Iglesias iba a los comicios con el control absoluto de Podemos incluso a nivel territorial, donde logró situar a todos sus afines, con lo que con toda probabilidad ninguna voz interna reclamará responsabilidades por un resultado sobre el que el vicepresidente por ahora ha dicho que habrá que hacer «autocrítica».
Son las mismas palabras con las que Iglesias despachó en mayo del año pasado los resultados de las autonómicas y municipales en las que se borró del mapa de las alcaldías -solo retuvo Cádiz el anticapitalista José María González, Kichi- y redujo de forma notable su presencia institucional en los parlamentos regionales e incluso desapareció en Castilla-La Mancha y Cantabria.
Un mapa de ausencias al que ahora se suma Galicia, la tierra de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, donde Podemos ha perdido toda su fuerza que logró cuatro años atrás con el empuje de las mareas, ahora desintegradas.
Hace solo un año Podemos perdió las alcaldías de Coruña, Santiago y Ferrol, y en esta ocasión ha pasado de los 271.000 votos y 14 escaños de 2016 a los 51.000 apoyos, con un candidato elegido por Pablo Iglesias.
Porque fue la dirección estatal quien impulsó en 2018 a Antón Gómez-Reino para disputar la dirección del partido en Galicia, una victoria ajustada con la que Iglesias logró tutelar esa autonomía desde Madrid.
Sin embargo, aquél intervencionismo desembocó en la desintegración de las mareas y la separación de los críticos que apoyaron a Bescansa frente a Gómez-Reino, y contribuyó a poner en cuestión la seña de Podemos como un partido plurinacional.
El desplome de la formación de Iglesias ha sido paralelo al repunte del BNG, formación nacionalista que ha recuperado con creces su espacio y ha obtenido 310.000 apoyos frente a los 118.000 de 2016, lo que supone que en Galicia el PSOE no ha logrado sacar partido al descalabro de su socio de coalición.
Tampoco en el País Vasco se ha beneficiado el PSE sino EH Bildu de la caída de Podemos en el que fue, circunstancialmente, uno de sus bastiones: los de Pablo Iglesias llegaron a ganar las generales y lograron en las autonómicas ser tercera fuerza, con 157.334 votos, más del doble que este domingo.
Como en Galicia, la dirección estatal presentaba a estos comicios a una candidata afín: el pasado febrero libraba en el País Vasco la última de sus batallas al impulsar la candidatura de Miren Gorrotxategi frente a la lista que apoyaba Lander Martínez, el secretario general de Podemos en Euskadi que acabó dimitiendo.
Una división interna a la que la coalición electoral ha atribuido en parte el mal resultado, aunque Elkarrekin Podemos también se ha escudado en la abstención y en que no haber conseguido articular un partido fuerte.
De momento, la dirección estatal no ha convocado a la Ejecutiva para analizar y hacer la debida autocrítica de unos resultados que el propio Iglesias calificó ayer de «derrota sin paliativos».
No obstante, esta nueva derrota no pone en cuestión dentro del partido el liderazgo de Iglesias, que está recién reelegido como secretario general, tal y como recordaba este lunes la portavoz Isa Serra.
Sí le han marcado el camino sus excompañeros de partido como el ex secretario general de Podemos en Madrid, Ramón Espinar, que aseguraba que la autocrítica era «fácil de hacer».
«Endogamia, incapacidad para llegar a acuerdos, sectarismo, agresividad indiscriminada con los medios, expulsión sistemática de la disidencia y el talento, burocratización que impide desarrollar iniciativas locales, autoritarismo», señalaba a través de Twitter Espinar.
Iglesias revalidó su liderazgo sin alternativa real en mayo en un proceso en el que votaron menos de 60.000 personas, el 11 % de los inscritos, una tendencia a la desmovilización que se confirmó en las asambleas para renovar la dirección en once comunidades autónomas en las que participaron en total 34.142 inscritos.
Ni en la movilización interna ni en los resultados electorales se parece en nada el Podemos de ahora al de 2014, una diferencia que ha destacado este lunes Íñigo Errejón, el que fuera cabeza de la principal corriente crítica de Podemos, que emprendió su proyecto propio hace menos de un año.
Podemos, zanjaba Errejón en Twitter, «ya no existe». «Existe una cosa que se llama UP -Unidas Podemos- y que tiene los resultados de siempre de IU», decía sobre el partido que fundó a cuenta del resultado en las elecciones vascas y gallegas.
Unos comicios a los que Iglesias se presentaba con el Gobierno de coalición como enseña, pues en esa coalición y con solo 35 diputados concentra Podemos todas las fuerzas que aún le quedan.
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