En este año que lleva al frente de la portavocía del PP, Álvarez de Toledo ha demostrado que no tiene pelos en la lengua para atacar al Gobierno, como tampoco los ha tenido para defender sus posiciones ante la dirección nacional de su partido.
Hasta el final, pues también hoy ha cuestionado sin tapujos su destitución, haciendo gala de la «libertad» de diverger que siempre ha reivindicado como sinónimo de democracia en los partidos.
«Es una decisión que considero perjudicial para el PP y la causa de una España fuerte, adulta, de ciudadanos libres e iguales», ha reaccionado a su destitución en una comparecencia en la que ha llegado a asegurar que ningún portavoz ha tenido menos autonomía que ella al frente del grupo parlamentario.
Porque con la línea oficial de su partido ha confrontado Álvarez de Toledo en más de una ocasión, la última la pasada semana, cuando rebatió abiertamente la decisión de relevar como jefe de la asesoría jurídica del grupo en el Congreso a Gabriel Elorriaga, de su máxima confianza.
Un asunto al que se ha referido en su comparecencia, en la que ha cuestionado la intención de la dirección del PP de pactar con el PSOE la renovación del poder judicial y ha aireado los «reproches» que le ha dirigido el presidente del PP.
El último encontronazo por la autonomía en el grupo parlamentario ha precipitado la ruptura, aunque otras veces había parecido que iba a estallar: ya en vísperas del 8M cuestionó a la dirección de su partido por sumarse a la manifestación feminista, y varias veces le han reprochado a ella sus declaraciones salidas de tono, que desviaban el foco de la labor de oposición del PP.
La más sonada fue este mayo con el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, durante una interpelación en la sesión de control al Gobierno, en la que Álvarez de Toledo replicó a la denominación de «marquesa» que reiteradamente le había dado Iglesias, afirmando: «Usted es el hijo de un terrorista. A esa aristocracia pertenece: la del crimen político».
El padre de Iglesias demandó a la portavoz del PP por «intromisión ilegítima en el derecho al honor». Su intervención recibió críticas dentro del partido, y hoy mismo, en su despedida, ha reiterado que no se arrepiente de esas palabras.
Considerada en el partido más aznarista que casadista, Álvarez de Toledo ha visibilizado su distancia con la dirección que la trajo de vuelta a la política, y ha dejado abierta la puerta a renunciar a su acta de diputada por Barcelona.
En esta ocasión, su enemistad no ha llegado tan lejos a la que mantuvo con Rajoy. Entonces, Cayetana Álvarez de Toledo llegó a decir que votaba a otro partido, Ciudadanos, en lugar de al suyo.
Más allá del partido, son innumerables los jardines en los que se ha metido la diputada, desde ironizar sobre decir «Sí hasta el final», para dar el consentimiento sexual, llamar «senil» a la entonces alcaldesa de Madrid Manuela Carmena o criticar el «derroche sentimental» por la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba, entre muchos otros ejemplos.
Y aunque hasta hoy la dirección del PP salía en su defensa, eran muchos los compañeros a quienes no les gustaban las formas ni el fondo de la líder del grupo parlamentario.
Una política ligada a las FAES, con un discurso culto y pausado en las formas pero duro en el contenido, que ahora tendrá que decidir si sigue como diputada rasa en el Congreso, o de nuevo, quién sabe si ya por siempre, toma la puerta de salida.
Lourdes Velasco