a todos los que lucharon por la democracia en España y más a quienes sufrieron sus torturas porque no hemos llegado a tiempo».
El líder de Más País, Iñigo Errejón también menciona que muere «sin que se le retiraran los honores y condecoraciones y cobrando una pensión especial por infligir dolor a quienes lucharon por la libertad». Y añade: «Es una humillación para el pueblo español y un insulto a sus víctimas».
Las reacciones las lideran en la redes sociales los cargos de Podemos. Pablo Fernández, secretario general de Podemos Castilla y León, señala que «es urgente acabar con la impunidad de los vestigios del franquismo, que este torturador encarnaba».
Mientras que su compañera en la Asamblea de Madrid, la portavoz regional de Unidas Podemos, Isa Serra, ha tenido un recuerdo para Chato Galante, «un luchador antifranquista, una de sus tantas víctimas», que, como Pacheco, falleció hace un mes por coronavirus.
El diputado de ERC Gabriel Rufián se ha limitado a diez palabras pero sin restar contundencia al mismo mensaje: «Ha muerto con las medallas puestas. Que no se olvide».
Las redes sociales al menos no lo hacen: «Torturador» es trending topic en Twitter, escrito en mayúsculas.
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