viernes, noviembre 22, 2024
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Se cumplen 20 años de la primera boda trans de España

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El modesto salón de plenos del Ayuntamiento de Igualada (Barcelona) se convirtió hace 20 años, el 9 de septiembre de 2001, en el escenario de una de las efemérides del movimiento LGTBI en España al acoger la primera boda trans del país, una unión civil entre una mujer transexual de 29 años, Ángela Fernández, y un hombre de 22, Angel Romera.

El camino, sin embargo, no fue fácil y estuvo lleno de obstáculos que no permitieron a la pareja sellar su amor hasta que lograron tumbar distintas decisiones judiciales que, a pesar de reconocer que Ángela era una mujer, le impedían contraer matrimonio, al considerar que era «un remedio artificial».

Uno de los protagonistas de aquel día histórico, más allá de la pareja, que no ha sido posible localizar, es el que por entonces era alcalde de Igualada, el socialista Jordi Aymamí, que ejerció de maestro de ceremonias.

«Para mí fue un acto de absoluta normalidad institucional», sostiene en declaraciones a Efe Aymamí, que, sin embargo, reconoce que la boda fue «especial» y que se generó una gran expectación mediática.

«Era evidente que pasaba algo. Normalmente en las bodas no se producía esta expectación. El salón de plenos estaba lleno de medios de comunicación, esto fue noticia nacional», rememora.

Durante la breve ceremonia, que duró unos 15 minutos, Aymamí leyó los artículos del Código Civil y de la Constitución sobre el matrimonio y recitó un poema que cantaba al amor, obra de Pedro Salinas.

Las crónicas de aquel día hablan del «sueño cumplido» que supuso para Ángela poder casarse como mujer, una identidad que tenía reconocida desde hacía 8 años, pues en 1993 un juez certificó su cambio de sexo, si bien no le permitían contraer matrimonio como tal.

«Esta boda puede abrir el camino a gente que pasa por la misma situación y que parece que ahora están escondidos», auguró entonces Angel.

Repasando el acontecimiento, Aymamí asegura que, a pesar de los recelos de los sectores más conservadores de la ciudad, en ningún momento dudó en oficiar la boda, reiterando que estaba totalmente amparada por la ley: «La diversidad forma parte de los valores que yo entiendo que tienen que aceptarse en nuestra comunidad, por lo tanto absoluta convicción de que tenía que hacerlo».

«Las personas tenemos todo el derecho a intentar organizar nuestra vida presente y futura de la forma que creamos conveniente mientras no hagamos daño a nadie», añade.

Desde el colectivo trans, la presidenta de la Federación Plataforma Trans, Mar Cambrollé, indica que la boda «se celebró como un logro, un triunfo y un acto de justicia» y enfatiza la larga lucha detrás del hito que supuso aquella boda que «llegó tarde».

Repasando la cronología, la activista remarca que, si bien el Tribunal Supremo autorizó el primer cambio de sexo en 1987, la primera boda de una persona transexual no llegó hasta 14 años después.

«Los jueces se negaban a que nos pudiéramos casar, porque seguían argumentando que éramos una ficción de hembra, o viceversa», explica Cambrollé, indicando que al no aceptar el cambio de sexo no podían casarse porque el matrimonio homosexual aún no estaba permitido.

Veinte años después de aquella boda en Igualada, Cambrollé destaca el «gran avance» pedagógico y en empatía social que ha logrado el colectivo.

Entre los múltiples retos pendientes, subraya la necesidad de que las instituciones y representantes políticos «estén en sintonía con lo que piensa la sociedad española», insistiendo en la importancia de la futura ley trans, así como de seguir con la labor educativa y de sensibilización, como principal herramienta para frenar el incremento de los discursos de odio y las agresiones contra el colectivo. 

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