La boca del Metro de Miguel Hernández, en Puente de Vallecas, está en la acera de la zona restringida, pero no es el caso de la parada de autobús que está al otro lado de la calle.
Es una de las zonas fronterizas de las 37 áreas sanitarias que tienen restricciones de movilidad desde este lunes, la mayoría ubicadas al sur de la Comunidad de Madrid y cuyos habitantes solo pueden salir para actividades imprescindibles, como ir a trabajar.
Un pequeño parque permanece abierto a un lado de la avenida de la Albufera, en el área sanitaria de Rafael Alberti, en Puente de Vallecas.
En esa zona todavía no hay restricciones pero podría llegar a haberlas, ya que este martes supera la incidencia de 1.000 casos de coronavirus por cada 100.000 habitantes, uno de los criterios fijados por el Gobierno regional para adoptar esta medida.
Al otro lado de la misma avenida está el área de Federica Montseny, restringida por superar la incidencia y donde también hay un pequeño parque, pero cerrado.
«En esta zona hay mucha confusión (…) hay calles en las que tenemos que cerrar el bar a las diez y resulta que el de enfrente lo tiene abierto; esto de verdad que es una locura, estamos muy indignados», comenta Isabel, que regenta un bar en el área restringida de Federica Montseny.
Asegura que cerrar a las diez de la noche va a causar en su negocio «un perjuicio tremendo», así como tener «la mitad de las mesas» y, además, ha notado que la gente «no sube al bar» porque está todo el mundo confundido y muchos de sus clientes viven al otro lado de la avenida.
Rafael espera a su mujer frente al ambulatorio de Rafael Alberti, que, aunque pertenece a un área sin restricciones, se ubica en medio de una zona donde sí las hay.
Lleva justificante y pese a que no le han puesto «ninguna pega», no entiende «por qué a un lado de la calle sí hay restricciones y al otro no».
A escasos 100 metros de este ambulatorio está el de Federica Montseny, en área sanitaria restringida y donde una enfermera señala que en Madrid es posible que vivas en una zona sin estas medidas pero tengas tu médico o tu enfermero aquí.
Al cruzar la avenida de la Albufera y adentrarse en la zona de Rafael Alberti el panorama es bastante diferente al no haber restricciones.
Hay más gente y más negocios abiertos, como el de Ana, que dirige el bar Sevilla, y aunque de momento «el horario» y el «aforo» siguen igual dice que hay «muchas dudas» porque «más arriba, por lo visto, tienen que cerrar a las diez y el aforo se limita».
«Espero que la gente de allí no se venga para acá cuando cierren sus bares», piensa, preocupada.
Puente de Vallecas no es la única zona con varias ‘fronteras’ confusas en la Comunidad de Madrid.
La calle de Alcalá, en el distrito de Ciudad Lineal, también hace de cruce entre dos zonas con restricciones y una que no las tiene: el área de Daroca tiene una incidencia de 1.244 casos y Doctor Cirajas de 1.319, ambas restringidas y separadas por un par de pasos de peatón del área de Estrecho de Corea, sin estas medidas y con una incidencia de 820.
En uno de esos cruces está Milagros Caballero, médico de familia de Madrid Salud informando a la población del distrito de las nuevas medidas, «un poco complicadas» en este punto porque «la mitad de la calle es zona restringida y la otra mitad no», por lo que la gente no para de preguntar «por dónde se pueden mover».
«La gente tiene la costumbre de comprar el pan en el mismo sitio y nos preguntan si se pueden o no se pueden mover; hay confusión porque muchos no entienden que en algún lado hay que poner el límite», argumenta.
Es el ejemplo de Francisco, que vive en una de las calles afectadas por las nuevas medidas y se ha acercado a preguntar porque «normalmente» va a comprar a un supermercado que está fuera de su zona y ahora sabe que no puede ir porque no puede «cruzar la calle».
«Mi familia tampoco puede venir a verme, pero si es por algo que va a ayudar, pues es bueno supongo», comenta pensativo, mientras espera para volver a cruzar al área «confinada».
A un lado de Alcalá, en la zona a la que todavía no le afectan las nuevas medidas a la movilidad, está el bar Docamar, muy conocido en el barrio por sus patatas bravas y que aún sigue manteniendo su hora de cierre hasta la una de la madrugada y el aforo de la terraza.
«En teoría al otro lado de la calle están al 50 % de aforo y cierran a las 10 de la noche», señala Raúl, que regenta el local, y que asegura que «por lógica» las restricciones al otro lado de la calle Alcalá le han afectado ya que hay clientes que «no pueden venir», por lo que han perdido entre un 30 y un 40 por ciento de los habituales.
Además, ocho de sus trabajadores viven en otras zonas afectadas y han tenido un poco «confusión global» para ver a quién había que hacerles justificantes para ir a trabajar.
A tres minutos andando está la peluquería de Vicente, que pertenece al área restringida de Doctor Cirajas, y que está abierta «para cubrir gastos, si es que llega, porque beneficio cero», lamenta el dueño, que asegura que esto es «una debacle».
La afluencia de clientes ha bajado a la mitad y el miércoles, cuando empiezan a multar, Vicente cree que la gente cogerá «más miedo» por lo que «esto va a ser la puntilla» después de tres meses «nefastos y de hundimiento absoluto del negocio».
«Al otro lado de la calle no hay restricciones, fíjate la diferencia que hay de una acera a la otra», le dice al único cliente que hay en esos momentos en esta pequeña peluquería, al que le devuelve un movimiento de resignación con la cabeza.
Marta Moreno