viernes, noviembre 22, 2024
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Casa Carmela, de «bar de batalla» a la salvación de un barrio

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Casa de Comidas Carmela es un «bar de batalla» pero gracias a su equipo y a voluntarios y donantes se ha convertido en la salvación del barrio madrileño de San Blas-Simancas, entre cuyos vecinos más necesitados han repartido ya más de diez mil comidas. Y creciendo, como lo hace la pobreza, advierten a Efe.

Jaime Rincón, de 42 años, lo abrió el pasado enero. Durante el cierre obligatorio del confinamiento aprovechó para hacer unas obras y un día, una mujer con dos niñas se le arrodilló ante la puerta para pedirle algo de comer. Ahí nació el proyecto Comida para Todos, por el que ahora entregan cien menús diarios.

Sin ningún tipo de ayuda pública, Rincón ha conseguido tejer una fuerte red solidaria en la que voluntarios cocinan y empaquetan menús que se pueden comprar para otros por tres euros en su web (comidaparatodos.es) o directamente en el local; el restaurante destina un euro por cada diez de facturación de su comida a domicilio y acepta donaciones de alimentos, ropa o juguetes.

Los reparten entre los ancianos que se quedaron sin comedor social por la pandemia, a través de la parroquia de la Encarnación del Señor y Cáritas, y entre familias necesitadas cuyo censo lleva la asociación de vecinos, algunas de las cuales los recogen en Casa Carmela. No hay «colas del hambre» y sí saludos y sonrisas, porque Rincón considera «indispensable» respetar la dignidad de estas personas.

Defiende que, en una situación como la actual, los restaurantes «pueden ser, además de un sitio de ocio, un punto de apoyo, los motores para sus barrios; si cada restaurante se hiciese cargo de 50 personas de su zona no habría hambre».

«Sólo en la Asociación de Vecinos Orcasur teníamos apuntadas a seis familias en marzo y ya vamos por 103″, dice a Efe Pilar Barabino, una de sus voluntarias, quien señala que si bien se trata de una zona de «pobreza endémica», la pandemia ha hecho estragos.

«La crisis económica acaba de empezar», coincide Sandra Hernández, de 43 años, vecina del barrio «de toda la vida» y trabajadora de Casa Carmela. Su secreto, igual que el del resto de empleados del restaurante, «tratar a la gente que viene a recoger su comida como un cliente más».

Pese a la dureza de las situaciones que ven a diario, resulta «gratificante» ver cómo muchos se han volcado en ayudar. El equipo de la escuela de cocina Kitchen Club, con Carlos Pascal al frente; Bomberos Ayudan, que acaba de comprar 330 menús; la frutería La Nueva Huerta que regala materia prima, el restaurante Nub, con una estrella Michelin en Tenerife, que compra un menú por cada cliente propio de los domingos, o voluntarios que regalan tiempo y trabajo.

«Incluso la Policía Nacional y la Local», añade Adriana Andrade, pareja de Jaime Rincón; las mascarillas que incluyen en las bolsas con los menús, han sido donadas por ellos. «Hemos visto crecer muchísimo la necesidad», lamenta.

Por ello también reparten, en colaboración con el Banco de Alimentos, lotes de productos, además de las donaciones de ropa, juguetes o material informático que hacen los clientes de Casa Carmela.

«Hemos conseguido poner en marcha a la sociedad civil», se enorgullece Rincón, quien, no obstante, lamenta que otros restaurantes «se han puesto de perfil» y pide su apoyo para llegar a más beneficiarios.

Bibiana Caro es una colombiana de 32 años que sabe lo que es «estar en una situación vulnerable». Salió adelante gracias a La Raspa, que forma en cocina a «los excluidos de los excluidos», y a Rincón, que la contrató para su restaurante: «Sé lo que es que te echen una mano, reconforta mucho devolver la ayuda recibida».

Por eso pone el mayor esmero en cocinar menús con un valor nutricional adecuado, con equilibrio de carbohidratos, proteínas y vitaminas. Un día judías verdes con jamón, lomo empanado con patatas fritas y un yogur; otro ensalada alemana, pollo a la jardinera con arroz blanco y una pieza de fruta. «Muchas veces es la única comida que hacen al día ancianos y niños», detalla.

Lo agradecen personas como Antonio Santaengracia, que recoge su bolsa en la parroquia. Fue pequeño empresario y taxista hasta que una enfermedad coronaria le llevó «de vivir una vida digna a cobrar una pensión miserable».

«Yo estoy particularmente encantado con la comida, me gusta más que la del comedor social. Lo que hacen en Casa Carmela es un acto generosísimo», agradece.

Jaime Rincón ya tiene pensado un menú especial para Navidad -sopa de pescado y cochinillo asado- que entregarán el día 24, y en Reyes quiere incluir «algún regalo».

Pero va más allá y anuncia que en enero abrirá una escuela para ayudantes de cocina y de camareros con diez alumnos, cinco mujeres y cinco menores de 24 años. «Vamos a intentar colocarles», dice, con un brillo de esperanza en los ojos.

ps/cc

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