El homenaje estuvo organizado por el Centro Sefarad-Israel, en colaboración con el ministerio de Asuntos Exteriores, la Federación de Comunidades Judías de España y la institución Yad Vashem y se celebró de manera virtual debido a la actual pandemia de COVID-19, si bien pudo verse en el Canal del YouTube del Centro Sefarad-Israel.
En el acto participaron los hijos del diplomático, así como algunos de los judíos que lograron salvarse del Holocausto gracias su labor de protección, y la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, quien grabó una declaración en la que glosó los méritos de Sanz Briz.
En 1944, Sanz Briz, por entonces encargado de negocios de la embajada de España en Budapest, asumió de manera unilateral, y sin tener una directriz clara del Gobierno español, la tarea de intentar salvar a todos los judíos que le fuera posible del viaje sin retorno a los campos de exterminio como Auschwitz-Birkenau que habían dictaminado los nazis, que acababan de invadir Hungría.
La situación de Hungría en aquel 1944 era particularmente crítica. Un país aliado del Eje pero que hasta el momento no había tomado parte activa en la Segunda Guerra Mundial, gobernado por un régimen autoritario y ultraconservador presidido por el almirante Miklos Horthy, quien, sin embargo, trataba de mantener cierta distancia con respecto a los nazis y aplicaba de un modo relativamente relajado las políticas antisemitas.
La situación cambia cuando, en marzo de 1944, los alemanes invaden Hungría y exigen a Horthy el cumplimiento estricto de las leyes antisemitas y la máxima colaboración en el programa de exterminio conocido como la «solución final». Esta situación se va a agudizar a partir de octubre de ese año, cuando el almirante es depuesto y sustituido por Ferencz Szalasi, líder del movimiento pro nazi de la Cruz Flechada.
En todo ese tiempo, Sanz Briz concedió cartas de protección (un documento diplomático inapelable y que, de acuerdo con el derecho internacional, concede la práctica inmunidad a su titular) a unos 5.000 judíos, a los que salvó de una muerte segura.
Sanz Briz invocó una norma de 1924 por la cual se reconocía el derecho a la nacionalidad española a todos los judíos sefardíes al considerarlos legítimos descendientes de aquellos que fueron expulsados de España en 1492.
El diplomático hizo una interpretación laxa de esta norma española y fue ampliando su alcance a todos los judíos, sin considerar su origen. Ello permitió salvar la vida a 5.000 personas, muchas de ellas familias enteras.
En un vídeo de agradecimiento, González Laya dijo que «cuando mencionamos las palabras Auschwitz-Birkenau, pensamos en un lugar de sufrimiento y de indignidad extrema. Recorrerlo, aun hoy en día, produce un escalofrío sobrecogedor».
Al dirigirse expresamente a la familia de Sanz Briz, la ministra afirmó que «debéis tener la enorme satisfacción moral de saber que al menos 5.000 personas no tuvieron que conocer ese horrible lugar gracias a que vuestro padre tomó la decisión de no pasar de largo frente al sufrimiento humano. (…) decidió no permanecer indiferente ante la barbarie (…). El resultado fue la salvación de miles de judíos, cuyos descendientes se han multiplicado y guardan memoria del origen de su liberación».
«Me consta que Ángel Sanz Briz no se consideraba ningún héroe ni creía merecer homenaje alguno por lo que hizo. Pero, en todo caso, debéis estar muy, muy orgullosos por ser hijos de un ser humano excepcional, que supo dar un paso adelante ante la indiferencia de muchos», subrayó.
Por su parte, en declaraciones por teléfono el director del Centro Sefarad-Israel, Miguel de Lucas, afirmó que «Sanz Briz es un referente, alguien que ha sacado el lado más excelso de la diplomacia, que es el servicio a los ciudadanos, incluso por encima del principio de legalidad. Estar al servicio de los ciudadanos y anteponer la humanidad por encima de cualquier otra circunstancia».
«Él y otros diplomáticos españoles hicieron mucho y tuvieron un papel heroico, aunque, como él mismo decía, no eran héroes sino que dieron una respuesta concreta a unas situaciones tremendas en un momento determinado», manifestó De Lucas.
Por su parte, en declaraciones telefónicas, la hija menor del diplomático, Ángela Sanz-Briz, expresó su orgullo por la labor realizada por su padre en aquel tiempo.
«Como ciudadana, me parece importantísimo que un joven diplomático de 34 años se jugara su vida y su carrera para ayudar al prójimo sin tener apenas preparación ni logística para ello. Organizó todo en pocos meses, tomó la iniciativa por su cuenta, ya que el gobierno español no le contestaba; en pleno invierno, con bombas, con carestía», afirmó.
«Es una figura muy de destacar y es necesario que las nuevas generaciones sepan lo que hizo un español. Como hija, por supuesto, es un orgullo. No me choca que lo hiciera porque conociéndole era lógico. Siempre dijo que era lo más importante que había hecho en su vida», dijo.
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